"Lo que no te mata te da puntos de experiencia".
Frederick Nietztcghrwtsche
"Entre los tiempos en que el Decadente Imperio Hakkon arrojó al mar sus huestes, y el tiempo en que se alzaron los hijos de Zann, hubo una época increíble en la que Eleazar estaba destinado a llevar el Yelmo enjoyado de Perisno sobre unas tierras en peligro. Y sólo yo, ¡su cronista! soy capaz de cantar su Saga. Permitidme contaros sobre aquellos días de ¡SUMA AVENTURA!"
Aracanus es mi nombre, y el tiempo es una rueda. Muchas veces Perisno se ha hundido y se ha alzado. reunido y dividido. Ardido y salvado. Mi Señor Eleazar lo ha unificado muchas, muchas veces. En un giro de la rueda fue Eleazar Hakkon y destruyó los generales demonios del inframundo. En otro giro fue Eleazar de Tolrania y sus lanceros expulsaron a los invasores de más allá del amanecer de nuevo al mar. Porque Perisno... Perisno es una rueda y con muchos otros nombres y otros rumbos el Rey de Perisno salvó esa tierra de peligros y maldades. Siempre en cada giro yo le he acompañado, en la gloria de lo alto, en la desesperación de lo bajo, en cada giro de la rueda. Ahora os contaré uno de esos giros. Pronto volveré, junto a Mi Señor, a girar en otra vuelta.
Al norte, muy al norte, en una isla nevada, nació de padre desconocido un joven de cabello rojo y poderosos ojos verdes. Su madre le nombró Eleazar y fue criado como guerrero, navegante y aventurero y junto a sus compañeros de aldea saqueó la mar llevando a sus gentes sus riquezas. Sin embargo al cumplir Eleazar los 18 años, el capitán de Hylr, Torsson, que Eleazar amaba como al padre que nunca conoció, fue traicionado por Svafar, un Lord nórdico de la Tribu Valahir. Sólo Eleazar y su compañero de fatigas Hyk Dohosan sobrevivieron y, heridos fueron capaces de devolver a su puerto el Drakkar. Allí Ovkun, el hermano del Señor caído nombró traidores a los supervivientes y en la lucha Eleazar le dio muerte. El anciano Falmann, jefe de la tribu se vio forzado a exiliar al joven. Sólo Dohosan, sabedor de la injusticia, le acompañó para ayudarle a recuperar su buen nombre. Así abandonaron su hogar para nunca más volver, en busca de vengar con la sangre de Svafar el mal irreparable.
"¿A dónde iremos, Eleazar, qué haremos?" Preguntó Dohosan.
"Sólo dos personas no podemos entrar en las tierras de los Valahir y llevarnos la cabeza de Svafar. Sólo con los enemigos de los Valahir encontraremos la ayuda que necesitamos. Iremos a la tierra de los Drachen que guerrean contra ellos y buscaremos ayuda".
Y así llegaron a las costas del Reich des Drachen. Los duros invasores de Perisno, adoradores de dragones, seguidores de su Alteza Imperial el Kaiser Otto IV.
Sin dinero, sin mas que un amigo, en una ciudad extraña de extraño idioma Eleazar se dirigió a la Arena, en donde el maestro de armas de la capital Drachen le invitó viendo su fuerza y agilidad a aprender los usos de la guerra de esa tierra. Eleazar combatió muchas semanas, pasó la primavera y pasó el otoño y fue ascendiendo, ganando su jornal, pan y lecho en la escuela de Guerra de la capital del Reich.
Pronto fue capaz de vencer a los luchadores más experimentados del maestro de armas y éste le recomendó a la corte para que le fuera encomendada una misión.
Una tarea simple, sin combate, una manera de presentarse en la corte y darse a conocer.
Y cuando el Kaiser del Reich das Drachen convocó al fin un gran torneo en Schmalkalden la habilidad adquirida junto a su fuerza y agilidad (a la par de inteligentes apuestas sobre sí mismo con todos sus ahorros) permitió que Eleazar se declarase vencedor de su primer torneo en Perisno. No sería el último.
En la fiesta convocada en Palacio el mismo Kaiser brindó a la salud del vencedor y Eleazar aprovechó la oportunidad para pedir un favor: Tropas y ayuda para vencer a Svafar el Valahir, el común enemigo. Pero el Kaiser se rió y le dijo que aún debían pasar muchas, muchas cosas antes de que fuera considerado digno de dirigir a las tropas de la tierra de los dragones a la batalla contra sus enemigos. Sin embargo el digno Kaiser Otto presentó a Eleazar a su propia hija, la princesa Birgit, heredera del Reich, que estaba levantando su hueste y mesnada. Otto IV pidió a su hija que aceptase a Eleazar en su hueste como un simple recluta Drache, la princesa accedió pues había visto su actuación en el torneo. Eleazar prestó juramento de servicio a su nueva señora y solicitó y obtuvo permiso para que su compañero Dolohan le acompañase.
Así Eleazar y Dolohan se trasladaron a Freising, la ciudad feudo de la heredera del trono, y se pusieron a las órdenes del Maestro de Armas de la princesa, el entrenador de sus huestes, aprendiendo a luchar escudo con escudo a la manera del Reich, compartiendo el rancho, mejorando su dominio de la lengua Drache, preparándose para la lucha contra los Valahir.
Yo, mierdas secas, me llamo Dietrich, domador de osos. Y si puedo domar un puto oso puedo partiros la boca hasta que seáis dignos guerreros del Kaiser. Sudaréis sangre por el Reich. Mataréis por el Reich. Aprenderéis a ser hombres del Reich o seréis enterrados en el Reich. ¿Os ha quedado claro? No dormiréis hasta dominar el arco, la lanza, el escudo como un buen infante. Yo os convertiré en algo digno de que la Princesa Birgit llame su hueste. ¡¡¡¡Y ahora a luchar, vamos, vamosvamos, pitltrafillas!!!!
Y Eleazar entrenó y sirvió en la hueste semanas y semanas de poca comida y menos sueño. Luchando contra los Valahir al mando de la Princesa. Destacándose entre sus iguales, ayudando a sus compañeros, llenando de sangre su hacha y vaciando su carcaj al estilo Drache, buscando entre los enemigos el rostro inolvidable de su enemigo en vano. El Maestro de Armas Dietrich le ascendió para la caballería ligera y pudo aprender a gobernar su montura con las rodillas mientras sostenía la lanza y el escudo. Poco después volvió a ser ascendido a la caballería pesada. Muchas noches de campamento bajo la nieve contó las monedas de su cada vez más abundante soldada. Ahorrando hasta la última, planeando el futuro, cada Valahir muerto por su hacha tenía el rostro del traicionero Svahar, cada ascenso honraba ganándose el respeto hacia la princesa, jinete del Dragón Inflaugir el rojo. Eleazar no podía sino dar su máximo esfuerzo aprendiendo el dominio de las bestias, soñando con el día en que pudiera cabalgar también a lomos de un dragón, a pesar de las risas y las collejas del Maestro de Armas Dietrich: "Sólo los Barones de sangre Real pueden cabalgar al dragón, estúpido salvaje isleño come cangrejos. ¿Es que no sabes nada? Quiero esa cota de malla limpia como si fuera a comer sobre ella. Quizá lo haga. ¿Entendido, piojoso norteño?".
Fueron dulces tiempos de juventud e ilusión para mi Señor Eleazar. Pero la fortuna, que es una rueda, gira para todos. La guerra entre el Reich das Drachen y el Clan Valahir había debilitado al Kaiser, y el vecino del Oeste, Maccavia, declaró la guerra. Al señor de Maccavia poco le importaba declarar la guerra al Reich o a los Valahir, sólo aprovechó el momento y lanzó a sus huestes contra el más debilitado. Siendo Maccavia antaño otro reino norteño de similares costumbres a los Valahir, con los años asentados en el Helado norte de Perisno habían organizado una monarquía que ahora ostentaba Agathor Krex, seguidor de los viejos Dioses. Y guerreando contra el vecino podía dirigir a sus lores más jóvenes, seguidores de los nuevos Dioses, y con suerte controlar la latente guerra civil que el choque de religiones podía llevar a su Reino. El Kaiser se veía obligado por su honor a mantener la guerra contra los Valahir y contestar a la vez a Maccavia. De repente las batallas contra el nuevo contrincante se tornaron mucho más duras, sangrientas y peligrosas para la mesnada de la Princesa Birgit, cuyo feudo Freising era frontero con el nuevo enemigo.
Con todo su poder intacto las huestes de Agathor Krex arrasaron las tierras nevadas de los Drachen, venciendo una a una a sus huestes, saqueando sus aldeas y tomando sus castillos fronterizos. El mismo mariscal del Reich, Mathias, señor de la rica ciudad de Reichberg, fue vencido y capturado. Kaiser Otto nombró a su heredera como nueva comandante general de las mesnadas. La posición de máximo honor y máximo riesgo, y eleazar siguió a su señora al combate a la cabeza de los ejércitos de los adoradores de dragones.
Luchando en dos frentes era una situación complicada, pero la desgracia llama a la desgracia, y la debilidad atrae al oportunista: El Reino de Tolrania declaró la guerra al Reich para expandir su poder. Tres enemigos poderosos unidos contra el Reich podían llevar la destrucción con facilidad a todo el Reino.
Eleazar luchó como nunca en su vida, enfrentándose a los caballeros lanceros de Tolrania, los infantes de enormes hachas Valahir y los acorazados guardias negros de Maccavia viendo como incluso tras cada victoria de la Princesa Birgit la hueste del Reich iba menguando y menguando hasta no ser mas que la sombra de lo que había sido hace apenas unas semanas.
Las mismísimas tropas de élite Drachen, los jinetes de Wyverno, estaban siendo diezmadas hasta la aniquilación. Eleazar tenía el corazón encogido pues empezaba a tener la esperanza de que pudiera ser ascendido algún día a sus filas a pesar de no haber nacido Drachen. No podía engañarse: Le fascinaban dragones de fuego, de hielo, negros y wyvernos y se acostaba extenuado pensando en que todo merecería la pena cuando se dirigiera a la batalla sobre sus lomos. A veces... A veces olvidando cual era la razón por la que en un principio se había unido a esta mesnada de gente extraña. A veces... A veces sorprendiéndose pensando en el modo en que las trenzas de Birgit se deslizaban al quitarse su yelmo de acero tras una batalla. Mirando a su señora levantar su espada bastarda encabezando la carga sobre el dragón Inflauglir.
Incluso los poderosos jinetes de dragón empezaban a morir, uno en una batalla, dos en otra, los hacheros de Macavvia cortaban sus cabezas y las llevaban como estandarte ante sus ejércitos para aterrorizar a los Drachen para los cuales no sólo era un insulto sino una herejía.
"Eleazar, muchacho, como que me llamo Dietrich doma Osos que no he visto tipo más duro ni más afortunado que tú. Te has convertido en un valioso jinete pesado Drachen y sin embargo no te puedo ascender más porque no tienes ni la fuerza suficiente para soportar la armadura pesada Drachen ni tienes el talento para dominar en combate a un caballo de guerra acorazado. ¿Qué mierdas voy a hacer contigo, pelozanahoria? ¡Vas a ponerte ahora mismo cada noche a levantar una y otra y otra vez la barda de acero de cuatro caballos de batalla hasta que lo puedas hacer sin lloriquear. Cada mañana al alba cabalgarás hasta que las llagas no te dejen ni sentarte! ¡Voy a hacer de ti un auténtico caballero del Reich como me ha pedido la Princesa y si no te haré desear la muerte, lo que suceda antes!"
Día tras día, castillo perdido tras castillo, la Princesa Birgit al mando del ejército unido de los Drachen se enfrentó a los Valahir, Maccavianos y Tolranios en una guerra sin fin. Eleazar fue aumentando su experiencia, su fuerza, su agilidad, sus talentos como espadachin, lancero, escudero, jinete y arquero. Buscando en el combate siempre la primera línea, buscando en la defensa proteger a su princesa. Así llegó un momento en que el ejército del Reich se enfrentó a la horda unida de los Valahir al mando de su mismísimo rey, Ingveld. Y Eleazar se destacó como el lancero que derribó ante el estupor del enemigo al señor del clan enemigo. Todos aclamaron a nuestro héroe en la batalla. Era la primera gran victoria individual de Eleazar. No cabía en sí de orgullo aunque él hubiera deseado clavar su lanza en uno de los lores de Ingveld, no en él mismo. Nunca olvidaba su venganza pendiente.
Vencido, el Rey Ingveld firmó un armisticio con Kaiser Otto. Aún así dos poderosos enemigos aún luchaban a muerte contra la frontera Oeste del Reich.
"¿No te da vergüenza, Eleazar, el que no puedas ser ascendido a caballero como te has merecido sin dudar porque aún te derriba el caballo de batalla acorazado porque no soportas el peso de la coraza de nuestra élite? ¡Vamos! Quítate el peto, quítate la sobrevesta. ¡Quiero ver esos músculos blancos de salvaje norteño! Sí. ¡Ja! Aún abultas la mitad que un caballero del Reich. Ven a mis cuartos, come de mi carne, bebe mi vino, aumenta tus carnes, debes ser fuerte como para levantar a Inflaugrir o al menos tener los músculos suficientes para ser una buena comida para él. Tengo planes para ti, Eli, Vencedor del Rey Ingveld, mi campéon!"
"Mi señora! No sé si eso es apropiado en el Reich!"
"Yo te enseñaré, bárbaro, a decirle a tu princesa en su propia casa qué es y qué no es apropiado. Yo te enseñaré como ejercitar tu cuerpo. Yo te enseñaré a cabalgar un caballo de batalla, a volar sobre un dragón y a ensartar tu lanza como una princesa del Reich necesita, Eleazar, si no puedo ascenderte aún así no te quedarás sin el premio que tu coraje merece. Obecede a tu señora y bésame ya."
Eleazar volvió a sus cuarteles molido pero con una sonrisa gigante. La princesa le abofeteó suavemente con su guantelete de acero y le recordó la necesidad de la discrección... Si deseaba repetir. Eleazar se volvió el hombre más discreto de todo Perisno. Pero la guerra, la guerra no termina cuando dos amantes quieren. La princesa Brigit del Reich das Drachen era Mariscal del Reino y debía conducir al ejército combinado de los lores a la batalla. Y la batalla, en esos tiempos, estaba por doquier.
El Conde Barainius era el Mariscal del gran ejército de Tolrania. Era un país enclaustrado entre la tierra de los elfos y Maccavia con una ligera frontera con el Reich. Aprovechándose de las circunstancias intentaban expandirse por su frontera más debil. Pero Birgit decidió plantarles cara y detener el asalto del castillo del Reich más fronterizo.
Ambos ejércitos eran parejos en fuerza y número, de un lado dragones, del otro caballeros lanceros de brillantes heráldicas. Lanzas engalanadas con las prendas de sus damas y una Guardia Real de infantes acorazados que eran el orgullo de su tierra. Birgit encabezó la carga, dragón contra caballero, wyvern contra infante acorazado, las flechas en llamas llenaron el cielo, la sangre y los gritos llenaron el campo y Eleazar luchó como nunca por defender a su princesa pero las cargas de la caballería pesada de Tolrania les separaron en medio del combate, Eleazar perdió a su montura y busncando otra sintió que alguien le tocaba el hombro. Volviéndose con el hacha en alto se sorprendió ver al mismísimo dragón de fuego, Inflauglir, que le empujaba con su inmensa cabeza y gemía dolorido. Eleazar sentía el corazón a punto de estallar. "¡BIRGIT!" Gritó, y siguió al dragón hasta el cuerpo herido de su señora y Mariscal.
Recogió el cuerpo inconsciente de la Dama guerrera, miró a su alrededor buscando donde ponerla a salvo y al fin decidió subirla al dragón, nervioso y furioso como estaba. Cogiendo con precaución las largas riendas, tiró de Inflauglir hacia retaguarda, olvidando batalla, guerra y enemigo, hasta que estuvo a salvo no pensó en nada más, y entrando en la tienda del cirujano del Reich gritó que era la princesa, la hija del Kaiser, atiéndanla, por amor de los dioses.
"Mira muchacho. Yo soy Alindel y esta es mi tienda de cirugía. Como cirujano jefe del ejército del Reich a mí ni el mismísimo Dios Dragón que baje a vernos me puede decir, y mucho menos berreando, a quién tengo que atender primero y a quien no. ¿Te enteras? La princesa pasará su triaje como todo el mundo en esta tienda, mis ayudantes restañarán sus heridas, la estabilizarán y se pondrá a la cola de cirugía si hay que remendar algo. Si no ha perdido ningún miembro ni peligra su vida esperará sangrando hasta que podamos darle la atención que merece. Y tú vete a la de ya a la mierda de mi tienda y no quiero volver a verte a menos que te cuelgue media cara o me traigas tus dedos en una bolsita y me pidas humildemente que te los recosa. ¿Estamos? Pues aire. Que aquí no gritan mas que los pobres heridos que estás molestando. ¡Aire, pardiez!"
Eleazar abandonó turbado la tienda y le tentó volver con el dragón de las riendas a que sembrara fuego hasta que atendieran a Birgit... Hasta que volvió en sí y decidió dejar bufando y lloriqueando a Inflauglir junto la tienda mientras él volvía a la batalla sobre un caballo cualquiera que encontró en el campamento. Ciego de ira, la furia le dio fuerzas y las lágrimas le cegaban hasta que un conde acorazado de heráldica gules dio por tierra con su arrebato, dejándole inconsciente y maltrecho en el suelo.
Al despertar la batalla había terminado. El sol volvía a brillar y de las huestes de ambos bandos no quedaba nada. ¿Quién venció, quién perdió? Eleazar no lo sabía. Mientras buscaba en el campo de batalla alguna montura perdida, no podía saber que las mesnadas del Reich huían perseguidas de cerca por los vencedores de Tolrania. La caravana de heridos dirigida por Alindel, el jefe cirujano, iba hacia Friesing, feudo principal de la Mariscal, escoltada por los supervivientes de la mesnada de Birgit al mando de su Maestro de Armas, Dietrich. Pero al conocer las noticias el Kaiser Otto IV, dolido pero resuelto, ordenó a otro Barón comandar como Mariscal mientras Birgit, herida de gravedad pero estable, se recuperaba en el Palacio de su padre. Pero nada de esto sabía Eleazar mientras buscaba a donde ir. Tras encontrar un palafrén abandonado, Eleazar puso también rumbo a la sede de su Señora.
"Eleazar, muchacho, me alegro que sobrevivieras. Nuestra señora se recuperará durante algunas semanas en la capital pero puedo decirte que está consciente y fuera de peligro. Además dejó órdenes para ti si aparecías. Debes saber que se preocupó al saber que no te encontraban. Dejó órdenes y un regalo. Lo encontrarás en las caballerizas. En cuanto a tu misión en la taberna encontrarás a un agente que te pondrá al día. Vamos, Eleazar, aunque la mesnada de Friesing esté destruída no vamos a parar por un pequeño sinsabor. Se requieren tus servicios y destrezas. Ánimo. Nos repondremos y les daremos a todos esos cabrones su merecido.
Eleazar acudió a la taberna en donde le esperaba el agente del Reich. Bajo, enjuto, de pelo aceitoso y aspecto chabacano, el agente dijo llamarse Slyter.
Oh. Veo que eres todo un mocetón. Sí. Han elegido bien. Tu misión, si decide aceptarla, será escoltarme y darme una buena coartada, amigo. Debo recorrer ciertas ciudades de Tolrania y Maccavia, contactar a cierta gente, reunir ciertos informes y volver, con mucha discrección, a informar al Reich. Tú, poderoso guerrero, me cubrirás en tu papel de campeón de torneo acompañado por su fiel escudero y limpia botas, aquí un servidor pero, realmente, obedecerás mis órdenes y cuando diga mea preguntarás cuán alto. ¿Estamos?"
Eleazar le cruzó la cara de un revés rompiéndole el labio al espía. Luego le cogió por el cuello de la túnica y nariz con nariz le dejó bien claro quien era el escudero de quien. Quien obedecería a quien y quien mearía alto cuando el otro dijera una altura. Slyter soltó una carcajada y asintió clamando que sin duda se llevarían bien y representarían estupendamente sus papeles. Sonriendo, comenzaron su larga amistad con hidromiel del Reich antes de comenzar su aventura.
Algo bebidos, Slyter, Dolohan y Eleazar fueron a las caballerizas a ver "el regalo" que la princesa Birgit había dejado. Con el maestro de las caballerizas, les condujeron junto a una bestia enorme y feroz, un inmenso lobo apenas domado para que se dejase montar por alguien poderoso y experimentado. El Maestro le dio a Eleazar una carta de la princesa:
"Estimado Eleazar, campeón de Friesing, aquí tienes una delicada bestia para que montes mientras yo me recupero. Sí, sé que no es el dragón que quieres pero no eres un noble Drachen, querido, así que debes empezar por dominar un simple y hermoso lobo de batalla como los que muchos drachen conducen al combate para más adelante poder dominar otras bestias más complejas. Domínalo, úsalo, maravíllate al ver como devora a tus enemigos e infunde miedo en el campo del honor. Se llama "Marcoantonio", espero que os llevéis tan bien como Inflauglir y yo nos llevamos, éste lobo te ayudará a ser en el futuro un jinete capaz de cabalgar dragones. Te veré muy pronto al regresar de tu misión, campeón mío."
Última edición por Lord_Eleazar el Miér Nov 06, 2019 4:13 pm, editado 3 veces