por dermat Jue Abr 10, 2014 11:33 pm
¿Te das cuenta que ya lo imaginaba? Erwin no te tomes a mal que en este capítulo me meta con tú personaje, pues tomara relevancia posteriormente.
Capítulo 25 Asesino.
Caminaba por las calles de Praven. Estaba confuso y agotado. Le había prometido a la reina una respuesta para mañana y, ahora mismo, no tenía la cabeza para pensar. Cuando llegué a la taberna me encontré con Erwin durmiendo en el suelo, según parece se emborrachó y cayó inconsciente al suelo, le miré y le pedí una jarra de agua al tabernero. Me acerqué al dormido Erwin y deje caer un chorro de agua helada sobre su cabeza provocando que abriese los ojos entre quejidos.
Solté una carcajada y el protestó e intento darme varias patadas pero tras tres fallos desistió, le ayudé a levantarse.
-Eres un poco cabrón, ¿lo sabías? -Comentó Erwin.
-Me halagas, compañero.
Subimos a la primera planta, nuestras habitaciones estaban una al lado de otra.
-¿Qué quería la reina? -Preguntó con curiosidad -¿Ofrecerte la mano de su hermana en matrimonio?
Le empuje.
-Darnos trabajo. Le dije que lo pensaría. Hasta mañana.
Erwin entró en su habitación y yo en la mía. Caí rendido en la cama. Era más de medianoche cuando desperté, unas voces que venían de los callejones me desvelaron, tras asomarme a la ventana vi a tres hombres en las sombras, sin poder distinguir sus rasgos.
-Recuerda, tras matarla te esperaremos en el tejado de la herrería.
"¿Matar a quién?" -Pensé preocupado.
-Sigo pensando que es mala idea -Comentó otro hombre -No nos dejarán acercarnos a Prisma, es la reina, coño.
Me puse en alerta. "¿Matar a Prisma?¿Y planearlo en un callejon? Tiene que ser una broma" Pensé pero, sin embargo, no podía dejar nada al azar. Cuando se separaron en tres direcciones distintas cogí mi espada y me descolgué por la ventana. Seguí al que era encargado de matar a Prisma que se acercaba al castillo mirando a todos lados. Antes de llegar a la entrada principal, giró a la derecha y apretó el paso, sumergiendose en el laberinto de los callejones. Tuve que acelerar para no perderle de vista.
Subió una escalera hasta llegar a una casa cuyo tejado estaba a un escaso metro de las murallas del castillo. Agazapado esperó hasta que el guardia que hacia la ronda paso de largo antes de saltar a la muralla, cosa que hice con unos segundos de diferencia.
El hombre avanzó por la muralla y saltó al tejado de la casa-cuartel, desde allí esprintó hasta los aposentos de los sirvientes de la Reina y se coló por una ventana abierta, rapidamente le seguí. Al deslizarme por la ventana, un hombre pegó un saltó del susto y, antes de que pudiese reaccionar le dejé inconsciente de un puñetazo. Salí al pasillo y ví como el hombre torcía a la izquierda, corrí en pos de él. Cuando llegué al pasillo que daba a los aposentos de la Reina le ví entrando, sin rastro del guardia que vigila la entrada a la habitación.
Corrí y entré derribando la puerta, el hombre me miró con los ojos como platos con una daga en alto a punto de apuñalar a la Reina quien por el ruido se despertó. Aprovechando la confusión del asesino, Prisma le dió una fuerte patada en las costillas que provocó que aullase de dolor, yo me abalance sobre él y le inmovilicé. La reina llamó a los guardias a gritos, quienes se presentaron en apenas segundos, seguidos por Aurora.
-Es un asesino -Dijo la Reina apuntando al hombre que se debatía inutilmente intentando escapar. Los guardias le cojieron por las axilas y se lo llevaron arrastras mientras imploraba perdon y farfullaba algo de un chantaje.
-¿Estas bien, hermana? -Preguntó Aurora, preocupada.
-Si -Contesto la Reina. Despues se puse enfrente de mí -Gracias a tí, Dermat. ¿Como lo sabías?
-Escuché al asesino y a sus dos complices desde la ventana de mi taberna. Le esperaran en el tejado de la herrería. Seguramente sea en vano pero yo enviaría a unos cuantos hombres, por si acaso.
-Eso haré.
-Tambien tenía complices dentro del castillo -Prisma y Aurora abrieron mucho los ojos. Aurora protestó:
-¡Eso es imposible!¡Nadie de este castillo traicionaría a Prisma!
-Parece que te equivocas, Consejera-Contesté sin mirarla-Tenía una forma de entrar, una ventana abierta en uno de los aposentos de vuestros sirvientes, el traidor esta inconsciente, le dí un puñetazo al entrar. Tambien está el guardia de la puerta tus aposentos, no estaba cuando llegó el asesino.
-Si de verdad hay un traidor en mi guardia es un asunto muy serio -Prisma miró a Aurora quien asintió. Prisma sonrió complacida -Por ello, necesito a todas las personas en quién confio a mi lado. ¿Aceptarás mi oferta de ser capitán de mi guardia?
Tras los hechos no me quedaba mas remedio que aceptar la responsabilidad.
-Acepto el honor, Majestad -Dije inclinandome.
-No deben haber tantas cortesias y protocolos entre nosotros, a fin de cuentas, me has salvado la vida a mí y a mi hermana.
Asentí.
-Debemos sacarles toda la información que sepan. Si no, no sabremos hasta donde se han infiltrado los de Mancer. ¿Quieres que me ocupe yo? -Me ofrecí a la Reina, quien lo declinó con un movimiento de cabeza.
-Tengo a alguien que se encargará a la perfección. Mi maestro de espias, Haziel.
Asentí conforme. Tras una inclinación de cabeza giré sobre mi mismo y salí de los aposentos. La voz de Aurora me paró en medio del pasillo.
-¡Dermat! -Me giré y la vi acercarse a buen paso.
-¿Qué quieres, Consejera? -Mi tono frío la hizo dudar. Finalmente, se decidió.
-Darte las gracias por todo.
Solté un bufido.
-¿Qué clase de Capitán sería si dejo morir a la Reina mi primer día?
Ella sonrió.
-No me refería a eso -Se acercó a mi y me abrazó, tras un segundo de duda, yo tambien la abracé. Me susurró al oido:
-No vuelvas ha hacerme pensar que estas muerto, porque si lo haces, te mataré yo misma.
-Te veo capaz.
Nos miramos a los ojos y nos besamos.
En pleno beso nos sorprendió la Reina quien nos interrumpió con una sonora carcajada.
-Siento molestar -Dijo divertida-Dermat, deberías avisar a tu compañero, a fin de cuentas, teneís un nuevo lugar donde dormir.
Me despedí de ambas y me dirigí a la taberna. Eran las cuatro de la mañana cuando entré en la habitación de Erwin, le desperté y él, cabreado, me dió un puñetazo en el estomago.
-¡¿Qué coño quieres a estas horas!? -Preguntó enfadado.
-Avisarte de que nos mudamos.
-¿A dónde?¿Y por qué a estas horas?
-A palacio. Estas hablando con el nuevo capitán de la guardia de la reina y tú, chaval serás mi hombre de confianza.
-¿Tendré un uniforme que me ayude a ligar?
Asentí sonriendo.
-¿Tendré un buen sueldo que gastarme en mujeres y alcohol?
-Sabes que sí. Pero ¿si te gastarás el sueldo en mujeres de vida inmoral, para qué quieres ligar?
-No me comprendes, amigo. No me comprendes.
Ambos nos reimos y nos pusimos en marcha al castillo.
