Neomythology ¡Actualizado cada 2-3 días! :D

Gracias por tus palabras Íbero

Mis felicitaciones, te está quedando genial, danos más de ésta apasionante historia!

Lo mismo digo.

    Sus quiero   :tohfelih:  Gracias a vosotros le dedico más tiempo
cualquier duda que tengáis o pregunta de curiosidad, podéis preguntar.

Por cierto; alguien dijo " a ver si el de asuntos exteriores enano hace algo al respeto"
Como dice al principio del libro, las cosas están bastante dificiles para los enanos jaja. La diplomacia sirve poco contra las bestias

Mira que había gente…pero me tenía que tocar a mí…
-Líbian- dije.- Llevo toda la noche despierto…y francamente, no sé si rendiré para una pelea ahora.
¿Está seguro? Si me vence apenas tendrá mérito suficiente para ser aceptado.

-No eres débil Kyros, ¡Ve! ¡Demuéstrale qué sabes hacer!

No me quedaba otra, oordenes del rey.

-Seré bueno contigo Kyros aunque hayas preferido que no viniese, ¡A ver que tienes!

En ese momento, sabía que tenía yo. Ganas de una hoguera, ganas de dormir, nada de ganas de andar, y ganas de reposar la cabeza en la hierba.
Y más aun que no era un enemigo lo que nos seguía, así que si el combate iba a ser eterno me rendiría.

Salimos de esa zona pequeña, lejos de la hierba y lejos del calor de la hoguera…cerca del frío, cerca de la nieve.

Para un duelo prefiero dos espadas que espada y escudo.
Desenvainé la espada larga con desgana, la agarré con las dos manos y me la tendí delante de mí. “Primero me defenderé, luego ya veré”.

-¡Más garbo Kyros!-Me gritó Gálem.

Djafvik que por ahora vestía lo que parecía una túnica de monje de color marrón claro, la dejó caer al suelo
y vi que llevaba una ropa mucho más cómoda para luchar debajo. Distintos tonalidades de marrones claros y las botas algo más oscuras.
Tiró su bastón al suelo y me habló.
-Me lo han dicho ¿eres el más débil de todos no? Me considero uno de los mejores magos humanos.

No el mejor, mi maestro me demostró las abismales distancias entre nosotros. Con mis puños y mis magias te someteré y sin demasiado dolor.

Empecé a despertarme un poco, pero por voluntad propia,
no era magia, era yo, que me estaba alterando de su fanfarronería, su exceso de confianza…Pero me contuve y no me lancé a por él como podría haber hecho Jûhrm.

-¿Quién te lo ha dicho?-Pregunté.
-Ellos.

Dos lobos furiosos aparecieron de los árboles de mi derecha y se me lanzaron encima.
Saqué mi otra espada para poderles hacer frente… ¡Tenían la piel más dura que un jabalí!
Paré sus embestidas pero tendrían que haberse cortado.
Desperté mi fuerza con el fulgor de la pelea y los repelí hacia los lados usando la fuerza de cada uno.

Cargué contra Djafvik, que parecía no inmutarse. Pero solo tendió la mano un poco y la espada se me volvió más pesada que cargar con una montaña. Y cayó los dedos de ese…ese no era un campesino.
Mi espada llegó a una velocidad lentísima a sus dedos y los lobos venían a mi.
Tenía la otra espada en mi mano, solté la grande que la dejé en sus dedos,
saqué una de las vainas y la incrusté en los colmillos de un lobo, por suerte el acero no se perforaba por esa magia.

-No es magia -Me decía.-Son de verdad.
-¿Lees la mente?- Le pregunté entre esfuerzos con dos lobos retenidos en cada parte de la vaina.
-Solo cuando adivino los pensamientos.
-¡Pues lee esto!-Lo dije, reconozco que con ira, al mismo tiempo que la espada corta iba a él aunque la paró de la misma forma. Previsible porqué avisé. Lo que no paró fue la patada que recibió en la barriga, que lo separó un metro de mí y lo dejé dolorido algo agachado. Saqué la otra vaina, pretendiendo luchar con lo que pudiera y me abalancé sobre él.
Muy conveniente que me lanzara mi espada, quería recuperar mi armamento, así que soltando una vaina agarré ésta. Pero él volvió a tender la mano…ésta vez me separó como seis metros… sentí toda una corriente de aire frío y caliente a la vez comprimido.

-¡Suficiente!- Gritó el rey. Me vales como soldado, y no quiero heridos.
Dime un recurso más que sepas hacer sin desfallecer y tal vez vengas sin tener que derrotarle.

Da gusto volver del pueblo y encontrarse con esto!

Toda mi ira se fue al traste y volví a pensar en dormir en la hierba fresca.
-Sé…conjurar comida y agua por si acaso.-Dijo esto al mismo tiempo que salía agua en forma de vapor de su mano por arte de magia. Reúno los elementos de la naturaleza, sé comunicarme con animales y voy practicando de unos libros que me dio mi maestro.
-¿Y quién es tu maestro?-Preguntó Jostian.
-Tu tío.-Contestó.
-¿Mi hermano?- Dijo Líbian.

Es curioso que un campesino conociese al errante Mäght, la última vez que le vi yo era un niño y recuerdo sus largas barbas y su pelo largo canoso… más curioso es que supiese su relación con Jostian y su padre Líbian. Al menos creo que no sabía que yo era ahijado de Líbian.

-¿Qué sabes de mi hermano mayor? Ya puedes venir, lo de la comida es un detalle así que contesta esto si quieres.
-Sé…que le gustaba demasiado la magia de la oscuridad, que se fue en busca de los seres oscuros para buscar fuerza en vivo y no solo practicando de libros… Aunque siempre lo usará para hacer el bien. Yo nunca he necesitado conocer esa magia.
-Está bien, sé lo que has dicho. Él primero aprendió todos los artes del bien y luego quiso defender también a sus compañeros no solo sanando. Siempre buscó saciarse. ¿La última vez que lo vistes?
-Cuando me dio todos estos libros…
¡Puf! Cinco libros aparecieron en su mano, con el humo y todo de los magos de los cuentos. ¿Era real?. Pensé que el sueño tiraba demasiado de mí.

-Éstos son unos pocos, me los dio el año pasado, a horas de ahora, estará siguiendo su camino, si quiere visitar todos los santuarios…”esos” El siguiente será el de los vampiros, y probablemente como quiere dominar las magias de cada reino, habrá sido concienciado de que quieren atacar los elfos porque ya habrá hablado con alguno enturbiando su mente y sacando conclusiones. Así que nos lo encontraremos allí y nos ayudará probablemente, pero luego seguirá con lo suyo. Yo iré leyendo éstos libros por el camino. Tú o Jostian también deberíais.

-No gracias…¡Pero lo demás es bueno de saber! ¡Estoy contento! ¡Voy a ver a mi hermano! Y si tu eres su aprendiz debes ser buena persona.

-Kyros-me dijo Djafvik.- Los lobos no iban a morderte, solo mantenerte ocupado.
-No sé…-Se me escapó un bostezo.
-Kyros-ahora era Líbian el que se dirigía a mi.- Has hecho bien, te mereces cinco horas de descanso ¡Pero duerme ya!
Luego se giró hacia Moseph.
-¡Moseph! Tú también te lo mereces. Los demás, haced lo que queráis pero descansar no está de más, pues pronto nos pondremos en marcha ¡Y os aviso que será duro recuperar el tiempo de descanso!
Recogí mi arma, me fui al hueco de la hoguera, pero estaba apagada.
Djafvik vio mi cara de apenado.
-¡No es el fin del mundo!-Dijo. Tendió la mano y la hoguera volvió a arder.
-¡Gracias! Y bienvenido al grupo-Le sonreí.-Voy a tumbarme un poco.
Deposité la cabeza sobre una manta. Los demás hablaron un poco sobre Jostian y Líbian… Fui parpadeando de sueño mientras intentaba enterarme de algo pero como estaba estirado y agotado, me dormí ante mis compañeros. Mis amigos.

Fin del capítulo II.

¡Está muy bueno! Continuá escribiendo, Hitlands, que ésto parece tener futuro .

Tengo para pasaros hasta el capitulo séis incluido. (Estos están escritos y decentes para leer). En el 7ptimo termina la 1ra parte del libro. No obstante no solo trabajo día a día, sino que tengo hecho (sin corregir casi nada de faltas etc) hasta más allá del capítulo 16. (inicio de 3ra parte de 5). Y tengo bastante en mente toda la saga Haré una pausa entre cada parte de 1 semana para que me de tiempo a escribir más, pero eso no significa que no esté ausente de actividad, os pasaré unos test de mi libro del plan: Qué raza eres, que prota pega más contigo, que malote te tocaría etcétera

Relato de Kyros: Capítulo III: El pueblo del Rosco.

Son menos horas de las que un guerrero debe dormir para estar en plena forma pero me sentaron de maravilla. Así que cuando me despertaron, me sentí con fuerzas suficientes para resistir un huracán. Fue Ladsia quién me despertó. Y tengo que remarcar que me despertó con más cariño del que me esperaba de una guerrera.
A pesar de estar bastante fuerte, tenía una belleza sin igual para mi.
Podríamos decir que se acercaba a lo que sentía Jostian hacia Sirial de “belleza sin par”. Frase que repitió como seis veces cuando Sirial no miraba. Esperemos que las orejas elfas sean de adorno porque como escuchen mucho más….

Ladsia a diferencia de Sirial que era rubia tenía el pelo negro.
Una cara más bien pálida diferente de la de Sirial.
Unos ojos verdes mucho más oscuros que los de Sirial.
Los ojos azules son más de altos elfos.
Urane era como una mezcla de ambas. Algo morenita, castaña, ojos marrones…Humana cien por cien.

-El grupo no se puede quejar ¿Eh Kyros?-Me decía Djafvik mientras me incorporaba.
-¿Cómo?-Pregunté.
-¡Tenemos tres compañeras guapísimas!

Ante mi mirada al suelo y mi suspiro continuó:
-Te volví a adivinar el pensamiento ¿Verdad?
-Contéstame ¿Cómo lo haces?
-Es muuuy difícil-me dijo. –Me quedé mirándote la cara que tenias de absorto al mirar a Ladsia.
-Demasiadas casualidades ¿Qué crees que estaba pensando?
-No sé, no le mirabas la cara precisamente.
-Bah, ¿Cómo vas a adivinar el futuro si no puedes ver ni el presente…?
-Por fin reaccionas. El presente no es siempre lo que parece y yo NO soy adivino.
-Espero que no tenga doble sentido y acabes traicionándonos ¿Eh?-dije.
-No hombre, me refería a que parecía un campesino y ¡Mirame! Ahora me quieres ver echando las cartas del futuro.
-Preferiría verte en combate… -Dije. Y luego le pregunté algo que como grupo debimos haber formulado antes “¿Por qué nos acompañas?”
-En ésta misión de infiltración ¿Cuántos hombres tenéis que sepan volver invisible a una docena de hombres? Aunque solo si no se mueven-Añadió.
-No te he preguntado que nos aportas, te he preguntado que quieres.
-Bueno, bueno…supongo que aunque te dijera que lo hago por mi pueblo como vosotros o por el bien no sería suficiente… La verdad (sin negar lo anterior, claro) es que con vosotros me será más fácil encontrar a mi maestro Mäght y con ello…aprender más.
-Mäght…con ese nombre no hacerse mago es algo raro.
-Bueno, en un principio se llamó Líbian pero al ser ese el nombre/apodo del rey de nuestra dinastía…
-Qué me vas a contar a mi Djafvik…
-Tienes razón –Dijo dejando entrever una sonrisa.- Oye Kyros, deberíamos irnos antes de que…
-¡KYROOOOOOOOOSSSS!-El eco del grito de Líbian resonaba por todo el lugar. Casi sentí miedo.
-¡Djafvik! ¡Debería estar fuera ya! ¡La que me va a caer!-Dije riendo nervioso.
-¿Cómo puede ser que tardes tanto! Es increíble, ni siquiera tienes que vestirte ¿Qué estás haci…?

Cuando Líbian cruzó la esquina y no me vio se calló en seco. Con la boca abierta. El aire se le paró. Djafvik estaba poniendose su toga de forma arreglada. Y yo no estaba allí.
-¿Dónde está kyros?-Preguntó Líbian.
-No sé, yo voy a escudriñar un par de libros mientras le encuentras.
-No. Ayúdame a buscarle por favor.

Djafvik me tele transportó justo detrás del rey. Medio metro aproximadamente. No sabía hacerlo más lejano de momento.
Me retiré con sigilo a hurtadillas y me aparté de sospechas. Aunque Gálem me miró con cara de sorpresa.
-¿Me llamabas Líbian?- La respuesta a mi pregunta era algo evidente.
Sinceramente, yo tampoco sé como pudo llegar a salir bien.
Hablamos un rato y le conté lo que pasó.


-Djafvik, deja de lanzarme hechizos como éste antes de que me…
-¿De que te vea Ladsia haciendo el niño?-Cortó Djafvik.
Y luego Líbian se auto invitó a la conversación.
-Kyros no te preocupes. Si llega a ser Sirial a lo mejor tienes problemas con Jostian pero creo que Ladsia no va detrás de nadie.
Podríais hacer buena pareja si te arreglaras un poco Kyros. Que parece más ella princesa que tú principe.
-Solo falta que me llames príncipe usurpador.
-Si te casas con ella y te vas con Gálem a lo mejor te sale bien.
-¿Mi rey? ¿Y entonces, a quién mato primero a Djafvik o a usted?
-Fuera tonterías-Dijo.- Haz algo Djafvik que tenemos prisa.
¡Puf!
No me dio tiempo a equipar mis espadas y Djafvik me puso las espadas en el cinto, aunque de forma incorrecta.
-¡Así practicas con tu mano mala! –Dijo.

Me volvió a leer el pensamiento o lo hizo aposta, no lo sé. Pero si discutía otra vez el rey acabaría retándome a un duelo para rematarme tras el combate contra Djafvik.

¡Zof! Un rayo de agua apagó la hoguera.
Me cambié las espadas de sitio, me acurruqué el arco en la espalda que dejé antes del combate y salí de ese agujero sin nieve.

-¡¿Qué pasó hermano?!-Preguntó Jostian mientras andábamos siguiendo al rey.
-Hola Jostian.-Dije.
-Se enamoró.-Interrumpió Djafvik.
-Djafvik…
-Amigo, recuerda que compartimos muchas cosas- me dijo Jostian a la oreja.-Pero Sirial…
-Djafvik habla de Ladsia. Pero no es nada. Es solo que Djafvik…
-…No se calla.-Cortó el mago.
-Y encima me lee la mente, esto es desesperante.
-Tranquilo. Mira el cielo, hay sol. Reláajate. Respira hondo, recuerda que Sirial es mía ¡Y todo irá bien!
-¿Y si me gustara Sirial?-Pregunté con tono desafiante bromeando.
-Me sabe mal por ti-Dijo Jostian- Pero a diferencia de ti, yo he tenido ¡una! Relación amorosa duradera de más de un año. Espero que no se te haya pasado por la cabeza que me enfadaría contigo.
-Perdona…Djafvik me tiene harto.
-No hay nada que perdonar. No busco leer mentes yo. El mago no sé.

Después de estas palabras Djafvik comenzó a hablarle a Jostian sobre un hechizo que iba a dominar sobre enamoramientos o algo así…


-¡Vamos, Vamos! ¡Aligerad el paso que ya falta poco para el pueblo del rosco!-Gritó Gálem.


Pasábamos a través de más y más árboles nevados, llegamos a una tierra más baja, sin nieve (posiblemente derretida por el sol) y dejámos atrás los árboles. Vimos la llanura seca y al fondo, el pueblo del rosco. Parecía que estuviese…arrasado por un viento de guerra.

Vi una sombra a lo lejos. Se acercaba…podría decir que de forma…pobre, como si cojeara o algo. Pero iba rápido.
Nos quedamos parados. Y a medida que se acercaba, vimos como sacaba una espada y la balanceaba de forma amenazante.

Cuando ese hombre debía estar a seis metros gritando con ira y maldiciéndonos con insultos Hélebrin trató de asestarle un golpe contundente para dejarle inconsciente. Aunque la fuerza de Hélebrin es superior a la del cuello del peor tiburón, se controló.
Quizá por eso el hombre desvió bien auque se cayó al suelo. El hombre estaba mentalmente abatido, como si llevara días sin dormir peleando.
Me fijé que tenía una flecha en el hombro y el tobillo vendado. Se levantó con una actitud vagamente defensiva y algo amenazante. Nos miró a todos, con la cabeza gacha y jadeante. Sudaba. Creo que tenía fiebre. Vio que algunos nos mostramos sorprendidos otros serios y también vio que no estábamos para bromas.

-Vosotros…-Dijo-. Nos sois bandidos… ¡No seréis nada mejor si nos habéis dejado estar así!
Dicho esto, puso una rodilla al suelo.

-¿Qué ha ocurrido aquí?-Preguntó Líbian.
-Soy Nubo un habitante del pueblo del rosco. Íbamos siempre en busca de ayuda de forma desesperada pero los bandidos nos atacaban continuamente, y quien salía hacia el bosque nunca volvía.
-Soy el Rey Líbian, contéstame correctamente como has hecho hasta ahora y tal vez pueda hacer algo. Te escucho.

-Rey Líbian…-Interrumpió Sirial. ¿Y los elfos?
-¿Y mi tierra?-contestó.-Continua Nubo.

Nubo comenzó a hablar deprisa acelerándose por ratos nervioso.
-Cuándo dejamos de ceder a los chantajes de los bandidos, esos que no son leales a ninguna corona ni ninguna tierra…decidieron atacarnos. Hasta hoy, hemos repelido muchas oleadas…perdí la cuenta a la séptima… Pero ya solo somos once…¡ONCE! En este mísero pueblo ya no queda casi nadie con vida. Desde que los mejores guardias han caído yo he liderado las últimas defensas como he podido…tenía más experiencia.
-¿A dónde ibas ahora?-Preguntó Gálem.
-Se preparan para la última oleada. Nos subestimaron y ya no lo harán. Serán casi cien. Había que pedir auxilio, huir donde fuese. El pueblo tiene más de diez caballos escondidos. Son para ellos, para que escapen cuando puedan. Ahora que se reagrupan en la montaña puede ser el momento idóneo…pero…-Nubo dejó caer un gemido entre un jadeo. Estaba cogiendo un ataque de ansiedad.
-No podemos huir porque tienen todo lo que somos nuestras mujeres. Y no pueden salir indemnes. No…no…no. Por cada uno que mate estaré más cerca de hacer justicia. Mi justicia porque nadie más vino.

-Te acompañaremos al pueblo…por ahora. Y trataremos el tema con delicadeza.
Hélebrin puso mala cara.
-Como gustéis…señor.

Descendimos la cuesta mientras mirábamos en silencio el pueblo. Su estado, su desgracia. Estaba igual que Nubo. Destrozado, maloliente y sucio por las batallas, desgastado…y lleno de sangre. Yo e Ybskhäar tuvimos que llevar a Nubo. Apenas podía andar y creo que perdía la consciencia por momentos..

Seis minutos más tarde ya estábamos a lo que llamaban puertas del pueblo. Solo que ahora la puerta estaba en el suelo y cada lado de ella partida en dos.

-Bienvenidos a mi pueblo…
Podríamos llamarlo…cálida bienvenida. Aún salía humo de algunas casas, el fuego pero, parecía haber cesado.

Todas las casas…caídas, quemadas, madera rota…peor que la pobreza y la miseria. Catástrofe que los vientos de guerra llevaron a las afueras de nuestro reino.

Gálem puso pausa al silencio previo a pesar de que supondría más pena.

-Nubo ¿Dónde están las lápidas de vuestra gente?

Nubo estrujó el mango de su espada con fuerza y respondió la pregunta con los ojos llorosos.

-¿Cuáles? ¿Las de nuestros enemigos? ¿O las de nuestros camaradas? ¿O tal vez nuestras mujeres que no les pareció de su agrado?  ¿La de nuestros hijos? ¿O las que profanaron y saquearon esos desgraciados bandidos?

Gálem ya no contestó a eso.

-Pues te lo diré por orden.
A los enemigos, les hemos apilonado y quemado a las afueras.
A nuestros camaradas les hemos quemado, en solitario. Haciéndoles honor.
A nuestras mujeres…-Si la espada no fuese de hierro y fuese de cobre, ahora mismo se hubiese roto.- A nuestras mujeres que les parecieron dignas de utensilios, les debemos este descanso. Todas menos dos, están en su campamento. Algunas maniatadas a una madera maltratadas con arañazos, otras son un juguete para ellas, otras muertas supongo. No sé si alegrarme de que no sean caníbales. Quizá podrían haber tenido una muerte rápida…
Las ancianas u otras buenas mujeres que no les apetecieron están quemadas como cada buen hombre que murió aquí.
Nuestros hijos. Todo menor de dieciséis años fue enterrado en la iglesia. No hubo pleitesía. Los demás podían luchar y fueron quemados también.
Los profanados fueron resepultados en el cementerio. Resepultados…que horrible palabra he tenido que conocer…

Buen capítulo! La cosa se pone interesante, al final los juntarás todos no?

¿Qué quieres decir?

Me refiero a que si cogerás todos los capítulos en un libro.

Claro como bien dije, es una saga. Compuesta de 5 libros. Lo que he puesto es aproximadamente hasta hoy es el 7% del primer libro

Se hizo un silencio prolongado.
Pasados cien metros vimos cinco edificios cuatro de ellos bastante estables. La iglesia derrumbada, que en verdad era un campanario. Un edificio central bastante grande que era el ayuntamiento, dos casas y lo que parecía un mercadillo.
Todas ellas eran redondas y de forma circular. De ahí el nombre de “el rosco”. Que solía verse desde la colina..de no ser porque estaba todo en ruinas.

-La casa central. Aquí están los supervivientes.
Abrió la puerta con una llave grande, empujó con fuerza. Parecía casi atrancada.
-Está vieja…pero es fuerte. Subid, nos  encontraremos con ellos. Dos mujeres, tres niños, cuatro campesinos, uno de ellos mi hijo de 14 años y un soldado del pueblo.

Subimos unas escaleras de caracol. Dos pisos hasta llegar al tercero dónde había el supuesto soldado. Con un casco metálico, una armadura de malla y botas de cuero.
Estaba armado con una pequeña lanza. En mi ciudad con esa indumentaria no se le aceptaba ni como guardia de una vivienda de paje. El chico debería tener veintitantos años. No era un guardia veterano, era casi un miliciano. Aquí los guardias cayeron hace tiempo me temo. Y este debería haber ascendido hace poco o sería un sustituto.

-¿Mil, están los demás arriba?
-Vaya Nubo, cuando te vi por la ventana me preguntaba porque habrías tardado tan poco. ¿De dónde has sacado ésta gente? Increíble. Parecen fuertes y de bandidos poco tienen desde luego. ¿Mercenarios no verdad?-Dijo mirando a Hélebrin.

Yo pensaba que ese chico estaba nervioso al ver a Nubo y luego se animó al ver tropas… ¿Pero llamarnos mercenarios? No dijimos nada porque la mayoría íbamos con ropas para movernos rápido.

El problema-continuó- es que son más de cien bandidos los restantes, ¿Lo sabes no?
-¿Hay más tiempo? –Preguntó Nubo.
-¡Moriríamos de todas formas!- Contestó Mil. Lo bueno sería haber vuelto con un ejercito, y aunque nosotros muertos, ¡Que ajusticiaran a los sanguinarios bandidos!
-¿Dónde están los demás?
-Eso es lo importante. Están en la buhardilla, a salvo. Estoy vigilando. Desde aquí nadie me ve. Voy de ventana en ventana...he hecho agujeros en las cortinas. Espero que mi lanza atraviese algo más mañana.
-Mil, sabrán que estamos aquí, hemos derrotado a duras penas la pasada oleada…
-No creo, los pasos ya no están vigilados. Podríamos haber huido.
-Un momento-interrumpió Bästis- ¿Estáis seguros que no queréis huir?
-Está claro que lo haríamos si no fuera porque nuestras mujeres están ahí atrapadas esperando a que ocurra un milagro. Y nosotros también para ganar ésta contienda. Si alguna queda con vida, iremos a por ella.
-He contemplado ese hecho…pero puedo contar los que podíais luchar con mis dedos de la mano. En cambio, ni con todos vuestros dedos podéis contar al bando enemigo.
-Tardaríais semanas en mandar refuerzos vosotros.-contestó.
-Y no podemos permitir desguarnecer más sitios.-Dijo Líbian.
-Hoy vienen a saquear, quemar o tomar lo que queda. Es nuestra oportunidad para emboscarles-dijo Mil.
-Subamos arriba a ver los demás. Y lo hablamos juntos- Dijo Nubo.

Esta vez las escaleras estaban ocultas y subirlas era más costoso.
Nubo iba en cabeza.
-Nubo-dijo Urane. ¿Cómo piensas subir? Déja que te eche una ma…
¡Zas! Se arrancó la flecha del hombro con una mueca de dolor y un rugido de ira.
-Así, señorita.

Subió costosamente, con una mano y con una rodilla herida casi arrastrándola.
Al llegar arriba hizo un suspiro de alivio.
Fuimos subiendo uno a uno. Cuando ya solo faltaba yo, le vi tumbado en el suelo y una de las mujeres, la mayor le estaba tratando la herida del hombro.
-Podrías haber empeorado la herida-Dijo Ybskhäar.
-Bah, que importa. A fin de cuentas no pasaremos de hoy.
Nubo se incorporó un poco y miró a sus lados tenso.
-¿Dónde está Imlel?-preguntó.

Mil volvió a ponerse nervioso.
-¿Cómo? ¡Nos dijo que iba contigo y se fue!
-¡¿Qué me estáis diciendo?!
-Nos dijo que iba contigo, Nubo.
-Mil, dime ¿¡Qué ruta tomó!?
-No estaba mirando, estaba asegurando el estado de la puerta.
-Haciendo agujeros en las puñeteras cortinas, ¿Y no puedes mirar donde va un chaval de catorce años, Mil?

Nubo se incorporó de golpe. De una patada abrió la trampilla,
dispuesto a lanzarse en búsqueda de su hijo al campamento enemigo,
pero Líbian le cogió de la parte trasera de su camisa y lo sentó contra el suelo.

-¿Tienes menos cabeza que tu hijo? Espera al maldito asalto, luego iremos.

Hélebrin se inquietaba por su pueblo.
Nubo refunfuñó pero de muy mala gana.
-Voy a poner orden aquí-Dijo Gálem. Tracemos un pequeño plan.
¿No hay mucho tiempo no?
-Cuando el sol se caiga estarán aquí ya...-Dijo una anciana.
-Bien Mil, todos, escuchadme:
Las dos mujeres que estáis aquí sois mayores para luchar. Aguardad aquí.
-Gracias a dios que se da usted cuenta. Un antiguo guardia lo dudaba.
-Nubo-continuó, estás demasiado herido. Niños y niñas os quedaréis con éstas señoras ¿De acuerdo?
Los pequeños asintieron con cara de miedo y callados.
-Bästis, quédate en el piso de abajo, bloqueando la puerta, si viene alguien y llama a la puerta ya sabes como recibirles…
-Deja que decida por mi mismo que hacer en MI batalla.-Dijo Nubo.
-Me cuesta creer que llegaras a subir hasta aquí. Además, es mi ayuda la que tienes. Y que no se te ocurra decir que no la necesitas.

Nubo se mantuvo callado, y Gálem siguió explicando el plan.

Los tres campesinos id al mercado y que os acompañe Uráne Ybskhäar, Jûhrm, Djafvik que es medio campesino y os sentiréis cómodos con él y con Moseph también.
Ladsia Kyros yo y Hélebrin esperaremos en la casa noreste.
Mil, Líbian si os parece bien, junto con Sirial y Jostian en la iglesia.

Jostian sonrío levemente.

-Allí está el rehén que tenemos muerto de asco.-Dijo Nubo.
-Bueno ¿Y qué información sacasteis?
-Lo comentado…vendrán justo antes de la puesta de sol, y lo de las mujeres…sus ubicaciones.
-¿Vais a liberarle?
-Si no ha escapado ya…ya veremos, supongo que lo mataremos. No había efectivos para vigilarle.

-Será juzgado y castigado en Ciudad de Plata. Tema zanjado. Sigamos con el plan.-Líbian tenía prisa por si no nos daba tiempo a organizarnos.

-¿Y en la otra casa?-Preguntó una de las mujeres, la más anciana de ellas.
-Nada, para que pierdan tiempo buscando. Y quitarnos unos de encima momentáneamente. Podríamos poner objetos de valor ahí entre chatarra inútil ¿Tenéis armas arrojadizas?
-Seis arcos. Y utensilios de cocina como cuchillos y poco más.
-Bien, para los campesinos, nosotros ya tenemos. Coged espadas.
-En el sótano hay las que se encontraban en mejor condición. Pero ya tenemos aquí las nuestras.
-Bien marchad ya e id a las posiciones que os he dicho. ¡Con garbo! ¡Que no hay tiempo!

Con silencio obedecieron y bajaron lo más rápido posible. Nubo permaneció con cara de disgusto mientras le curaban con unos trapos mojados y vino las heridas.

En seis minutos los campesinos estaban en sus posiciones, yo en mi lugar con los demás. Todo listo.
Miré tras las colinas, donde el rehén sabía que estaba el campamento y así parecía porque ya ví bajar una locura de bandidos con garrotes, armas punzantes, machetes, algunas espadas y algunas otras armas. Parecían bestias enfurecidas, gritando y corriendo cuesta abajo. Esos sucios bárbaros sin ética se acercaban al pueblo.
El sol comenzaba a bajar con ellos…y con ellos iba a caer.

Fin del tercer capítulo.

Relato de Kyros. Capítulo IV. En defensa de mi pueblo.

-Hélebrin ¿Cuántos cuentas?
Estábamos escondidos en la casa, no sé si iban a quemar las casas o inspeccionarlas para coger bienes.
-Menos de diez minutos si son simples bandidos sin cabeza y si vosotros fuerais mis soldados.

-Hora de veros en acción chicos.-Sonrió Gálem con picardía empuñando su montante.

Hélebrin agarró su alabarda y Ladsia desenvainó sus terribles espadas gemelas.
Yo me decanté por mi espada y mi escudo.
-Ya están aquí-Susurro Gálem  mirándome con la misma sonrisa.

Se oyó un abrir de puerta lento…y una madera pisada con sigilo pero algo pesado. Cuidaban que nadie les atacara. Tenían una guardia alta pero no iban a estar para nada a la altura.
La primera batalla contra enemigos estaba servida.

Los bandidos fueron entrando. Gálem y yo estábamos en otra habitación, Gálem tras la pared y yo debajo la mesa. . Gálem me miró, asintió con la cabeza poniendo dureza en su rostro y brazos. Dejó de mirarme y;
-¡AAAH!-Un grito heroico nació de la voz de Gálem, mientras giraba a gran velocidad la esquina y hería a cuatro bandidos a la vez en el abdomen. Una herida muy profunda, si no tenían atención médica inmediata morirían ahí. Pero nadie les iba a ayudar ahora.

Un segundo más tarde, Ladsia que estaba en el piso de arriba saltó por la barandilla y atravesó casi desmembrando a dos bandidos. Una espada ensartada la sacó apoyándose con su pie en el tronco de su oponente. La otra simplemente salió por un costado del enemigo.

-¡Emboscada! -¡Hay gente en el pueblo!-Gritó uno de nuestros “amigos”.
-Ya no tanta-Dijo Hélebrin al atravesar ese cuerpo con su mortal arma élfica.

Cuando los bandidos entraron incluso por la ventana trasera, rajé  cinco o seis tobillos que estaban al lado de la mesa donde me ocultaba. Seguidamente me levanté rápidamente tirando la mesa encima los dos enemigos que tenía detrás.

Así, codo con codo, acero con soberbia, fuimos despejando la casa de gente ajena a nuestra patria.

No estaban al nivel. Incluso cuando Ladsia detecto que no había arqueros salimos de la casa para repeler de manera más rápida. Posiblemente Sirial había acribillado a los arqueros.

Formamos un cuadrado en la entrada cubriéndonos las espaldas. Cuando nuestras espaldas se juntaban, nos impulsábamos con la espalda del compañero y desarmábamos al enemigo o le rompíamos la guarda o en el mejor de los casos caía en el suelo listo para rematar.

-No os lo toméis con calma, chusma. ¡El Segador acabará con todos vosotros!-Dijo un bandido abatido.
-No sabemos quien es…y menos nos importa.-Y Gálem clavó su espada en el cuerpo yaciente del suelo.

Seguíamos acorralados, pero ya teníamos un perímetro para respirar.

Mientras tanto en el mercado, unos bandidos cogían lo que otro día no vieron. Pero no era más que una trampa rápida ingeniada por Moseph y comida mágica de Djafvik. Algunos clavos o venenos estaban depositados en las frutas más brillantes y dos bandidos se percataron…al pegarle un mordisco.

-¡Maldita sea éste dolor y este pueblo! ¡Son odiosos!
-¡No más que vosotros!-Contestó uno de los campesinos cuando con los otros salieron de entre las frutas. Uno con una espada, otro con un hacha y el último con dos cuchillos y se lo sortearon.

-¡Necios! ¡Tenéis la espalda descubierta!
Uno de los bandidos iba a atacarles mientras estaban encima del enemigo y otros dos iban detrás.

-¿Necio? Y la espalda ¿De quién?
Moseph saltó desde un toldo y cayó como cuando solía “entrenarme” solo que ésta vez iba con dos cuchillos que fueron debajo del occipital de esos ex bandidos. Al que iba primero lo apuñaló rápidamente y limpiamente en el corazón. Luego sacó su cimitarra.

Otros dos bandidos iban a añadirse a la escaramuza cuando Uráne salió debajo de un escaparate cubierto y lanzó una cuerda pegajosa cubierta de hierros punzantes. Tiró de ella y los agresores cayeron al suelo. Puso un pie encima de cada uno y dejó caer dos cuchillos en sus gargantas. Uno casi los esquiva.

-Ya sé que podías solo Moseph, no me mires así…
El pobre tenía una cara de amargura, como si le acabaran de coger la última cerveza de la taberna cerveza helada en plata tallada.

Cuatro nuevos bandidos arremetían contra los campesinos. Entonces Djafvik que estaba invisible momentáneamente lanzó un hechizo que los lanzó atrás, similar a lo que me hizo en nuestro duelo. Luego transformó el suelo en unas arenas movedizas donde empezaron a hundirse. Para evitar sufrimiento (aunque tal vez alguien crea que se lo merecían) lanzó una llamarada de un calor insoportable y denso. Murieron en el acto. Todo seguido, solidificó el suelo y no quedó rastro.

Solo faltaba Ybskhäar del grupo para demostrar sus habilidades a los bárbaros, y con su buena espada y su talento para desenvolverse bien, se iba abriendo un camino. Ni siquiera le hacía falta usar sus puñales o sus garras ideales para espacios cerrados.

-¿Puedes usar magia siempre que quieras Djafvik?-Preguntó Ybskhäar.
-Va por grabados amigo Ybskhäar…en mi cuerpo tengo tatuajes tribales mágicos que evolucionaron de las runas que antes debían llevarse en mano. Según el tipo de hechizo que hago, se calienta un tatuaje, se congela, se hace más pesado… si lo repito muy seguido, puedo causarme fuertes daños. Un mago tiene dos runas de cada elemento y cada runa tiene diez segundos de reutilización…o se rompe. Pero al menos no causa daño al mago. La magia de tatuajes tribales necesita que el cuerpo se acostumbre con la experiencia. Las runas permiten que el hechizo sea lo grande que se quiera dependiendo de la habilidad del mago, en mi caso, depende no solo de la habilidad, si no del dolor que pueda tolerar…
Existe la magia arcana que requiere otro uso de runas… el de la luz y el de la sombra. Estos dos últimos solo mi maestro los sabe usar.
-¿Qué pasa si usas todas las runas a la vez o todos los tatuajes?-Preguntaba Ybskhäar mientras despachaba un par de bandidos más.
-Pues…las runas se vuelven negras y se inutilizan, quedo sin defensas. Bueno… está mi bastón claro que me ayuda a canalizar magia interna y estaría limitado a fuerza física. Nunca lo he probado es muy peligroso dado que nunca se puede reutilizar. Según mi maestro Mäght, solo un buen maestro puede hacer magia sin runas.
Con los tatuajes pues pasa lo mismo. Se vuelven negros, duele muchísimo y me quedo exhaustísimo.
-Interesante…-Añadió Ybskhäar.
-¡Úsalos todos Djafvik! –Gritó Moseph.
Djafvik uso un hechizo de agua y tiró a Moseph al suelo.
-¡No desfallezcáis! –Gritó Gálem como si nada hubiera ocurrido.

Otros diez bandidos locos fueron de cabeza a Djafvik.
Tras esto usó magia de tierra para causar un impacto y tras eso, uso aire para estamparlos contra escaparates del mercado.

El siguiente bandido iba con una daga afilada y se acercaba peligrosamente a apuñalar a Djafvik por la espalda.
Cuando la hoja ya casi tenía al mago, el golpe del cielo recayó encima de ellos. Moseph le salvó la vida.
-¡No digas que sabías que te iba a salvar!
-En combate me queda bastante que aprender… No sé cubrirme del todo. Soy más de apoyo…

Djafvik murmuró unas palabras y dio poderes a Moseph momentáneamente. Ahora casi flotaba, podía saltar mucho más y moverse más rápido y ligero. Hacía virguerias saltando entre enemigos y eliminando otros más.
Luego de éste espectáculo que duró poco menos de medio minuto, Djafvik silbó fuerte y salieron los dos geniales lobos de la nada y se pusieron a cubrir a Djafvik.
Poco a poco, el grupo de los defensores del mercado iba ganando ventaja. Urane con sus artilugios y agilidad, Moseph un gran acróbata, Djafvik un mago aprendiz pero peligroso, Ybskhäar un soberbio rival que mataba a una velocidad tremenda. Y Jûhrm, un guerrero tan temeroso como poderoso que con sus dos grandes hachas, eliminaba a los enemigos fulminándolos.

Los bandidos, cuando se dieron cuenta que había gente en el pueblo se pusieron a buscar toda la casa vacía. ¿Y qué buscaban? Todo lo que tuviera valor.

-¡Oh no! –Se sobresaltó Urane. ¿Y-Y si Imlel está ahí?
-Tal vez sea un poco tarde para pensar eso, ¿no?-Dijo un aldeano herido.
Ybskhäar en ese mismo instante, como una flecha inmortal que atraviesa una tormenta invernal fue abriéndose paso a toda velocidad entre los “copos de nieve”… que los iba despedazando sin problema, ya sea en carrera, en medio de una vuelta, en medio de un salto o sin mirar.
No fallaba ningún golpe. En un minuto ya se plantó en la casa aunque rodeado de enemigos. Por ello, cerró la puerta para contenerlos un momento. Mató a un bandido que había entrado y apuntaló la casa con un armario mientras Sirial disparaba a matar a los que intentaran entrar por puertas o ventanas que Ybskhäar cerró cuando se percató de que los bandidos intentaban entrar por todos los medios.

Entonces, algunos bandidos comenzaron a lanzar antorchas ardiendo aun sabiendo que tenían camaradas con vida dentro y la casa tenía pinta de que se iba a quemar rápido.  

Todos estábamos ocupados para rescatarle.  Además ahora los bandidos tras derrumbar la puerta de la casa central, comenzaron a lanzarse contra Bästisnäll.

Comenzamos a preocuparnos por Nubo y los demás pero debíamos concentrarnos, no iban a poder fácilmente la bestia de Bästisnäll. Aunque su especialidad es lanzar lanzas, jabalinas o hachas, es el más fuerte del grupo y puede lanzar a cualquier enemigos a varios metros de distancia. La puerta permanecía protegida.

Los dos lobos de Djafvik fueron en busca de Ybskhäar para ayudarle.
Llegaron incluso más veloces que Ybskhäar, uno saltando entre bandidos y otro corriendo a toda prisa en zig-zag entre piernas de los enemigos y cómo éstos eran tantos, no pudieron reaccionar y coordinarse.
Cuando llegaron a la casa, saltaron por las ventanas rompiendo los cristales, y dos bandidos salieron despedidos por la ventana.

Entonces se abalanzó uno de los enemigos. Lo esquivé y contraataqué con un mandoble y un sablazo.
Y mientras luchaba contra todo lo que iba viniendo, miré que tal iban las cosas en la iglesia.

El sol casi estaba del todo escondido tras la montaña y en ese ambiente de penumbra la iglesia caída comenzaba a ser atacada.
Mil, con su lanza en guardia, rechazó al primer bandido con alguna pequeña dificultad.
-¡Me pido los diez primeros padre! ¡Y el jefe si lo hay! ¡Ese sobretodo!- Dijo Jostian.
-¡Hijo! ¿Tomo el hacha o la espada?
-La espada Líbian, ¡Siempre es mejor a la hora de parar ataques ante la multitud.!
-Bien pues, tomaré el hacha.-Y enfundó la espada.
-No tienes remedio…-Contestó Jostian que desenfundó su espada de guerra que le suplicaba acción.

Sirial se subió con unos gráciles saltos de gacela entre los escombros a la parte más alta de lo que quedaba, junto a una vitrina de cristal. Tensó su arco y se preparó para disparar.
El arco se podía separar en caso de peligro en dos  porras algo cortantes. Las flechas de Sirial eran de aire comprimido que creaba mágicamente ella misma, no sé como lo hacía…y la cuerda era igualmente interesante, hecha también de magia élfica. Este viaje iba a estar repleto de magia y me encantaría…
Sirial cubriría desde esa posición a sus compañeros.

Líbian, que se encontraba a la derecha, bloqueo tres ataques con su perfeccionado escudo, y con una bárbara fuerza, devolvió las mazas y espadas contra los propios enemigos. Después de eso, con dos enemigos caídos y uno incorporándose, le puso un pie encima del que se incorporaba y se impulsó con un grandioso salto que sirvió para cargar contra los enemigos a la vez que balanceando su hacha hería a otro.

Jostian no quiso quedarse atrás. Bloqueó un ataque de un bandido, lo desarmó con su escudo y de un giro mató a dos brutos más que no eran muy listos.
Mil, que era el menos hábil, se encargaba de un enemigo que quedase suelto
o de rematar los que caían por sus compañeros.
Al mismo tiempo le echaba un ojo al rehén que estaba a sus espaldas, mirando esperanzado a sus compañeros.
Sirial disparaba dos de cada tres flechas a salvar a Mil las veces que éste bajaba la guardia.
Así siguieron las cosas durante dos decenas de enemigos más.

Cuando ya tenían un pequeño hueco de defensa y aire libre, el cielo ya se volvió oscuro…demasiado rápido y juraría que tenía un tono violeta.

La vitrina tras de Sirial se partió en mil pedacitos disparados a toda velocidad, cortando varias veces a Sirial, aunque no parecía potencialmente peligroso y no le dieron en los ojos. Lo peligroso era lo que saltó por la ventana ahora rota que cayó justo en medio de la iglesia.

Era un ser misterioso, desde luego. A quién le atribuíamos el tono raro del cielo, como superstición. Iba completamente de negro además de encapuchado, llevaba una guadaña con una cadena de hierro al final y una bola metálica con pinchos. Parecía un tipo diferente a los demás y supuse que iba a ser su líder.
Dos segundos más tarde, cuando incluso los enemigos le miraban a él saltaron otros dos bandidos con ropas más acordes a los anteriores, cuero y algo de malla, armados con un palo bien tallado con pinchos.

El segador se incorporó, hizo un gesto brusco ascendente con la cabeza y luego la bajó lentamente.

Los dos bandidos del segador cargaron contra Líbian y Jostian. Jostian preocupado por Sirial, algo rabioso, se adelantó con ira delante de Líbian y luchó contra los dos, solo con la espada empuñada con las dos manos y el escudo en la espalda y los suprimió de sus preocupaciones en menos de diez segundos.
Luego su mirada apuntó al segador por haber herido a su querida compañera.

Mil, lanza en mano y vigor en cada entraña se adelantó a toda prisa aprovechando la incertidumbre de entonces y cargó contra el enigmático ser con decisión y fuerza. Por sorpresa de todos, el rehén le hizo la zancadilla desequilibrando a Mil que, corriendo y aguantando el equilibrio no estuvo a la altura de poder atacar en condiciones se paró en seco y por sorpresa de todos  Mil bloqueó un ataque del segador a pesar de que  partió por la mitad su lanza y Mil tuvo que retirarse boca arriba gateando hacia atrás a toda prisa.
-¡Ahora segador! ¡Libérame de estas ataduras y te ayudaré!-Suplicó el rehén.
Y así fue, las ataduras cayeron al suelo partidas por la mitad, y el rehén también. No es fácil cortar alguien por la mitad, se requiere una fuerza monstruosa o magia.

Una voz desgarrada pero ni grave ni aguda como venida de otro mundo, tenebrosa como una noche en un universo solitario todavía trajo más inseguridad.
-No te he pedido ayuda…

Avanzaba ahora despacio contra el enemigo con la guadaña a la altura de su cintura y una cadena con lo que parecía una cruz invertida se pudo apreciar fuera de su tunica. Tenía un color violeta como el cielo y tenia adornos de plata.


Jostian que todavía se había enfadado más por el deshonor de tal acto, matar a un compañero por fachada y encima indefenso… volvió a ponerse escudo en mano.

-¿Crees que das más miedo matando a los tuyos? ¿Qué impones respeto? Infundado de mala gana es, sin duda.-Dijo Jostian tentando al Segador.

-No tenía ni un arañazo, algo muy sospechoso para alguien que ha sido interrogado… y tampoco tenía derecho a ayudarme…no se lo ordené. Me hacía mejor favor muerto, como vosotros. Como la casa Líbian.

Líbian más serio de lo normal por sentir a su familia amenazada personalmente tomó el rol que le tocaba.
-Hijo mio, déjale esto a tu padre. Sé que te mueres de ganas de matarle, pero más ganas tiene la muerte de ti si te domina el odio. Y más ganas tienes de que Sirial esté bien. Entonces ve a buscarla y mira como está.

-Gracias padre…pero los bandidos están acercándose. Tengo que frenarlos.

Mil sacó una daga de su cintura y la empuñó junto a la media lanza.  Rodeó la pequeña iglesia ya saqueada por los laterales de los bancos alejándose del llamado Segador y se plantó firme en la puerta.
-Yo me encargaré, como…como pueda…-Dijo.
-Coge esto.-El rey le lanzó su hacha y mil se puso en guardia.

El segador en ese rato no se había movido ni un centímetro, no se le notaba ni la respiración estaba quieto como una estatua negra.

-Así que tú, eres el líder de estos perros ¿eh?- Líbian desenfundaba su espada de reyes lentamente.
-Son mis marionetas para hundirte Líbian, no son nada comparado con mis compañeros, marionetas, Líbian. Tu nombre real me molesta ahora y lleva haciéndolo un tiempo.
¿Sabes cuál es mi misión? Imponer a los de mi raza superior en este mundo, los que no sentimos dolor y para eso debo destruirte y así caerá tu reino junto a los elfos, los enanos… Y lo que quede, morirá por si mismo. Y se unirán todos a mi ejército. Esto de este pueblo, es solo una pepita en una mina…

-Tu voz no me da miedo. Tu arma, tampoco. Tus ropajes, me dan pena. Tu objetivo me garantiza poner fin a tu destino.

¡Esperemos que continue esta bellísima obra!

Queremos más Hitlands! Más de esta maravillosa historia!

Sí,Sí, XD me vais a poner rojo. Pasado mañana subo un poco más
A proposito. Este nuevo enemigo... Es el malo malísimo