También incorporaré imágenes de la partida y os daré la opción a elegir el destino del personaje entre varias opciones al final de algunos capítulos. Probablemente escriba hoy el primero.
Espero que os guste y no os aburra con tanta letra
Un saludo a todos!
Recopilación tras la fusión de temas:
- 1. EL GRANDIOSO REINO DE CALRADIA:
EPISODIO UNO: EL GRANDIOSO REINO DE CALRADIA
Hacía ya tres semanas que James Karlsson abandonó la tranquilidad de su aldea natal para buscar fortuna en nuevas tierras. La caravana mercante a la que se había unido para realizar su viaje estaba formada personajes de lo más pintorescos e interesantes. Todos decían ser grandes viajantes, conocedores de lejanas tierras de las cuales contaban maravillas. La mayor parte del viaje la realizó sentado junto a un hombre muy anciano de naturalidad sarraní. Era un hombre sabio, de una larga y descuidada barba que le llegaba hasta el ombligo. También era un anciano muy hablador, y sus larguísimas historias que trataban sobre su propia juventud como guerrero mantuvieron a Karlsson entretenido durante el largo viaje. Sin embargo, a nadie parecía interesarle la historia del joven Karlsson.
Lo que pudieron constatar sin siquiera preguntarle es que James Karlsson era un hombre joven, de unos 20 años de edad. De complexión fuerte y alta, James era hijo de Joric Karlsson, viejo guerrero del ejército swadiano. Tomó la caravana que pasó por su aldea, Ehlerdah, para incorporarse a ese grupo de comerciantes formado por hombres de todas las nacionalidades. Y ya quedaba poco para llegar a su destino.
Llegaron a tierras nórdicas tras 27 días de la partida de Ehlerdah, con el objetivo de intercambiar mercancías en las ricas ciudades del Norte. Teniendo la caravana como objetivo principal la ciudad de Tihr, y sabiendo James que eso les llevaría 2 semanas más de viaje, decidió apearse a medio camino, fatigado de tanto traqueteo y cerca de Sargoth. Solo estaba a 5 kilómetros de la capital del Norte, que recorrió prontamente a lomos de su viejo caballo, Ciclón.
Estaba ya anocheciendo cuando divisó las esplendorosas murallas de empalizada de la ciudad de Sargoth. Caía una fina lluvia muy desagradable, que combinada con el frío clima de esas tierras dieron prisas a James para resguardarse cuanto antes en algún lugar.
Sargoth parecía una ciudad amistosa, y esa fue la primera impresión que tuvo cuando los guardianes de la puerta le saludaron cordialmente dándole la bienvenida a su ciudad. James se fijó en aquellos hombres, anchos de espaldas, rudos en apariencia pero amables en personalidad. Vestían los soldados gruesas túnicas de pieles y portaban grandes escudos redondos a la espalda. No tuvieron problema en indicarle la localización de una taberna donde podría hospedarse, por lo que Karlsson se dirigió prontamente a dónde le indicaron.
Sargoth se hallaba semidesierta a esas horas, por lo que no halló demasiado ajetreo en sus amplias calles, con mercados y negocios cerrados ya.
Pronto halló la taberna de la que le hablaron, y amarrando su caballo en un poste cercano, se apresuró a entrar en aquel lugar.
La taberna era un lugar cálido, iluminado tenuemente por la luz de algunas antorchas. A pesar de que se oían algunas conversaciones y habían varios hombres jugando y bebiendo, James supuso que esa noche no estaba tan animada la taberna como solía estarlo. Tras hablar con el tabernero y negociar el hospedaje por 10 denares, James subió al piso superior para dar por finalizado ese largo y agotador día.
Su primer día en el grandioso mundo de Calradia.
- 2. UN MUNDO EN GUERRA:
- EPISODIO DOS: UN MUNDO EN GUERRA
Aquel fue un sueño enormemente reparador para James, que durmió hasta altas horas de la mañana. Cuando se incorporó de su cálida cama se encontró con que un hombre le observaba estirado en la cama contigua. Cuando el extraño se percató de que James se había despertado se apresuró en levantarse también para saludarlo. Se excusó diciendo que la cara de James le recordaba a alguien, y tras esto se presentó:
-Saludos viajero, mi nombre es Nizar. Llegué hace dos días a esta ciudad buscando fortuna, batalla y mujeres. Creo que tus intereses son parecidos a los míos, y yo tengo intención de partir hoy hacia Wercheg, en el norte de estas tierras. Dicen que allí habitan las mujeres más bellas del reino, y además tengo un amigo que no dudará en acogernos en su casa. ¿No te parece una aventura excitante?
Quizá por el extraño interés que mostraba ese Nizar hacia él, quizá por el ansia de ver mundo o quizá por el enorme ímpetu de su nuevo compañero, Karlsson decidió acompañar a Nizar en su viaje.
Tras preparar los equipajes, poner a punto sus espadas y colocar los estribos de sus caballos, los dos viajeros tomaron rumbo hacia la aventura.
Vijaron durante 2 días por las enormes llanuras de Sargoth, cruzándose con pocos viajeros por el camino. Era el acompñante de James un joven experimentado, conocedor de aquellos caminos, por lo que guió el grupo de manera excelente.
Nizar explicó a James que nació en Shariz, capital del Emirato Sarraní. Sus hazañas bélicas parecían sacadas de cuentos, y pronto se cansó nuestro protagonista de oír las exageradas aventuras de su nuevo compañero. Al tercer día de viaje se encontraban ya muy cerca de Fenada, una aldea cubierta por densos y peligrosos bosques. Fue a cruzando esos bosques cuando James Karlsson se percató de que Nizar ya no le seguía. En algún momento había separado de su compañero y ahora se hallaba solo en la inmensidad y peligrosidad de aquellos árboles, que se alzaban majestuosos y amenazantes ante James. De manera apresurada recorrió sus pasos para volver atrás y así encontrar la salida del bosque. Aliviado por esto, pronto se alegró al comprobar que por el horizonte se divisaba un conjunto de hombres, hacia los que cabalgó rápidamente para pedir ayuda (los suministros de agua y comida los llevaba Nizar).
Pronto dejó de lado su alegría cuando comprobó que aquellos hombres no eran más que un grupo de saqueadores y bandidos, que se dirigieron a Karlsson de la siguiente manera:
-Muy buenas tardes tenga usted, viajero. Se ha adentrado en tierras peligrosas para gente como usted. Pertenecen a nuestro señor Karl Mason y usted ha violado la entrada restringida. Espero que no ofrezca resistencia para llevarle ante nuestro señor...
En esos momentos empezaron a acercarse peligrosamente varios hombres armados de forma precaria. James Karlsson, viéndose rodeado por no menos de 20 bandidos, no encontró mejor respuesta que un rápido desenfundaod de su espada seguido de un corte frontal justo en la cara del bandido que le hablaba. Inmediatamente se vio envuelto en una pelea en la que se encontraba él solo contra un grupo entero de saqueadores, que rápidamente noquearon a James de un enorme golpe de garrote en la espalda.
James soñó con su hogar. Con su familia. La verde hierba de los campos de Ehlerdah. Los niños correteando, estropeando el huerto que su padre cultivaba con tesón. Recordó también aquella oscura noche en la que los bárbaros asaltaron su aldea. Recordó el fuego, el ruido de espadas. Recordó los gritos de los niños. El llanto de su madre. El inanimado cuerpo de su padre, llaciendo en sus brazos...
Al despertar se halló en una cama de una vieja caseta de madera. Al incorporarse y frotrase los ojos pudo ver que se trataba de un barracón de soldados, pues apoyadas en las literas había escudos, lanzas y botas. Salió de aquél lugar con gran dolor en el cuerpo y sin comprender nada de lo ocurrido. Parecía encontrarse en una fortificación pero no veía bandidos por ningún sitio. En cambio creyó divisar banderas heráldicas apostadas en las murallas de la fortificación.
Cuando se acercó a los soldados, temeroso de que le retuvieran o le asaltaran, se percató de que vestían ropajes propios del ejército nórdico. Un joven soldado de la milicia se aproximó a James para hablarle:
-¿Has dormido bien en mi cama, extranjero? Realmente eres un hombre con suerte, ¡puedes dar las gracias a los dioses! Te encontramos inconsciente entre un grupo de bandidos que atacamos cerca de Sargoth. Nuestro benevolente señor, el Jarl Logarsson, decidió traerle con nosotros a la fortaleza, darle cobijo y medicinas para su completa recuperación.
-Muchísimas gracias, soldado-respondió Karlsson-. ¿Podría encontrarme con vuestro señor para mostrarle mi agradecimiento?
-Sólo si corres, muchacho. El señor ha partido junto a muchos otros Jarls hacia la guerra contra el Reino Vaegir. Partieron los ejércitos hace varias horas. ¡Por cierto! Rescatamos un caballo negro que sin duda es vuestro, si galopáis rápidamente en dirección a la capital quizá encontréis el grupo de Jarl Logarsson...Aunque el camino es peligroso y tendréis problemas sin protección. Por otro lado, mañana saldrá de aquí un regimiento para relevar las defensas de Sargoth. Podríais ir con ellos, aunque entonces os costará más alcanzar al Jarl.
Mientras James pensaba qué hacer, subió a la muralla para observar lo enorme del camino que le esperaba en cualquier caso.
- 3. En busca de su salvador:
- CAPÍTULO 3: EN BUSCA DE SU SALVADOR
Aquella era una mañana muy fresca. Había llovido durante toda la noche con una fuerza tempestuosa, haciendo crujir las finas paredes de madera del barracón de soldados. A la luz del alba todo lo malo había parecido esfumarse, y la únicas marcas restantes del diluvio eran los grandes charcos del suelo y las mayores aún ojeras de James Karlsson (apenas durmió esa noche).
Su despertar no fue tan tranquilo como el de la mañana anterior, cuando los rayos del mediodía le hicieron levantarse para descubrir que se encontraba en el amigable castillo de Jelbegi. Pues no, aquella mañana fue tratado como un soldado más de esos muchos que debían levantarse al alba para montar guardia en las empalizadas de la fortaleza. Y es que estaban realizando todos los preparativos para el viaje qe les llevaría a la capital, Sargoth.
Uno de los regimientos del castillo se estaba preparando para relevar las fuerzas de Sargoth, que habían marchado en su gran mayoría a la guerra. Y James Karlsson iba a viajar con este regimiento a la capital con el objetivo de encontrarse con el hombre que salvó su vida, el señor del castillo, Jarl Logarson.
Antes de que acabara de amanecer ya se habían congregado las tropas en la plaza del castillo. James pudo calcular que habían unos 100 hombres preparados para la marcha, 100 hombres que no parecían en absoluto soldados. Eran las milicias, reclutas del ejército enlistados muchas veces a la fuerza que, hasta hace unos meses, no eran más que campesinos. James tuvo la ocasión de conversar con uno de esos reclutas durante el viaje, un hombre de edad bastante avanzada que se hacía llamar Jercov. Le explicó que él era natural de Vayejeg, aldea antaño perteneciente al reino Vaegir. Recientemente había sido tomada por el reino del Norte y él fue obligado a alistarse en el ejército de los enemigos de su tierra, el ejército que había quemado sus campos, saqueado sus ciudades y asesinado a sus hijos.
A James le extrañó enormemente que aquel tal Jercov estuviera compartiendo con él sus más profundas confidencias, pero eso le hizo crear lazos con él rápidamente. También James compartió con su compañero algunos detalles de su pasado que jamás habían salido más allá de sus recuerdos.
Fueron tres largos días viajando a pie, durmiendo a la interperie, atravesando enormes valles y rodeando altas montañas. Por suerte el tiempo parecía complacerles, y la lluvia no hizo aparición para entorpecer la marcha de los soldados. Finalmente, al tercer día de marcha por la mañana, pudieron divisar las murallas de Sargoth en la distancia. Alrededor de la ciudad parecía haberse instalado un enorme campamento, que sin duda era marca de que los ejércitos del rey aún no habían abandonado la ciudad.
Los soldados de los ejércitos aún dormían a esas horas en las tiendas de campaña que se encontraban diseminadas en los alrededores de la ciudad. Sólo algunos vigías y guardianes se encontraban despiertos para anunciar a sus superiores que habían llegado los relevos del castillo de Jelbegi. James Karlsson, contando con un permiso especial, pudo separarse del grupo que ahora iba a formar guardia en la ciudad, por lo que se despidió de su buen amigo Jercov, con la esperanza de que volverían a encontrase muy pronto.
James se adentró por las solitarias calles de la ciudad, con el objetivo de buscar el lugar dónde se alojara su salvador, el Jarl Logarson, junto a los otros señores de guerra del Norte. Poco podía esperar James que saldría perdiendo con este encuentro...
- 4. El heroe de rodillas:
- CAPÍTULO 4: EL HÉROE DE RODILLAS
James Karlsson tuvo que dar muchas vueltas por las sinuosas callejuelas de Sargoth antes de encontrar la entrada a la ciudadela. No obstante era aún temprano cuando se encontró ante las enormes puertas que guardaban el castillo del Rey, unos portones de madera que parecían medir más de 25 pies de alto, rodeados de una fuerte empalizada de madera de roble. Por encima de estas defensas se podían vislumbrar las imponentes torres de madera del castillo, grande y coronado por un tejado decorado con temibles gárgolas de dragones de la mitología nórdica.
Las puertas las guardaban cuatro fornidos soldados de la guardia del rey, ataviados con túnicas de pieles negras y pesados cascos de los que colgaban mallas de metal para cubrir el rostro. James mostró su permiso a uno de los guardias, pero inmediatamente obligó al muchacho a que se fuera y no volviera hasta que el sol estuviera mucho más alto. Lógicamente, los señores de guerra del Norte no querrían ser molestados a tan temprana hora de la mañana. A James no le corría prisa, así que se alejó tranquilamente de la ciudadela para volver a sumirse en el mar de calles de la ciudad.
Así pasaron varias horas, investigando y paseando por los distintos recovecos de Sargoth. Visitó la arena, que también se hallaba cerrada; visitó la plaza central, donde ya algunos madrugadores mercaderes empezaban a abrir sus negocios (ningún producto parecía estar al alcance del bolsillo de James); y finalmente pasó la mayor parte del tiempo en una taberna de la plaza que tenía aspecto de ser antiquísima.
La planta baja parecía estar destinada al almacén, así que subió los viejos escalones de madera, que crujían como un montón de hojas secas bajo los pies, y tomó un par de cervezas negras en la primera planta, junto a la compañía de varios soldados que se encontraban también de permiso.
Entabló especial conversación con un joven llamado Brynjolf, un soldado de la guardia personal del Jarl Aeric. Él y el resto de la hueste de Aeric habían llegado hacía dos días a Sargoth, uno de los primeros ejércitos en acudir a la llamada del rey.
Gracias a Jurgen pudo James saber que aún no habían acudido todos los señores de guerra del norte a la llamada del rey Ragnar: Aeric se había presentado con una hueste de 200 hombres, Faarn, Gearth y Reamald habían traído casi 300 hombres cada uno, y también habían llegado Olaf, Marrayirr y Logarsson, sumando entre los tres más de 500 soldados.
Todos se hospedaban en los salones del rey, y estaban discutiendo los planes de guerra mientras esperaban la llegada de los otros señores.
Ya con el estómago y la curiosidad saciadas, James se despidió de sus compañeros y se encaminó de nuevo hacia el castillo. Habían pasado tres horas, y si los nobles del Norte seguían durmiendo dejaría sus agradecimientos para otra ocasión.
Cruzando ya las puertas de la ciudadela pudo ver James a dos hombres ricamente vestidos que caminaban por el patio seguidos de varios guardias. Hablaban animados de temas que debían ser muy divertidos, porque los dos señores reían ruidosamente y con voces graves. No quiso James interrumpir su diversión, por lo que pasó junto a ellos sin molestar y se acercó al guardia de la puerta del castillo para pedir la entrada.
Allí le confiscaron la espada, asegurándole que se la devolverían a la salida.
Era una herencia de su padre, y aunque ya empezaba a hacerse visible que necesitaba un nuevo afilado, la espada era de muy buen temple y acero noble. Al parecer el guardia lo constató y se aseguró personalmente de que la espada estuviera a buen recaudo. Tras esto entró en el castillo, siempre bajo la atenta vigilancia del mismo guardia, que le seguía y le conducía allí donde había solicitado James: el lugar donde se encontrara el Jarl Logarsson.
El castillo del rey Ragnar era una gran fortaleza de madera y piedra, con amplios salones débilmente alumbrados por la luz de las antorchas, conectados por una serie de pasillos atestados de fornidos guardias, que portaban las distintas heráldicas de los vasallos del Norte y se encargaban de guardar las habitaciones de sus señores.
Al fin llegaron a los aposentos del Jarl Logarsson, que se encontraba en su sala, discutiendo temas de guerra junto al Jarl Aeric y el Jarl Gearth.
Lógicamente, James no fue capaz de distinguir en un primer momento al Jarl Logarsson, único motivo de su visita, entre los otros hombres que se hallaban en la sala. Por suerte, poco después de cruzar el umbral de la puerta, el guardia que seguía a James lo anunció de esta manera:
-Disculpen la interrupción, mis señores, pero este hombre trae una nota y la intención de hablar con el Jarl Logarsson.
Al oír esto, el hombre que se hallaba sentado en el centro de la mesa se levantó lentamente. Era el Jarl Logarsson un hombre de no más de 40 años, de barba corta y muy negra, porte fuerte y grande, como la mayoría de los nórdicos. Tenía ese porte, sin embargo, algo de arrogancia que James, por su asombro y agradecimiento, no fue capaz de ver.
-Bueno, joven. ¿Quién eres y cuál es el mensaje que traes contigo? Procura no hacernos perder demasiado el tiempo, porque cuando los señores de guerra del Norte están imaginando las guerras que van a librar, es de estúpidos interrumpirlos.
-Mi señor Jarl, mi nombre es James, hijo de Joric Karlsson. He viajado largos días para mostraros mis más sinceros agradecimientos por lo que hicisteis vos y vuestros hombres en el bosque cerca de Jelbegi. Salvasteis mi vida al rescatarme de los bandidos, y me disteis todas las comodidades y cuidados para que sanara en vuestro castillo. Mi señor, yo vengo de las lejanas tierras de Swadia y allí, cuando un señor hace tanto bien y tales favores por un súbdito, el súbdito busca toda manera posible de devolverle el favor al señor. Así que, mi señor Jarl Logarsson: ofrezco mi espada en vasallaje a vos y vuestra casa, prometiendo mis servicios, compañía y protección hasta el fin de mis días.
Y, mi señor, tened por seguro que no encontraréis sirviente tan agradecido, sirviente tan dispuesto a dar la vida por vos como lo haré yo, ni nadie que honre tanto vuestro nombre como lo haré yo. Podréis rechazar mi oferta, pero en cualquier caso buscaré la forma de saldar mis deudas con vos de un modo u otro, y es muy posible que llegara a pareceros pesado por esta otra vía.
Acto seguido se arrodilló, fijando la vista al suelo en acto de sumisión, temiendo que estas torpes y atrevidas palabras condujeran al predecible resultado: el Jarl ordenara su inmediata expulsión de la sala y un par de azotes por el atrevimiento.
Pero el Jarl rió. Rió ruidosamente, una risa que contagió rápidamente a sus compañeros de armas. Pasó un minuto entero antes de que se levantara, aún divertido y dijera:
-¿Así que James Karlsson, hijo de Joric Karlsson quiere servirme? Desde luego que me servirás. Me servirás en la primera línea de mi infantería cuando la semana que viene libremos batalla contra nuestros enemigos.
- 5. La flota del norte:
El muro de escudos. Un lugar de empujones, gritos, estocadas y muerte.
Los ejércitos del Norte emplearon estas tácticas de combate durante siglos, basada en formar una consistente fila de hombres que, escudo contra escudo, hombro con hombro, formaban una imponente muralla humana que hacía temblar a sus enemigos con solo su mención. Siempre que la cantidad de soldados disponibles lo permitía, el muro de escudos contaba con dos o más filas de hombres, con el objetivo de que cada uno tuviera detrás alguien que le protegiera con su escudo de las flechas enemigas y otras peligros que pudieran llegar desde arriba.
En primera línea se colocaban a los más avezados guerreros, aquellos que recibirían el duro embite del enemigo, toda la furia de la primera carga. Les recibirían con sus lanzas, sus hachas y espadas, para transformar esa fuerza de la carga enemiga en muerte, muerte para el enemigo.
James Karlsson aún no podía comprender qué hacía allí, en la primera fila del muro de escudos, rodeado de los más grandes y fornidos hombres del ejército. Sucios, barbudos, de al menos una cabeza más altos que James todos ellos, armados con largas hachas y valiosas cotas de malla. Insultaban y gritaban al enemigo que ya se acercaba. La lucha era inminente, y James Karlsson callaba.
Habían partido de Sargoth hacía cuatro días, embarcando los ejércitos en una gran flota de 30 embarcaciones. Los barcos de guerra del Norte eran pequeñas naves que no solían llevar más de 40 hombres en ellas. Alargadas, de una sola vela, y enormemente maniobrables, solían hacer uso de remos para desplazarse más rápidamente.
La enorme flota, al mando del jarl Gundur, se internó en la enorme bahía de Argad, siempre procurando alejarse de la costa para no ser avistados por vigías enemigos.- Spoiler:
Se dirigían a Wercheg, una gran ciudad al norte de la bahía que, aunque era reclamada como propiedad legítima por el reino del Norte, llevaba siglos cambiando de manos entre este reino y el vecino, el reino Vaegir. Hacía ya algunos años que los vaegir dominaban la ciudad, y los ejércitos del Norte se dirigían allí para dar un duro golpe, atacando con la gran flota de improviso.
James Karlsson había embarcado en una de las cinco naves que pertenecían al Jarl Logarsson. El tiempo fue muy calmado, tanto que el viento no era suficiente para dar movimiento a la flota, por lo que James y el resto de hombres se pusieron a los remos del Jogardarg, Dragón del Mar, que era el nombre del barco.
Durante tres días viajaron por el interior de la bahía, tiempo suficiente remando como para que James deseara no haberse nunca embarcado en esa guerra.
- 6. Paletadas de esclavo:
- El Jarl Logarson había designado a un vigía que supervisara el trabajo de los remeros, y de todos ellos sólo criticaba y gritaba a James. Pero no sin motivo, pues el resto de hombres, mucho más fornidos y experimentados, llevaban un ritmo que rara vez era capaz de seguir el joven Karlsson.
De cada remo se ocupaba un sólo hombre, 10 remeros por cada banda del barco, que eran los propios hombres que lucharían en las batallas, y la torpeza de James le hizo llevarse un azote en más de una ocasión.
Pronto se dio cuenta de que era tratado de manera distinta al resto de hombres de la nave, dejando de lado que remara mejor o peor. No sólo se llevaba más reprimendas que nadie, sino que su jornada de trabajo era mucho más larga que la de los demás. Al cabo del segundo día de viaje tenía los brazos tan agarrotados y las manos tan llenas de callos que pensaba que moriría allí mismo.
Derrumbado y exhausto, soltó el remo, y la pala, arrastrando contra el agua, hizo que el resto de hombres perdieran el ritmo y ralentizaron la marcha.
Se acercó el vigía, dispuesto a castigar de nuevo a James por semejante contratiempo, látigo en mano. James a no tenía fuerzas ni para replicar o tratar de zafarse del agresor, así que ya estaba resignado allevarse una buena paliza. Pero alguien intervino.
Un hombre de los que descansaban en cubierta se interpuso en el camino del látigo, intercediendo por James.
-Yo remaré por este hombre, Bjorn. -Dijo el hombre, dirigiéndose al vigía- Ya ha tenido bastante por hoy, déjale que descanse y yo ocuparé su puesto en el remo.
-Aún no ha acabado su jornada, -repuso, látigo en mano-, tengo órdenes explícitas del Jarl Logarson.
-Pero el Jarl Logarson no se encuentra en este barco, y yo soy el capi´tán. Deja que este hombre descanse, o mi espada se verá ahora mismo con la tuya.
James levantó la vista para ver quién era la persona que había intercedido por él. Era el capitán un hombre alto y delgado. Vestía como si la batalla fuera inminente, con una impresionante cota de malla que brillaba al sol como metal recién pulido, y dos largas espadas al cinto. Tenía la barba larga, oscura y bifurcada en dos largas trenzas, y en su rapada cabeza lucía el tatuaje de un dragón.
-Vamos, muchacho, puedes bajar a la bodega y traer un barrilete de cerveza. Lo compartiremos mientras remo... tenemos algunas cosas de las que hablar.
Y esto último lo dijo en un susurro, tan inaudible y cerca del oído de James que nadie más pudo oírlo.
Última edición por Mikeboix el Miér Mayo 22, 2013 2:49 pm, editado 15 veces