Buenas a todos
Aquí os dejo mi primer (y breve) relato. Espero que tengáis piedad conmigo por ser el primero. Pero sobretodo espero vuestras opiniones, sean cuales sean.
El hacha bajó verticalmente. Hundiéndose en el cráneo hasta la altura de la boca, donde se quedó el arma incrustada. Gotas de sangre salpicaron el cuerpo de Sentox. Quien mientras dejaba la pequeña hacha que tenía a mano izquierda, ensartaba a otro hombre que tenía próximo a mano derecha. La lanzada fue limpia ya que el hombre estaba de espaldas y tenía poca protección.
Los Dementero defendían la puerta sur con mucha ímpetu pese a su obvia inferioridad numérica. Sentox observaba el intercambio de flechas en la muralla sur. El problema era que sus arqueros recibían el triple de lo que daban, y empezaron a caer como moscas hasta que Sentox ordeno su evacuación a la torre principal, junto con los heridos, donde tendría lugar la resistencia final.
Se le acercó corriendo de forma irregular uno de sus arqueros heridos, gritando. Tenía una flecha clavada en la cuenca del ojo derecho y la sangre le brotaba.
-¡Matadme! ¡Esto es insufrible, mi señor! ¡Por favor, matad...
Sentox le atravesó el pecho con la lanza, acabando de un golpe con sus gritos y con su dolor.
-Gracias por tus servicios -se despidió Sentox.
Empezó a escuchar a sus espaldas como una centena de jinetes se dirigían a su posición desde el norte, se dio la vuelta mientras sus hombres defendían a sus espaldas la puerta sur entre gritos, acero y sangre.
-Son de los nuestros, mi señor -dijo uno de sus dos guardias personales, ya que se veían estandartes aliados.
Cuando los jinetes estuvieron mas cerca, distinguió entre ellos una cara conocida.
-¡Mi señor, nos han superado en la puerta norte! -Gritó Kuann Fitn, su vasallo, el último vasallo de los Dementero que quedaba vivo y encargado de dirigir las últimas defensas al norte de la fortificación-. Estos somos los que quedamos.
Sentox, que tenía sangre de guerrero, no entendió por qué su vasallo había abandonado las defensas con tantos soldados aún en pie.
Sentox reorganizó las defensas y retiró sus soldados a la torre principal, sellando la entrada con carromatos y cualquier material que encontraban. El patio de la torre estaba lleno con las últimas tropas que quedaban, la mayoría de su vasallo, ya que las de Sentox habían estado luchando en el Sur hasta quedar solo dos docenas aproximadamente, cuando el señor Dementero les ordenó retirarse. En primera fila soldados con lanzas. Seguidos por la infantería y, concluyendo la formación, arqueros apostados en las anchas escaleras. Paralelas a la entrada, que subían en forma de caracol hasta una puerta, protegida por dos soldados, que llevaba a la habitación donde se encontraban Sentox, con sus dos guardias, y Kuann.
-La situación es desesperante, Sentox. Nos superan por diferencia de diez a uno. Han llegado refuerzos de los Maquexas para asegurar el asedio.Y la casa Fertena no va a prestar ayuda ya que renunció al vasallaje con vuestra casa, debido a lo de vuestra querida esposa Lady Lisa Fertena.
-Lo de la casa Fertena son solo excusas cobardes para estar con el lado ganador. Mi mujer fue asesinada por los Maquexas en mi boda, bajo el techo de los Fertena. Los propios Fertena, sus familiares, fueron los que la encontraron tirada. Con un trozo de una capa con el símbolo de los Maquexa entre las manos. Probablemente lo último a lo que pudo agarrarse antes de morir. Pero como levantarse en armas contra los poderosos Maquexa significa la derrota inmediata, los Fertena prefirieron mirar hacia otro lado y echar a todos los invitados del castillo, incluyéndome a mi. Quedándose aislados de cualquier contacto con las demás casas.
Abajo se escuchaba ruido, más gritos que acero, lo cual significaba que todavía no habían logrado atravesar la puerta. Mejor para Sentox, aun le quedaba algo de tiempo para reflexionar.
-Lo que hicieron los Maquexa no tiene perdón, -dijo Kuann mirando el suelo, solemne -. Malditos codiciosos, no estabais en guerra con ellos. Ni queríais estar, pero su maldito egoísmo arrebató a Lisa. Solo para impedir que las Casas Fertena y Dementero se aliaran y así asegurarse el dominio de todo el continente. Malditos bastardos.
-Gracias por tu apoyo Kuann, necesitaba escuchar algo así antes de nuestra muerte.
Kuann sonrió.
Sentox se percató de que había pasado demasiado tiempo como para que todavía no hubiera llegado el enemigo.
De pronto se oyó el impacto de algunas flechas clavándose en la puerta, se escuchaban los dos soldados del otro lado agonizando.
Kuann no dejaba de sonreir. Miraba la cara asustada de Sentox.
La puerta se abrió, y entraron unos cinco ballesteros. Los dos guardias personales de Sentox fueron a proteger a su señor. Pero antes de poder hacer nada uno fue acribillado por los virotes, y el otro fue alcanzado por un cuchillo arrojadizo en el pecho.
El cuchillo era procedente de Kuann.
La habitación empezaba a llenarse de mas ballesteros y de soldados. Sentox no podía creerse lo que estaba viendo. ¡Había soldados de Kuann y de los Maquexas juntos!
Tenía a una docena de ballesteros Maquexas apuntándole, esperando la orden de... ¿Kuann?
-Hijos de puta, traidores.
No iban a ser precisamente unas palabras muy bonitas para despedirse de la vida, pero necesitaba desahogarse.
-No te lo tomes a mal, Sentox, pero a veces para vivir se necesita hacer cosas que uno no quiere. Y los maquexas controlan todo el mundo ahora, me ofrecieron tierras y oro. La casa Fitn es ahora su vasallo.
-¡Kuann Fitn, yo te maldigo, a ti; a los Maquexa; a los Fertena y a todos! ¡Traidores! ¡No tenéis honor! ¡Malditos!
Sentox tenía la cara roja y llena de lágrimas.
Kuann, cerró los ojos por un instante y miró hacia la pared, apartando sus ojos de los de Sentox. No podía permitir que los sentimientos le afectaran. Estaba en juego el futuro de su familia.
-Disparad.
Aquí os dejo mi primer (y breve) relato. Espero que tengáis piedad conmigo por ser el primero. Pero sobretodo espero vuestras opiniones, sean cuales sean.
El hacha bajó verticalmente. Hundiéndose en el cráneo hasta la altura de la boca, donde se quedó el arma incrustada. Gotas de sangre salpicaron el cuerpo de Sentox. Quien mientras dejaba la pequeña hacha que tenía a mano izquierda, ensartaba a otro hombre que tenía próximo a mano derecha. La lanzada fue limpia ya que el hombre estaba de espaldas y tenía poca protección.
Los Dementero defendían la puerta sur con mucha ímpetu pese a su obvia inferioridad numérica. Sentox observaba el intercambio de flechas en la muralla sur. El problema era que sus arqueros recibían el triple de lo que daban, y empezaron a caer como moscas hasta que Sentox ordeno su evacuación a la torre principal, junto con los heridos, donde tendría lugar la resistencia final.
Se le acercó corriendo de forma irregular uno de sus arqueros heridos, gritando. Tenía una flecha clavada en la cuenca del ojo derecho y la sangre le brotaba.
-¡Matadme! ¡Esto es insufrible, mi señor! ¡Por favor, matad...
Sentox le atravesó el pecho con la lanza, acabando de un golpe con sus gritos y con su dolor.
-Gracias por tus servicios -se despidió Sentox.
Empezó a escuchar a sus espaldas como una centena de jinetes se dirigían a su posición desde el norte, se dio la vuelta mientras sus hombres defendían a sus espaldas la puerta sur entre gritos, acero y sangre.
-Son de los nuestros, mi señor -dijo uno de sus dos guardias personales, ya que se veían estandartes aliados.
Cuando los jinetes estuvieron mas cerca, distinguió entre ellos una cara conocida.
-¡Mi señor, nos han superado en la puerta norte! -Gritó Kuann Fitn, su vasallo, el último vasallo de los Dementero que quedaba vivo y encargado de dirigir las últimas defensas al norte de la fortificación-. Estos somos los que quedamos.
Sentox, que tenía sangre de guerrero, no entendió por qué su vasallo había abandonado las defensas con tantos soldados aún en pie.
Sentox reorganizó las defensas y retiró sus soldados a la torre principal, sellando la entrada con carromatos y cualquier material que encontraban. El patio de la torre estaba lleno con las últimas tropas que quedaban, la mayoría de su vasallo, ya que las de Sentox habían estado luchando en el Sur hasta quedar solo dos docenas aproximadamente, cuando el señor Dementero les ordenó retirarse. En primera fila soldados con lanzas. Seguidos por la infantería y, concluyendo la formación, arqueros apostados en las anchas escaleras. Paralelas a la entrada, que subían en forma de caracol hasta una puerta, protegida por dos soldados, que llevaba a la habitación donde se encontraban Sentox, con sus dos guardias, y Kuann.
-La situación es desesperante, Sentox. Nos superan por diferencia de diez a uno. Han llegado refuerzos de los Maquexas para asegurar el asedio.Y la casa Fertena no va a prestar ayuda ya que renunció al vasallaje con vuestra casa, debido a lo de vuestra querida esposa Lady Lisa Fertena.
-Lo de la casa Fertena son solo excusas cobardes para estar con el lado ganador. Mi mujer fue asesinada por los Maquexas en mi boda, bajo el techo de los Fertena. Los propios Fertena, sus familiares, fueron los que la encontraron tirada. Con un trozo de una capa con el símbolo de los Maquexa entre las manos. Probablemente lo último a lo que pudo agarrarse antes de morir. Pero como levantarse en armas contra los poderosos Maquexa significa la derrota inmediata, los Fertena prefirieron mirar hacia otro lado y echar a todos los invitados del castillo, incluyéndome a mi. Quedándose aislados de cualquier contacto con las demás casas.
Abajo se escuchaba ruido, más gritos que acero, lo cual significaba que todavía no habían logrado atravesar la puerta. Mejor para Sentox, aun le quedaba algo de tiempo para reflexionar.
-Lo que hicieron los Maquexa no tiene perdón, -dijo Kuann mirando el suelo, solemne -. Malditos codiciosos, no estabais en guerra con ellos. Ni queríais estar, pero su maldito egoísmo arrebató a Lisa. Solo para impedir que las Casas Fertena y Dementero se aliaran y así asegurarse el dominio de todo el continente. Malditos bastardos.
-Gracias por tu apoyo Kuann, necesitaba escuchar algo así antes de nuestra muerte.
Kuann sonrió.
Sentox se percató de que había pasado demasiado tiempo como para que todavía no hubiera llegado el enemigo.
De pronto se oyó el impacto de algunas flechas clavándose en la puerta, se escuchaban los dos soldados del otro lado agonizando.
Kuann no dejaba de sonreir. Miraba la cara asustada de Sentox.
La puerta se abrió, y entraron unos cinco ballesteros. Los dos guardias personales de Sentox fueron a proteger a su señor. Pero antes de poder hacer nada uno fue acribillado por los virotes, y el otro fue alcanzado por un cuchillo arrojadizo en el pecho.
El cuchillo era procedente de Kuann.
La habitación empezaba a llenarse de mas ballesteros y de soldados. Sentox no podía creerse lo que estaba viendo. ¡Había soldados de Kuann y de los Maquexas juntos!
Tenía a una docena de ballesteros Maquexas apuntándole, esperando la orden de... ¿Kuann?
-Hijos de puta, traidores.
No iban a ser precisamente unas palabras muy bonitas para despedirse de la vida, pero necesitaba desahogarse.
-No te lo tomes a mal, Sentox, pero a veces para vivir se necesita hacer cosas que uno no quiere. Y los maquexas controlan todo el mundo ahora, me ofrecieron tierras y oro. La casa Fitn es ahora su vasallo.
-¡Kuann Fitn, yo te maldigo, a ti; a los Maquexa; a los Fertena y a todos! ¡Traidores! ¡No tenéis honor! ¡Malditos!
Sentox tenía la cara roja y llena de lágrimas.
Kuann, cerró los ojos por un instante y miró hacia la pared, apartando sus ojos de los de Sentox. No podía permitir que los sentimientos le afectaran. Estaba en juego el futuro de su familia.
-Disparad.