Va, nuevo capítulo, que ya tocaba. Tengo uno más ya escrito, pero esperaré un poquito para ponerlo. Ahora es cuando la historia se va a poner interesante.
Capítulo 5. La flota del Norte
El muro de escudos. Un lugar de empujones, gritos, estocadas y muerte.
Los ejércitos del Norte emplearon estas tácticas de combate durante siglos, basada en formar una consistente fila de hombres que, escudo contra escudo, hombro con hombro, formaban una imponente muralla humana que hacía temblar a sus enemigos con solo su mención. Siempre que la cantidad de soldados disponibles lo permitía, el muro de escudos contaba con dos o más filas de hombres, con el objetivo de que cada uno tuviera detrás alguien que le protegiera con su escudo de las flechas enemigas y otras peligros que pudieran llegar desde arriba.
En primera línea se colocaban a los más avezados guerreros, aquellos que recibirían el duro embite del enemigo, toda la furia de la primera carga. Les recibirían con sus lanzas, sus hachas y espadas, para transformar esa fuerza de la carga enemiga en muerte, muerte para el enemigo.
James Karlsson aún no podía comprender qué hacía allí, en la primera fila del muro de escudos, rodeado de los más grandes y fornidos hombres del ejército. Sucios, barbudos, de al menos una cabeza más altos que James todos ellos, armados con largas hachas y valiosas cotas de malla. Insultaban y gritaban al enemigo que ya se acercaba. La lucha era inminente, y James Karlsson callaba.
Habían partido de Sargoth hacía cuatro días, embarcando los ejércitos en una gran flota de 30 embarcaciones. Los barcos de guerra del Norte eran pequeñas naves que no solían llevar más de 40 hombres en ellas. Alargadas, de una sola vela, y enormemente maniobrables, solían hacer uso de remos para desplazarse más rápidamente.
La enorme flota, al mando del jarl Gundur, se internó en la enorme bahía de Argad, siempre procurando alejarse de la costa para no ser avistados por vigías enemigos.
Se dirigían a Wercheg, una gran ciudad al norte de la bahía que, aunque era reclamada como propiedad legítima por el reino del Norte, llevaba siglos cambiando de manos entre este reino y el vecino, el reino Vaegir. Hacía ya algunos años que los vaegir dominaban la ciudad, y los ejércitos del Norte se dirigían allí para dar un duro golpe, atacando con la gran flota de improviso.
James Karlsson había embarcado en una de las cinco naves que pertenecían al Jarl Logarsson. El tiempo fue muy calmado, tanto que el viento no era suficiente para dar movimiento a la flota, por lo que James y el resto de hombres se pusieron a los remos del Jogardarg, Dragón del Mar, que era el nombre del barco.
Durante tres días viajaron por el interior de la bahía, tiempo suficiente remando como para que James deseara no haberse nunca embarcado en esa guerra.
Capítulo 5. La flota del Norte
El muro de escudos. Un lugar de empujones, gritos, estocadas y muerte.
Los ejércitos del Norte emplearon estas tácticas de combate durante siglos, basada en formar una consistente fila de hombres que, escudo contra escudo, hombro con hombro, formaban una imponente muralla humana que hacía temblar a sus enemigos con solo su mención. Siempre que la cantidad de soldados disponibles lo permitía, el muro de escudos contaba con dos o más filas de hombres, con el objetivo de que cada uno tuviera detrás alguien que le protegiera con su escudo de las flechas enemigas y otras peligros que pudieran llegar desde arriba.
En primera línea se colocaban a los más avezados guerreros, aquellos que recibirían el duro embite del enemigo, toda la furia de la primera carga. Les recibirían con sus lanzas, sus hachas y espadas, para transformar esa fuerza de la carga enemiga en muerte, muerte para el enemigo.
James Karlsson aún no podía comprender qué hacía allí, en la primera fila del muro de escudos, rodeado de los más grandes y fornidos hombres del ejército. Sucios, barbudos, de al menos una cabeza más altos que James todos ellos, armados con largas hachas y valiosas cotas de malla. Insultaban y gritaban al enemigo que ya se acercaba. La lucha era inminente, y James Karlsson callaba.
Habían partido de Sargoth hacía cuatro días, embarcando los ejércitos en una gran flota de 30 embarcaciones. Los barcos de guerra del Norte eran pequeñas naves que no solían llevar más de 40 hombres en ellas. Alargadas, de una sola vela, y enormemente maniobrables, solían hacer uso de remos para desplazarse más rápidamente.
La enorme flota, al mando del jarl Gundur, se internó en la enorme bahía de Argad, siempre procurando alejarse de la costa para no ser avistados por vigías enemigos.
- Spoiler:
Se dirigían a Wercheg, una gran ciudad al norte de la bahía que, aunque era reclamada como propiedad legítima por el reino del Norte, llevaba siglos cambiando de manos entre este reino y el vecino, el reino Vaegir. Hacía ya algunos años que los vaegir dominaban la ciudad, y los ejércitos del Norte se dirigían allí para dar un duro golpe, atacando con la gran flota de improviso.
James Karlsson había embarcado en una de las cinco naves que pertenecían al Jarl Logarsson. El tiempo fue muy calmado, tanto que el viento no era suficiente para dar movimiento a la flota, por lo que James y el resto de hombres se pusieron a los remos del Jogardarg, Dragón del Mar, que era el nombre del barco.
Durante tres días viajaron por el interior de la bahía, tiempo suficiente remando como para que James deseara no haberse nunca embarcado en esa guerra.