Las guerras que azotan Calradia cada vez son mas sangrientas, los señores que comandan a las tropas son cada vez mas despiadados, los que ayer eran amigos hoy son enemigos. Son tiempos oscuros, donde solo unos pocos privilegiados viven ajenos a este sufrimiento,
otros pocos, son los que mantienen viva la pequeña luz de la esperanza, la fe en un nuevo Rey que una toda Calradia, un rey que establezca la paz, como antaño izo el antiguo imperio.
Capitulo 1
Serpientes del desierto.
Nos encontramos en el desierto al sur de Calradia, eran las 3 de la madrugada cuando los nórdicos comandados por el Jarl Strelok terminaron de montar el campamento, cientos de tiendas cubrían las llanuras alrededor del castillo Weyyah, propiedad del Emir Nuam del Sultanato Sarrani.
En el campamento se respiraba tensión, los soldados mas novatos susurraban entre las sombras abandonar el asedio y desertar, decían que era imposible tomar ese castillo, decían que tan siquiera podrían acercarse por culpa de los arqueros sarranies.
Los guerreros veteranos, conocidos como Huscarles, se dedicaban a contarse batallas de tiempos pasados mientras se sentaban alrededor de una enorme hoguera colocada en el centro del campamento, se contaban esas batallas en las que participaron sus padres y tíos, batallas en las que el ejército del norte hacía temblar las mismísimas montañas con el chocar de sus hachas y el estruendo provocado por el paso firme de miles de hombres, hombres grandes y fuertes, de largas barbas y cabello claro, todos ellos con la cara llena de cicatrices, caras que jamás mostraron miedo ninguno, caras de hombres valientes, hombres nobles, hombres que eran respetados y temidos desde las frías tierras del norte, hasta el caluroso desierto del sur.
Los esclavos murmuraban entre ellos escaparse al mínimo indicio de distracción, eran desertores del ejército Swadiano, capturados al intentar saquear una aldea sarrani, Strelok fue criticado por esa acción, ya que decían que era una aldea sarrani y que no importaba que la saquearan, pero eran personas inocentes atrapadas en este mundo manchado por la sangre y la violencia, Strelok no permitía tales acciones como el saqueo de pueblos y mucho menos permitía que los desertores camparan a sus anchas.
Los soldados que formaban la guardia de Strelok estaban aún más nerviosos, su señor abandono el campamento hacía ya varias horas y no volvía, no dijo cuándo volvería, no dijo dónde iba, las únicas palabras que pronuncio eran para sus guardias, “Esperad en la entrada del campamento con las armas preparadas, no os mováis bajo ningún concepto de vuestros puestos”, pero no dijo por que los abandonaba…
Todos temían lo peor, desde el más novato de los reclutas hasta el más veterano de la guardia, todos se preocuparon por su señor y por el objetivo de su misión. Se encontraban ante un enorme castillo, repleto de las mejores unidades sarranies y doblados en número, sin contar que los nórdicos llevaban viajando semanas, desde Wercheg, en las frías y húmedas tierras del norte, con las provisiones justas para no retrasar más el viaje, y cansados, ya que no usaban caballos ni contaban con jinetes entre sus filas, solo los señores podían hacerlo y a pesar de eso, siempre preferían pelear a pie.
Ahora estaban solos, cansados y muertos por el sofocante calor, esa no era su tierra, no estaba su señor, no les quedaban apenas provisiones y mucho menos sabían si los sarranies atacarían o se quedarían esperando en su imponente castillo, solo el destino les dirigía ahora, solo podían esperar una señal, una luz que les guiara en aquella noche oscura, una luz que les proporcionara el alivio que tanto necesitaban…
Pasadas unas horas, en el campamento se respiraba aun mas tensión, los novatos del ejercito comenzaban a vacilar ante las normas de los mas veteranos, incluso los veteranos dudaban de cualquier norma existente, todos pensaban en lo mismo, abandonar el asedio y dirigirse hacia wercheg, hacia sus hogares, pues nada les retenía allí, ni siquiera pensaban en el antiguo código de honor nórdico.
Solo se mantenían firmes los guardias del Jarl Strelok, firmes en su puesto durante horas, tal y como su señor les ordeno, firmes como estatuas de dura piedra, pacientes como un lobo que acecha a su presa, atentos a cualquier indicio de su señor, ellos Vivian por su señor, morían por su señor, luchaban por su señor, eran los mejores de entre los mejores nórdicos, multitud de ocasiones an tenido la oportunidad de trabajar para otro señor más rico que les ofrecía desorbitantes pagas por sus servicios, pero nunca jamás mostraron un signo de debilidad en la lealtad hacia su señor, ellos eran 4 hombres, los 4 hombres más valientes, rudos, brutos y grandes de las tierras del norte, si los Huscarles causaban miedo, cada uno de ellos valia por 10 Huscarles, eran los tipos de hombres a los que les confiarías tu propia vida, fieles durante toda su vida, leales incluso después de la muerte... Así los describía el propio Strelok… Algún día os contare sus historias.
Eran ya las 6:43 de la madrugada, el son aún no iluminaba las vastas llanuras del desierto, cuando los novatos y algunos veteranos comenzaban a desmantelas algunas tiendas del campamento, mientras recogían sus pocas posesiones y provisiones, preparándose para abandonar la campaña, entre gritos y abucheos de sus compañeros de armas.
Una vez estaban listos para partir, a lo lejos, uno de los guardias de Strelok diviso una pequeña luz, no cabía duda de que era una sola persona, portando una antorcha en mitad del gigantesco desierto, una locura si nos paramos a pensarlo, puesto que el desierto estaba plagado de desertores y bandidos sarranies. Todos volvieron la vista para ver que miraban los 4 guardias con tanto entusiasmo, muchos preguntaban, otros muchos aseguraban, otros tantos inventaban, pero algo estaba claro.. Esa pequeña luz se dirigía hacia el campamento.
¿Quién era esa persona? ¿Por qué viajaba sola en mitad del desierto? Y lo más extraño de todo ¿Por qué aun conociendo los peligros del desierto, viajaba solo y de noche?
“Somos Nordicos, peleamos contra Vaegires durante largas campañas llenas de sangre y muerte, los Khergitas mantienen desde hace años una sangrienta guerra contra los Sarranies, los Swadianos mandan constantemente a sus caballeros a arrasar aldeas y grupos de reconocimiento Rhodoks, los Rhodoks responde acribillando desde sus atalayas a los pobres viajeros Swadianos que buscan una vida mejor en otras tierras.. ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué peleamos sin cesar? ¿Por qué si vemos a nuestros amigos y hermanos caer en batalla, no paramos las guerras? No lo se.. solo espero que algún dia, toda Calradia este en paz, como en los tiempos del antiguo Imperio…”
Últimas palabras del Jarl Rayeck antes de ser ejecutado por traición, condenado por “conspirar” una paz con el Reino Vaegir.
otros pocos, son los que mantienen viva la pequeña luz de la esperanza, la fe en un nuevo Rey que una toda Calradia, un rey que establezca la paz, como antaño izo el antiguo imperio.
Capitulo 1
Serpientes del desierto.
Nos encontramos en el desierto al sur de Calradia, eran las 3 de la madrugada cuando los nórdicos comandados por el Jarl Strelok terminaron de montar el campamento, cientos de tiendas cubrían las llanuras alrededor del castillo Weyyah, propiedad del Emir Nuam del Sultanato Sarrani.
En el campamento se respiraba tensión, los soldados mas novatos susurraban entre las sombras abandonar el asedio y desertar, decían que era imposible tomar ese castillo, decían que tan siquiera podrían acercarse por culpa de los arqueros sarranies.
Los guerreros veteranos, conocidos como Huscarles, se dedicaban a contarse batallas de tiempos pasados mientras se sentaban alrededor de una enorme hoguera colocada en el centro del campamento, se contaban esas batallas en las que participaron sus padres y tíos, batallas en las que el ejército del norte hacía temblar las mismísimas montañas con el chocar de sus hachas y el estruendo provocado por el paso firme de miles de hombres, hombres grandes y fuertes, de largas barbas y cabello claro, todos ellos con la cara llena de cicatrices, caras que jamás mostraron miedo ninguno, caras de hombres valientes, hombres nobles, hombres que eran respetados y temidos desde las frías tierras del norte, hasta el caluroso desierto del sur.
Los esclavos murmuraban entre ellos escaparse al mínimo indicio de distracción, eran desertores del ejército Swadiano, capturados al intentar saquear una aldea sarrani, Strelok fue criticado por esa acción, ya que decían que era una aldea sarrani y que no importaba que la saquearan, pero eran personas inocentes atrapadas en este mundo manchado por la sangre y la violencia, Strelok no permitía tales acciones como el saqueo de pueblos y mucho menos permitía que los desertores camparan a sus anchas.
Los soldados que formaban la guardia de Strelok estaban aún más nerviosos, su señor abandono el campamento hacía ya varias horas y no volvía, no dijo cuándo volvería, no dijo dónde iba, las únicas palabras que pronuncio eran para sus guardias, “Esperad en la entrada del campamento con las armas preparadas, no os mováis bajo ningún concepto de vuestros puestos”, pero no dijo por que los abandonaba…
Todos temían lo peor, desde el más novato de los reclutas hasta el más veterano de la guardia, todos se preocuparon por su señor y por el objetivo de su misión. Se encontraban ante un enorme castillo, repleto de las mejores unidades sarranies y doblados en número, sin contar que los nórdicos llevaban viajando semanas, desde Wercheg, en las frías y húmedas tierras del norte, con las provisiones justas para no retrasar más el viaje, y cansados, ya que no usaban caballos ni contaban con jinetes entre sus filas, solo los señores podían hacerlo y a pesar de eso, siempre preferían pelear a pie.
Ahora estaban solos, cansados y muertos por el sofocante calor, esa no era su tierra, no estaba su señor, no les quedaban apenas provisiones y mucho menos sabían si los sarranies atacarían o se quedarían esperando en su imponente castillo, solo el destino les dirigía ahora, solo podían esperar una señal, una luz que les guiara en aquella noche oscura, una luz que les proporcionara el alivio que tanto necesitaban…
Pasadas unas horas, en el campamento se respiraba aun mas tensión, los novatos del ejercito comenzaban a vacilar ante las normas de los mas veteranos, incluso los veteranos dudaban de cualquier norma existente, todos pensaban en lo mismo, abandonar el asedio y dirigirse hacia wercheg, hacia sus hogares, pues nada les retenía allí, ni siquiera pensaban en el antiguo código de honor nórdico.
Solo se mantenían firmes los guardias del Jarl Strelok, firmes en su puesto durante horas, tal y como su señor les ordeno, firmes como estatuas de dura piedra, pacientes como un lobo que acecha a su presa, atentos a cualquier indicio de su señor, ellos Vivian por su señor, morían por su señor, luchaban por su señor, eran los mejores de entre los mejores nórdicos, multitud de ocasiones an tenido la oportunidad de trabajar para otro señor más rico que les ofrecía desorbitantes pagas por sus servicios, pero nunca jamás mostraron un signo de debilidad en la lealtad hacia su señor, ellos eran 4 hombres, los 4 hombres más valientes, rudos, brutos y grandes de las tierras del norte, si los Huscarles causaban miedo, cada uno de ellos valia por 10 Huscarles, eran los tipos de hombres a los que les confiarías tu propia vida, fieles durante toda su vida, leales incluso después de la muerte... Así los describía el propio Strelok… Algún día os contare sus historias.
Eran ya las 6:43 de la madrugada, el son aún no iluminaba las vastas llanuras del desierto, cuando los novatos y algunos veteranos comenzaban a desmantelas algunas tiendas del campamento, mientras recogían sus pocas posesiones y provisiones, preparándose para abandonar la campaña, entre gritos y abucheos de sus compañeros de armas.
Una vez estaban listos para partir, a lo lejos, uno de los guardias de Strelok diviso una pequeña luz, no cabía duda de que era una sola persona, portando una antorcha en mitad del gigantesco desierto, una locura si nos paramos a pensarlo, puesto que el desierto estaba plagado de desertores y bandidos sarranies. Todos volvieron la vista para ver que miraban los 4 guardias con tanto entusiasmo, muchos preguntaban, otros muchos aseguraban, otros tantos inventaban, pero algo estaba claro.. Esa pequeña luz se dirigía hacia el campamento.
¿Quién era esa persona? ¿Por qué viajaba sola en mitad del desierto? Y lo más extraño de todo ¿Por qué aun conociendo los peligros del desierto, viajaba solo y de noche?
“Somos Nordicos, peleamos contra Vaegires durante largas campañas llenas de sangre y muerte, los Khergitas mantienen desde hace años una sangrienta guerra contra los Sarranies, los Swadianos mandan constantemente a sus caballeros a arrasar aldeas y grupos de reconocimiento Rhodoks, los Rhodoks responde acribillando desde sus atalayas a los pobres viajeros Swadianos que buscan una vida mejor en otras tierras.. ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué peleamos sin cesar? ¿Por qué si vemos a nuestros amigos y hermanos caer en batalla, no paramos las guerras? No lo se.. solo espero que algún dia, toda Calradia este en paz, como en los tiempos del antiguo Imperio…”
Últimas palabras del Jarl Rayeck antes de ser ejecutado por traición, condenado por “conspirar” una paz con el Reino Vaegir.
Última edición por strelok47 el Jue Dic 27, 2012 1:12 pm, editado 1 vez