por dermat Jue Nov 28, 2013 9:13 am
Capítulo 1: Dermat, comandante de Chalbek.
Apenás había amanecido cuando llamarón a la puerta de mis aposentos. Normalmente ya me habria levantado y lavado, pero trasnoché preparando las rutas de las patrullas y preparando un programa de entrenamiento para los nuevos reclutas. Estaba cansado y bastante malhumorado cuando abrí la puerta.
-¡Señor! -un joven soldado que no llegaría a los 20 años hizo un intento de saludo-Un campesino de Kulum acaba de llegar, con muy malas noticas.
Me despejé en un segundo.
-¿Qué pasa?¿Les han saqueado?
-Señor, será mejor que lo sepaís del campesino.
-Entendido, llevaló a la Sala del Señor, yo ire en seguida.
Me lavé y me puse unas ropas comodas y holgadas. Llegué a la Sala del Señor pocos minutos después que el campesino.
-Soy Dermat, comandante en funciones de Chalbek. Me han informado de que traéis malas noticias.
-Señor, con todo respeto, me gustaría hablar con el Jarl, si es posible.
-Me temo que no. Nuestro Jarl esta en un banquete en Sargoth. Yo estoy al mando. Ahora, decidme que ha pasado.
El campesino cogió aire y se preparó para contar una historia que le causaba mucho dolor:
-Fue después de la hora de la comida. Nos preparabamos para volver a los campos cuando vuestros hombres nos atacaron.
-¡Eso es imposible!¡Mis hombres jamás harían tal acción!
-Es la verdad, portaban la enseña de nuestro Jarl en sus ropas y escudos. Yo aun estaba comiendo cuando oí los primeros gritos. Cuando salí los ví: los hombres del puesto estaban atacando a mordiscos y arañazos a la gente del pueblo. Mi padre me ordenó venir a contarlo.
-¿Has dicho mordiscos y arañazos?
-Asi es señor, a los pocos minutos, las personas mordidas nos empezaron a atacar tambien, tuve que correr por mi vida. Varios de ellos me persiguieron varias horas, pero les di esquinazó a la salida de los bosques.
-Mi deber como comandante del Norte es investigar y descubrir si lo que dices es cierto o no. Partiré con una decena de hombres hacia Kulum, si lo que dices es cierto tomare las medidas que considere oportunas. Por el contrario, si mientes. Descansarás en la orca.
Dicho esto, me acerqué a los cuarteles, algunos soldados aun dormían.
-¡Levantad gandules!
Los hombres se despertaron algo desorientados.
-Quiero a mi escuadron totalmente armado en las puertas del castillo en 20 minutos. ¡Vamos!
Los 10 hombres que formaban mi escuadron se levantaron y corrieron para ponerse su armadura. Yo fuí hasta mis aposentos y me puse la mía: una herencia de mi padre junto con la espada, que ha estado en nuestra familia durante generaciones.
Cuando salí a las puertas, mis hombres ya esperaban totalmente preparados.
-Bien muchachos. Vamos en dirección a Kulum. Nos han informado de que unos traidores han atacado el pueblo y vamos a ver si es cierto. Llegaremos al mediodia pues iremos a marchas forzadas. ¡En marcha!
Ensillé mi caballo y partimos. Fuimos a buen ritmo, paramos unos minutos en un rio, para dar descanso a mi caballo y a mis hombres, que aprovecharon para beber avidamente. Avanzamos tan rápido como podíamos, tras varias horas de marcha divisamos Kulum a lo lejos. Tardamos una hora más en acercarnos lo suficiente.
-Parece que ese campesino ha mentido. El pueblo está bien -comenté mientras nos acercabamos.
-Señor -dijó Lee, el prototipo de nórdico: casi dos metros de altura y unos brazos como muebles- el pueblo esta demasiado calmado y no se ve gente ni en el pueblo ni en los campos de alrededor.
-Teneís razón, Lee. Acerquemenos. Desenvainad, solo por si acaso.
Armados y preparados para lo peor entramos en el pueblo. Habríamos llegado a la mitad cuando una puerta se abrió. Salió una pequeña niña de no mas de 5 años, su mirada perdida se dirigía nosotros. En su rostro se abrió paso una sádica sonrisa, una sonrisa hambrienta.
-¿Estais bien, niña? -la niña no respondió. Cuando fue a bajar el escalón de su casa tropezó y pudimos ver la parte de atras de su pierna: le habían arrancado una parte de la pierna.
Uno de mis hombres se acercó corriendo para socorrerla. La niña... se abalanzo sobre él y le clavó los dientes en el cuello, provocando un tremendo grito de dolor. Dos hombres se acercaron a la niña y, sin miramientos, la apartaron.
Pero el grito del soldado fue como un imán: las puertas del pueblo se abrieron y empezaron a salir campesinos con heridas mas o menos graves.
-¡Preparaos! -grité. Mis hombres formaron un semicirculo -¡Retroceded a la entrada del pueblo y formad una linea!¡Que no nos rodeen!
Como una máquina bien engrasada, mis hombres siguieron mis órdenes. De camino a la entrada del pueblo algunos campesinos se abalanzaron sobre nosotros, mis hombres, bien entrenados no les fue dificil acertar en sus cuerpos con tajos precisos, pero eso no les detenía, ni parecía hacerles daño. Seguían avanzando en oleadas contra nosotros.
Mis hombres formaron una linea en la entrada del pueblo y empezaron a luchar, los campesinos aun desarmados nos hicieron retroceder poco, los espadazaos que recibían parecían no hacerles daño, la presión sobre la linea era muy intensa, en cualquier momento se rompería.
Finalmente la linea se quebró en dos partes, mis hombres luchaban con fiereza pero no podían detenerles, uno de mis hombres había clavado varias veces su espada en el estomago y pecho del campesino, pero no servía de nada. Desesperado, espoleé mi caballo y me lanzé contra ese campesino, de un poderoso tajo le rebané la cabeza y eso, si pareció matarle.
-¡Cortadles la cabeza! -grité desesperado, pero era demasiado tarde-mirase a donde mirase mis hombres caían entre arañazos y mordiscos, gritando aterrorizados. Espoleé el caballo y huí hacia el castillo.
No se porque, pero algo dentró de mi me obligó a mirar atrás justo para ver como mis soldados se levantaban con la misma mirada perdida y sonrisa sádica que el resto de los campesinos. Tenía que llegar al Castillo, tenía que avisar de esto.