No se como saldra esto, si interesara a alguien, o pasara desapercibido, pero me puse a jugar mi tercera partida a L'Aigle y me dieron ganas de escribir. Claramente me han inspirado otras personas,que ya han escrito sus vivencias en otras narraciones, tanto aqui como en otros foros, pero es algo que es este momento me apetece hacer.
Voy a mezclar inventiva con datos mas o menos historicos, y relataré /o ajustare la partida a la historia.
Espero que los mas "historicistas" perdoneis mis licencias narrativas, los mas "cultos", mis fallos narrativos, y los mas "jugones", la posible falta de accion.
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Mi nombre es Otto, y soy un bastardo.
Cap. 1
"Diario de Otto von Hohenzollern."
Viena, 9 de abril de 1809.
Me soltaron en medio de la noche, como si fuera un criminal. Me quitaron la capucha de la cabeza y me tiraron del caballo. Todo me dió vueltas y me rompi el traje y rasguñé manos, cara y piernas.
Tras unos segundos de ira, en la cual fuí a tirar mano de la inexistente espada de mi costado, reflexioné.
"Tranquilo, Otto, estás vivo", pensé.
En la oscuridad de la noche, me sentía solo e indefenso, una sensación a la que no estaba acostumbrado.
Los ruidos nocturnos y las sombras alargadas de los cipreses, me sobresaltaban y excitaban mi espiritu.
Todo pasó como un sueño, y al cabo de unos instantes, o minutos, u horas ... escuché el galope de bestias que se acercaban.
Me planté en medio del camino, como hidalgo que era, separe las piernas y puse mis músculos en tensión. No tenía espada, pero aún tenia unos puños que mi Augusto padre y Dios me habían dado, y vendería cara mi piel.
- Ehhhh oooohhhhh .... escuché a pocos metros de mí .... los caballos retuvieron el galope, y mi buen Liebknecht (mi antiguo tutor cuando estuve en Viena) se echó a reir. (La risa de Liebknecht es inconfundible.)
-Señoría, parece usted un poco asustado.... -dijo, mientras a duras penas veía como se atusaba el bigote, encima del caballo, y mirandome con aprobacion.- Tranquilo, somos amigos, y vamos a llevarle a lugar seguro.
Al cabo de una hora, llegamos a los arrabales de Viena. Una calle ancha, empredrada, y con faroles de petroleo, servía de separación entre el rio Danubio y el edificio que mi buen protector Liebknecht me habia asignado.
-Tranquilo, Señoría. Su Majestad Federico me ha encomendado vuestra seguridad y bienestar. Me ha asignado una cantidad, que si bien no es demasiado elevada, bastará para que podaís vivir dignamente conforme a vuestro rango de hidalgo.
-¿Mi rango de hidalgo? - contesté yo, airado. ¿Soy simplemente un hidalgo? ¡Soy el hijo mayor del Rey de Prusia!, y aunque mi madre no fuera más que una cortesana, merezco más respeto del que estoy recibiendo. Cierto es que nunca me dejarían reinar conforme a las leyes de este mundo, pero, ¡Vive Dios! que dejaré mi marca en él. Algún día borraré la sonrisa de esas caras de bobos de prusianos que tiene mi primo por consejeros.
Mi primo, el Rey Federico Guillermo, ha intentado deshacerse de mí desde que subió al trono... y por Dios que esta vez casi lo consigue !!! -
-Debeís agradecer vuestra suerte a su Majestad el viejo Rey, vuestro padre, (dijo Liebknecht) que ha velado por Vos siempre, tanto en público, como en privado. Al menos, no habeis corrido la suerte de Von Katte...
-Está bien, está bien- , repuse yo. Y desistí de seguir discutiendo. Estaba agotado, tras varios días de viaje,a veces a caballo, otras en diligencia, a menudo con la cabeza oculta bajo una capucha que me impedia respirar bien, que me agotaba mas que el viaje .... pero claro, mi vida corría peligro.
Así que tras asegurarme mi buen Liebknecht que en aquel lugar estaba seguro, me eché en un rincón oscuro, sin mirar nada más, ni pensar en mañana, y me quedé profundamente dormido, mientras sonaban en mi cabeza estrofas de "Für Elise", de Bethoven.
Voy a mezclar inventiva con datos mas o menos historicos, y relataré /o ajustare la partida a la historia.
Espero que los mas "historicistas" perdoneis mis licencias narrativas, los mas "cultos", mis fallos narrativos, y los mas "jugones", la posible falta de accion.
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Mi nombre es Otto, y soy un bastardo.
Cap. 1
"Diario de Otto von Hohenzollern."
Viena, 9 de abril de 1809.
Me soltaron en medio de la noche, como si fuera un criminal. Me quitaron la capucha de la cabeza y me tiraron del caballo. Todo me dió vueltas y me rompi el traje y rasguñé manos, cara y piernas.
Tras unos segundos de ira, en la cual fuí a tirar mano de la inexistente espada de mi costado, reflexioné.
"Tranquilo, Otto, estás vivo", pensé.
En la oscuridad de la noche, me sentía solo e indefenso, una sensación a la que no estaba acostumbrado.
Los ruidos nocturnos y las sombras alargadas de los cipreses, me sobresaltaban y excitaban mi espiritu.
Todo pasó como un sueño, y al cabo de unos instantes, o minutos, u horas ... escuché el galope de bestias que se acercaban.
Me planté en medio del camino, como hidalgo que era, separe las piernas y puse mis músculos en tensión. No tenía espada, pero aún tenia unos puños que mi Augusto padre y Dios me habían dado, y vendería cara mi piel.
- Ehhhh oooohhhhh .... escuché a pocos metros de mí .... los caballos retuvieron el galope, y mi buen Liebknecht (mi antiguo tutor cuando estuve en Viena) se echó a reir. (La risa de Liebknecht es inconfundible.)
-Señoría, parece usted un poco asustado.... -dijo, mientras a duras penas veía como se atusaba el bigote, encima del caballo, y mirandome con aprobacion.- Tranquilo, somos amigos, y vamos a llevarle a lugar seguro.
Al cabo de una hora, llegamos a los arrabales de Viena. Una calle ancha, empredrada, y con faroles de petroleo, servía de separación entre el rio Danubio y el edificio que mi buen protector Liebknecht me habia asignado.
-Tranquilo, Señoría. Su Majestad Federico me ha encomendado vuestra seguridad y bienestar. Me ha asignado una cantidad, que si bien no es demasiado elevada, bastará para que podaís vivir dignamente conforme a vuestro rango de hidalgo.
-¿Mi rango de hidalgo? - contesté yo, airado. ¿Soy simplemente un hidalgo? ¡Soy el hijo mayor del Rey de Prusia!, y aunque mi madre no fuera más que una cortesana, merezco más respeto del que estoy recibiendo. Cierto es que nunca me dejarían reinar conforme a las leyes de este mundo, pero, ¡Vive Dios! que dejaré mi marca en él. Algún día borraré la sonrisa de esas caras de bobos de prusianos que tiene mi primo por consejeros.
Mi primo, el Rey Federico Guillermo, ha intentado deshacerse de mí desde que subió al trono... y por Dios que esta vez casi lo consigue !!! -
-Debeís agradecer vuestra suerte a su Majestad el viejo Rey, vuestro padre, (dijo Liebknecht) que ha velado por Vos siempre, tanto en público, como en privado. Al menos, no habeis corrido la suerte de Von Katte...
-Está bien, está bien- , repuse yo. Y desistí de seguir discutiendo. Estaba agotado, tras varios días de viaje,a veces a caballo, otras en diligencia, a menudo con la cabeza oculta bajo una capucha que me impedia respirar bien, que me agotaba mas que el viaje .... pero claro, mi vida corría peligro.
Así que tras asegurarme mi buen Liebknecht que en aquel lugar estaba seguro, me eché en un rincón oscuro, sin mirar nada más, ni pensar en mañana, y me quedé profundamente dormido, mientras sonaban en mi cabeza estrofas de "Für Elise", de Bethoven.
Última edición por Jatynski el Sáb Ago 08, 2015 8:40 pm, editado 1 vez