A ver... que me despisto... Por mí bien a lo de la historia paralela. Albión es una tierra grande y llena de aventuras. Así que, al tajo:
Escúchame, oh viajero, en esta noche
Las estrellas y los viejos Dioses nos observan
O si rezas al Nazareno, santíguate, y escucha
Que la espada duerme en su vaina,
Que el yelmo descansa en su encimera
Que el escudo sólo tu reposo protege
Abraza tu jarra de cálida, densa, cerveza
Y abre tu oído que ya el Bardo,
Con su arpa de oro y su voz de plata
Te contará junto al fuego perfumado de Hibernia
Las aventuras de los grandes guerreros de estas tierras
Y de ellos el más grande y más bendito
Del que oír sus azañas y aventuras podrás
El grande, el loado, el vencedor de tantas guerras
¡La Saga del Brytenwalda Prenderfast!
Y he aquí, poderosos guerreros, señores del comercio, damas de la noche... Que dejamos la historia de Prenderfast cuando abandonó el venturoso y agradable servicio del Gran Rey Domnaill Mac Aedho donde reunió bienes y experiencias junto a sus buenos compañeros. Con una pequeña hueste, de menos de 20 jinetes ligeros, cruzó el mar hasta la isla de Mann y llegó después a tierras sajonas, con 20 buenas lanzas y 20 buenos caballos ganados al servicio de los clanes irlandeses.
Exploró tierras de Essex, y Sussex recorrió, se presentó a sus señores y sus pedidos cumplió. Se hizo un nombre entre los lores, sus servicios presentó y se ganó el aprecio de los reyes sajones y sus lores del sur.
¿A quién servir? Porque cada rey tiene ciertos lores, y ciertos feudos, y ciertos enemigos. Hay que pasar días conociendo la política y la guerra de unas tierras que se quieren controlar. Los reyes sajones, claro está, entre ellos guerreaban, y la situación aprovechaba el pueblo bretón. Penda Pibbing, rey de los bretones, salvaje y sádico señor de los que reniegan del Nazareno y la verdadera religión ¿verdadera? Tal vez no. Porque al este otros reyes, tan sajones como los de Sussex y Essex, son tan poco cristianos como el Rey Penda, y guerrean contra unos reyes sajones JUNTO a otros reyes sajones aliados, cristianos o no, tanto da. La guerra, no nos engañemos, se lucha por la tierra y el dinero y el poder... Y las mujeres. No por religión.
"Las mujeres", se dijo Prenderfast, lleno de juventud y ardor, "es un argumento hermoso para doblar una rodilla". Así que preguntó de taberna en taberna por las damas casaderas sajonas y jutas, y todos los que habían pisado las cortes y los palacios coincidían que las más hermosas damas sajonas eran las hijas del rey de Kent, el poderoso Eadbald Aethelberhting. Prenderfast tomó a sus hermanos de armas y acudió a la capital del pequeño reino de Kent, lo más al sur y al este de estas tierras, pues sabía que un torneo se llevaría a cabo en esas semanas. Esperó a que la fiesta comenzase haciendo tiempo sirviendo al rey y sus lores en sus pedidos y misiones, dándose a conocer y ganándose su aprecio como hizo con los reyes sajones, y cuando el torneo comenzó luchó como un jabato, como un héroe de antaño, como Cuchulainn contra los gigantes, quedando vencedor sobre el mismísimo cuerpo inconsciente del rey de Kent, último que le separaba de la victoria, y ganando así el premio que la hija mayor del Rey Eadbald de Kent le entregó: Un hermosísimo y enorme caballo enjaezado con una armadura barda de plata traída de la misma Grecia. Así, ganando fama, fortuna y la oportunidad de ver de cerca a la hermosa dama, Prenderfast fue invitado al banquete para agasajar al vencedor del torneo, nuestro héroe.
t.png
Ya recuperado, le abrazó el Rey Eadbald y le ofreció vasallaje, feudo y un lugar en su mesa, que Prenderfast aceptó gustoso. Le presentó a sus dos hijos, príncipes de plateados cabellos, y a sus dos hijas, damas de belleza y lozanía. A ambas les ofreció Prenderfast su cortejo, y ambas lo aceptaros gustosas y en secreto, dado que dos princesas jutas no pueden otorgar sus favores a aventureros sin bandera, castillo ni nobleza. Partió Prenderpast veloz a su recién ganado feudo. Comenzó de inmediato a invertir en la mejora de la aldeíta y en ganarse el cariño de sus gentes llevándoles ganado y trigo, y les prometió que mientras viviera ningún enemigo los saquearía. Reclutó y entrenó en la pequeña aldea el núcleo de su mesnada y acompañó al rey Eadbald y sus lores a la batalla contra el reino de Essex, en la frontera norte. Los lores sajones de Essex se sorprendieron de ver a su apreciado amigo Prenderfast presentándoles batalla pero lucharon por sus tierras y coronas, aunque entre ellos respetaron siempre el derecho a no ser tomados prisioneros: Prenderfast siempre liberó sin rescate a todo lord Sajón que se le enfrentara. Así reforzó el cariño y aprecio que estos lores por él sentían... Y porque no tenía castillo con mazmorra donde ponerlos a buen recaudo esperando su rescate.
Toda la temporada de primavera y verano sirvió el héroe al Rey Eadbald. Defendió sus tierras y atacó a sus enemigos. Ganó muchas batallas pues jamás se enfrentó en vano a enemigos superiores, nada hubiera ganado con ello. Su tropa ligera, rápida e inexperta no era rival contra los grandes ejércitos de los senescales sajones. Así que nunca les presentó batalla. La mesnada acumulaba experiencia y equipo. Los botines se transformaban en mejoras para la aldea, un molino, una torre, una casa solariega... De la corte le llegó a Prenderfast un tapiz negro y grana con un gran trisquel en su centro. Regalo de la primogénita del Rey para que le sirviera de símbolo y bandera,
y Prenderfast lo entregó a uno de sus capitanes que siempre lo llevó a pie a la batalla desde entonces. Así eligió Prenderfast a su abanderado: Su amigo Mihael ap Cadwalladr el Britano, el ballestero porta estandarte. Capitán de la infantería y los arqueros, experto en el arte del tiro y de las armas a dos manos, que por cierto, odiaba a muerte a los caballos.
Prenderfast ya era noble: Así que dejó de permitir que se le llamase Prender y comenzó a hacerse llamar Noble Isil Prenderfast, su nombre completo.
Las tierras jutas estaban sufriendo. A pesar de los esfuerzos de Prenderfast, 3 reinos atacaban Kent. Essex y Sussex, y de más al norte las huestes bretonas. Poco a poco saqueaban y diezmaban a sus ejércitos. Poco a poco se perdían fortalezas. Prenderfast era el único que con menos de 100 jutos en su mesnada, además de su pequeña caballería rápida, obtenía victorias que de poco valían al reino. Pronto habría que capitular o perecer. Así que Prenderfast acudió a las dos bellas hijas del rey a las que durante esos meses estuvo cortejando y les ofreció matrimonio y emprender una vida más segura en otras tierras, una u otra, no nos engañemos, le daba igual. "Mi dama", les dijo a una y a otra en la intimidad de sus cuartos, "casáos conmigo y cuando vuestro padre y hermanos caigan vos no caeréis, que partiremos lejos de esta guerra ya perdida". Entonces la más joven de las dos le confesó a Prenderfast el secreto de la Casa Real: El Rey Eadbald había prometido a su hijo mayor la mano de su hija menor, y a su hijo menor la mano de su hija mayor, para mantener su sangre pura y honrar así su estirpe. Prenderfast se alejó asqueado. "no decís verdad". La dama asintió. Presa de ira y desprecio Prenderfast se presentó ante el príncipe primogénito y le interrogó cogiéndole del cuello de su túnica. El príncipe reía a carcajadas. "¿Acaso pensábais ser digno de mis hermanas, aventurero de sangre plebeya? Sólo la sangre de mi familia es digna para ello". Prenderfast le cruzó la cara al príncipe y le desafió a duelo.
Entre risas el príncipe accedió, acudieron al campo del honor y el hijo del rey demostró su pericia y experiencia, su entrenamiento en esgrima desde niño, no en vano había sido criado para reinar, guerrear y llevar hombres a la batalla. Prenderfast besó el barro con una herida superficial. "Salid de mi reino si no queréis que remate la tarea. Ya no sois bienvenido en tierras del Rey Eadbald, mi padre. La próxima vez que os vea os mataré. Jamás volveréis a ver a mis hermanas".
Prenderfast lloró mordiéndose los labios con el orgullo herido y reuniendo su pequeña mesnada partió del reino de Kent para no volver jamás.
Perdido su único feudo y sus aspiraciones felices, con el corazón roto abandonó lo que creía era el corazón de sus tierras y el futuro de su historia. Pero mejor equipado, más experimentado, con una hueste de unos 100 infantes jutos y 20 jinetes lanceros rápidos y ligeros. ¿A dónde ir? ¿Y qué hacer? Aún no lo sabía, pero nosotros lo sabremos, sí, mañana por la noche continuaré esta Saga, así que ahora, os ruego, poderosos guerreros, señores del comercio y damas de la noche que rellenéis mi gorro de oro, plata y bronce, que mi lengua está cansada, mi garganta seca y mi estómago vacío. Gracias, gracias, gracias y hasta mañana, mis señores.
[Algunas notas sobre este AAR]
Bien. Alguno se preguntará cuanto de real hay en este relato. Tooodo. Realmente, los dos príncipes hijos de Eadbald tienen una hermana cada uno, y realmente ambas hermanas me dijeron que estaban comprometidas con el otro príncipe. Cosas de la mecánica del juego. Ellas no saben que el pretendiente es hijo de su padre, ¿Verdad? Perdí el duelo porque intentaba en vano hacer una foto épica del duelo. No sólo fallé estrepitosamente en sacar un buen ángulo, me distraje y el príncipe de Kent me partió la jeta. Como no tenía salvada la partida me tuve que conformar y abandonar el reino asqueado de esa familia morganática e incestuosa... Ya llegaría mi venganza. Y bueno, quien lo ha jugado sabe lo duro que es Brytenwalda... Albión es una tierra de sufrimiento, dolor y armas rotas. Quien no salga a la batalla con dos espadas... Bueno, acabará en la enfermería. Es casi imposible escribir un buen AAR de Brytenwalda siendo fiel enteramente al realismo que ofrece Brytenwalda. Este mod no es un mod de M&B: Es un simulador de realismo de combate en la pérfida Albión. Ser un rey en este mod es un infierno. Por todo ello, lo lamento por el que le moleste, para escribir este AAR he reducido la dificultad a un mero 34% y he quitado algunas de las mayores barrabasadas de los creadores de este mod... Vosotros YA sabéis cuales son, ¿verdad? ^w^