Para mi algunas de las batallas más grandes,pero no grandes en número,sino en honor.
Cartagena de Indias
El rey lo ascendió en 1734 a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender de un sitio (1741) al que la había sometido el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue el apresamiento de un barco corsario comandado por Robert Jenkins cerca de la costa de Florida. El capitán de navío Juan León Fandiño apresó el barco corsario y cortó la oreja de su capitán al tiempo que le decía (según el testimonio del inglés):
«Ve y dile a tu rey
que lo mismo le haré si
a lo mismo se atreve.»
A la sazón, el tráfico de ultramar español se veía constantemente entorpecido e interrumpido por los piratas ingleses. En su comparecencia ante la Cámara de los Lores, Jenkins denunció el caso con la oreja en la mano, de ahí que los ingleses conozcan el conflicto como «Guerra de la oreja de Jenkins».
Vernon estaba envalentonado tras el saqueo de la mal guarnecida plaza de Portobelo (Panamá), y el inglés desafió a Lezo, a lo que el marino español contestó:
«Si hubiera estado yo en Portobelo
, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor,
porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía.»
La flota inglesa, la agrupación de buques de guerra más grande que hasta entonces había surcado los mares (2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte, y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: Galicia, que era la nave Capitana, San Felipe, San Carlos, África, Dragón y Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas. El sitio de Cartagena de Indias fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.
Tan colosal derrota de los ingleses aseguró el dominio español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce. Humillados por la derrota, los ingleses ocultaron monedas y medallas grabadas con anterioridad para celebrar la victoria que nunca llegó. Tan convencidos estaban de la derrota de Cartagena que pusieron medallas en circulación que decían en su anverso: «Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741» y «El orgullo español humillado por Vernon».
Fue justo lo contrario: con sólo seis navíos, 2.830 hombres y mucha imaginación, Blas de Lezo derrotó a Vernon, que traía 180 navíos y casi 25.000 hombres, fue tal la derrota que el Rey de Inglaterra, Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Mientras en su retiro, el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga Lezo!). En respuesta escrita a Vernon, Blas de Lezo pronunció la inmortal frase:
«Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor,
porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres
, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.»
Milagro de Empel
De acuerdo con la tradición, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco de Bobadilla (compuesta por unos cinco mil hombres) combatía durante la Guerra de los Ochenta Años en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, bloqueado por completo por la escuadra del almirante Holak. La situación era desesperada para los Tercios Españoles pues, además del estrechamiento del cerco había que sumarle la escasez de víveres y ropas secas.
El jefe enemigo propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara:
«Los infantes españoles prefieren
la muerte a la deshonra. Ya hablaremos
de capitulación después de muertos».
Ante tal respuesta, Holak recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.
En ese crítico momento, de acuerdo con la tradición, un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción.
Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada:
Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue
un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen María
esperaban en su bendito día.
Según indica la citada tradición, un viento completamente inusual e intensamente frío se desató aquella noche helando las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Holak llegó a decir:
«Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro».
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia.
Sin embargo, este patronazgo sólo se consolidaría mucho más adelante, cuarenta años después de que en la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854, se proclamase por parte del papa Pío IX como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima. Así es como se convierte la Inmaculada Concepción en patrona de la actual Infantería Española.
Batalla de Otumba
Después de que Hernán Cortés se viera obligado a evacuar la ciudad de Tenochtitlan durante la lluviosa Noche Triste (30 de junio de 1520), en la que los Mexicas o Aztecas acabaron con gran parte de las fuerzas españolas en la ciudad, el nuevo emperador mexica Cuitláhuac persiguió a los españoles con el fin de destruirlos antes de que pudieran refugiarse en las tierras de sus aliados tlaxcaltecas. Un gran contingente de guerreros mexicas (en su mayoría tenochcas, pero también tepanecas, xochimilcos y miembros de otras ciudades o poblados mesoamericanos, sometidos o aliados) les alcanzó en los llanos de Otompan (Otumba) el 7 de julio del mismo año, donde les cortó el paso luego de días de escaramuzas por los pueblos del camino. Sabedores de que los mexicas siempre sacrificaban a sus prisioneros, los cerca de 500 españoles sobrevivientes, pero en su maýoría heridos, varios mastines y no más de un centenar de aliados tlaxcaltecas en las mismas condiciones,] se decidieron a luchar o morir, a pesar de no disponer ya de artillería y haber perdido buena parte de sus caballos y arcabuces tras la derrota sufrida durante la huida de Tenochtitlán.
Cuitlahuac, con su hermano Matlatzincátzin,el Cihuacóatl que había nombrado líder de la batalla, rodeó con sus hombres a los debilitados españoles, que resistieron durante horas intercambiando flechas por disparos de ballesta y arcabuces. No obstante, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, un explorador jerezano, anotó en su trabajo «Naufragios» que, el arcabuz y la ballesta fueron poco útiles debido a la movilidad y agilidad de los indios en espacios abiertos, ya que peleaban a ras del suelo y saltando de un lado para otro; estas armas solo eran eficaces cuando luchaban en ríos o atolladeros, lo que los indios temen son los caballos. Viendo Hernán Cortés que la batalla se alargaba y sus hombres comenzaban a sentirse exhaustos, decidió jugar su última carga atacando al tepuchtlato (portaestandarte/caudillo) Cihuacóatl, notable en la batalla por ser el más alto y adornado de los guerreros aztecas y por tanto indicio claro de que era el jefe supremo de su ejército. Por primera vez en la historia de la Conquista de México, los españoles realizaron una modesta carga de caballería formada por 5 jinetes (Sandoval, Olid, Alonso de Ávila, Alvarado y Juan de Salamanca) que se abalanzaron sobre Cihuacóatl invocando a "Santiago".
.."Llevaban a la guerra los más ricos vestidos y joyas que tenían. El capitán general, vestido ricamente, con una devisa de plumas sobre la cabeza, estaba en mitad del ejército, sentado en unas andas, sobre los hombros de caballeros principales; la guarnición que alrededor tenía era de los más fuertes y más señalados; tenían tanta cuenta con la bandera y estandarte, que, mientras la veían levantada, peleaban, y si estaba caída, como hombres vencidos, cada uno iba por su parte. Esto experimentó el muy valeroso y esforzado capitán don Fernando Cortés en aquella gran batalla de Otumba"..
"Crónica de la Nueva España", Francisco Cervantes de Salazar
El tepuchtlato (portaestandarte) Cihuacóatl, fue emboscado por Cortés, quién lo derribó de las andas y fue rematado de un espadazo por el soldado Juan de Salamanca, apoderándose de su insignia (tlahuizmatlaxopilli ). Estas insignias eran señales del desarrollo de la batalla, y si caía era señal de que la batalla se estaba perdiendo. El ejército Azteca rompió filas al no tener un mando