En estos días de confinamiento y recogimiento (y aburrimiento infinito) he aprovechado para comprarme el nuevo Mount and Blade Bannerlord y echar una partida... y se me ha ocurrido escribir un AAR, que hace tiempo que no escribo nada y me ha entrado el mono.
Capítulo 1.
[En la Posada de la Cabra Roja, Sargoth, Vlandia
A finales del invierno de 1084, al anochecer]
- Es ese- susurró el posadero mientras dejaba la jarra de cerveza en la mesa, indicándome con la mirada a un hombre
- Estáis seguro que me servirá- pregunté indeciso mientras lo miraba detenidamente
- Si
- Estáis seguro que me servirá- pregunté indeciso mientras lo miraba detenidamente
- Si
La persona en cuestión me hacía albergar ciertas dudas sobre su idoneidad para la misión que tenía en mente, pero decidí lanzarme. Di un buen trago a mi jarra de cerveza y me levanté, dirigiéndome hacia donde estaba él.
- ¿Sois Davan, al que llaman el Pescado? - pregunté
- Depende de quien seáis vos- contestó él mientras me miraba desconfiado
- Alguien que os puede hacer ganar muchos denarios
- ¿Y que tendría que hacer? – dijo interesado
- Llevar mercancías de un sitio a otro
- ¿Sois comerciante? ¿Con que comerciáis?
- Con esclavos
- ¿Entonces sois un esclavista?
- Comerciante- remaché en tono seco
Le expuse mi idea de que deseaba diversificar mis negocios y no dedicarme solo a capturar ladrones para luego venderlos a ellos con sus pertenencias en el mercado más cercano. Mi intención era fletar una caravana con mercancías por todas las ciudades de Calradia. No le pareció mal.
- ¿Quién os proveerá de las mercancías? ¿O venderemos solo las que conseguíais fruto de vuestro… vuestra caza? – pregunto con cierto retintín
- No- dije haciendo caso omiso a sus últimas palabras- Estoy pensando en algo más que armas oxidadas y ropas de segunda mano. Robric, el comerciante de aceites, se ha comprometido a proveerme de las mercancías.
- Lo conozco. Es de confianza
- ¿Entonces lo haréis?
- Pero antes quiero un adelanto 977 denarios
- Es un alto precio
- Es un negocio peligroso y yo tengo deudas que saldar. ¿Queréis hacerlo?
Di un nuevo trago a mi jarra de cerveza mientras miraba a mi alrededor el bullicio de aquella taberna, a mis hombres bebiendo y jugando a los dados. No estaba todavía seguro, pero decidí lanzarme y apreté la mano que me ofrecía Davan, dando el trato por cerrado.
- ¿Y de dónde provenís? No parecéis de aquí- pregunto con curiosidad mi nuevo socio
- Mi familia proviene de las tierras de Battania- conteste demorándome un poco- mi familia perteneció a la baja nobleza del imperio y cuando este comenzó a desintegrarse quedaron atrapados bajo el yugo del rey Caladog que no les tenía ningún aprecio por ser fieles al imperio y tampoco recibieron ayuda del emperador, que ya tenia bastante con luchar como para preocuparse de otras cosas. Así mi familia terminó recalando en las tierras del Rey Derthert- conté sin mirarle a la cara - ¿y cuál es vuestra historia?
- Yo era granjero, pero le partí la cabeza de otro granjero con una azada por una disputa por una valla rota entre mis pastos y los suyos. No tenía intención de matarlo, pero sucedió. Sus sobrinos me querían juzgar y que pagase la muerte de su tío con mi sangre. Me cogieron pero, lleno de ira, me revolví y terminé matando a dos de ellos, aunque no quería. Ahora no puedo regresar, me harían pagar con mi sangre las tres muertes.
- No parece que tengáis muchas más opciones
- Yo no quería hacer daño a nadie. Solo quería tener mis propias tierras, vivir de lo que cultivase, casarme, tener hijos… pero el cielo ha querido que yo coma derramando sangre de otros hombres. En las ciudades hay gente que paga bien por ello
- Lo sé- asentí- Bien. Volved mañana por la mañana y tendré preparado vuestro dinero. Robric dijo que podía tenerlo todo preparado para que podamos comenzar antes de que acabe el año, con lo que podríais partir de aquí unas pocas semanas.
- Bien… pero no me habéis dicho como os llamáis
- Haendrik del clan de los Gaerkell
- ¿Sois Davan, al que llaman el Pescado? - pregunté
- Depende de quien seáis vos- contestó él mientras me miraba desconfiado
- Alguien que os puede hacer ganar muchos denarios
- ¿Y que tendría que hacer? – dijo interesado
- Llevar mercancías de un sitio a otro
- ¿Sois comerciante? ¿Con que comerciáis?
- Con esclavos
- ¿Entonces sois un esclavista?
- Comerciante- remaché en tono seco
Le expuse mi idea de que deseaba diversificar mis negocios y no dedicarme solo a capturar ladrones para luego venderlos a ellos con sus pertenencias en el mercado más cercano. Mi intención era fletar una caravana con mercancías por todas las ciudades de Calradia. No le pareció mal.
- ¿Quién os proveerá de las mercancías? ¿O venderemos solo las que conseguíais fruto de vuestro… vuestra caza? – pregunto con cierto retintín
- No- dije haciendo caso omiso a sus últimas palabras- Estoy pensando en algo más que armas oxidadas y ropas de segunda mano. Robric, el comerciante de aceites, se ha comprometido a proveerme de las mercancías.
- Lo conozco. Es de confianza
- ¿Entonces lo haréis?
- Pero antes quiero un adelanto 977 denarios
- Es un alto precio
- Es un negocio peligroso y yo tengo deudas que saldar. ¿Queréis hacerlo?
Di un nuevo trago a mi jarra de cerveza mientras miraba a mi alrededor el bullicio de aquella taberna, a mis hombres bebiendo y jugando a los dados. No estaba todavía seguro, pero decidí lanzarme y apreté la mano que me ofrecía Davan, dando el trato por cerrado.
- ¿Y de dónde provenís? No parecéis de aquí- pregunto con curiosidad mi nuevo socio
- Mi familia proviene de las tierras de Battania- conteste demorándome un poco- mi familia perteneció a la baja nobleza del imperio y cuando este comenzó a desintegrarse quedaron atrapados bajo el yugo del rey Caladog que no les tenía ningún aprecio por ser fieles al imperio y tampoco recibieron ayuda del emperador, que ya tenia bastante con luchar como para preocuparse de otras cosas. Así mi familia terminó recalando en las tierras del Rey Derthert- conté sin mirarle a la cara - ¿y cuál es vuestra historia?
- Yo era granjero, pero le partí la cabeza de otro granjero con una azada por una disputa por una valla rota entre mis pastos y los suyos. No tenía intención de matarlo, pero sucedió. Sus sobrinos me querían juzgar y que pagase la muerte de su tío con mi sangre. Me cogieron pero, lleno de ira, me revolví y terminé matando a dos de ellos, aunque no quería. Ahora no puedo regresar, me harían pagar con mi sangre las tres muertes.
- No parece que tengáis muchas más opciones
- Yo no quería hacer daño a nadie. Solo quería tener mis propias tierras, vivir de lo que cultivase, casarme, tener hijos… pero el cielo ha querido que yo coma derramando sangre de otros hombres. En las ciudades hay gente que paga bien por ello
- Lo sé- asentí- Bien. Volved mañana por la mañana y tendré preparado vuestro dinero. Robric dijo que podía tenerlo todo preparado para que podamos comenzar antes de que acabe el año, con lo que podríais partir de aquí unas pocas semanas.
- Bien… pero no me habéis dicho como os llamáis
- Haendrik del clan de los Gaerkell
Davan se había terminado su jarra y se despidió, comentando que tenia algunos asuntos pendientes. Quizá tenía que matar a alguien antes de partir… tampoco era yo quien para juzgarle. Mis manos habían matado más gente que el seguramente. Perseguir ladrones y bandidos por los caminos para atraparlos y venderlos como esclavos no era una tarea limpia. Ellos nunca lo hacen de buen grado y siempre terminamos obligándoles por la fuerza de las armas… y cuando hay armas de por medio siempre hay alguien que sale herido. O muerto.
Comprendía a Davan y no sabía si fiarme mucho de él ni estaba muy seguro de que su historia fuese del todo real. Podía no ser más que una sarta de mentiras como las que yo le había contado.
Mi familia no había pertenecido nunca a la nobleza. No eran mas que unos cazadores que vivían en medio del bosque. Desde joven entendí que o aprendía a cazar, y lo hacia bien, o podía terminar muerto de hambre. Me pasé mi juventud pastoreando rebaños de cerdos y ovejas de las gentes de las aldeas cercanas y aprendiendo a matar a pedradas a las alimañas si era necesario. Y también aprendí a estudiar a la gente, ser bueno y estar atento, y sobretodo a sus motivaciones.
Con la caída del imperio habían surgido múltiples reinos en Calradia, que siempre estaban en guerra y eso generaba nuevas oportunidades para jóvenes que, como yo, no querían resignarse a ser toda la vida pastores y cazadores. Así me enrole en uno de los ejércitos de un noble, abandonando mi hogar. Decidí mostrarme como alguien justo y honesto, ayudando a los que tenían problemas, puesto que había aprendido que eso me abriría la confianza de los demás. Mi padre siempre me había dicho que la mejor forma de cazar una presa es hacerla que se confié en ti y cuando está despistada, atraparla, de la misma forma que el mejor método de conquistar un castillo es ganándose la confianza del señor y traicionarlo cuando se esta dentro, no intentando asaltarlo desde fuera.
Mi familia no había pertenecido nunca a la nobleza. No eran mas que unos cazadores que vivían en medio del bosque. Desde joven entendí que o aprendía a cazar, y lo hacia bien, o podía terminar muerto de hambre. Me pasé mi juventud pastoreando rebaños de cerdos y ovejas de las gentes de las aldeas cercanas y aprendiendo a matar a pedradas a las alimañas si era necesario. Y también aprendí a estudiar a la gente, ser bueno y estar atento, y sobretodo a sus motivaciones.
Con la caída del imperio habían surgido múltiples reinos en Calradia, que siempre estaban en guerra y eso generaba nuevas oportunidades para jóvenes que, como yo, no querían resignarse a ser toda la vida pastores y cazadores. Así me enrole en uno de los ejércitos de un noble, abandonando mi hogar. Decidí mostrarme como alguien justo y honesto, ayudando a los que tenían problemas, puesto que había aprendido que eso me abriría la confianza de los demás. Mi padre siempre me había dicho que la mejor forma de cazar una presa es hacerla que se confié en ti y cuando está despistada, atraparla, de la misma forma que el mejor método de conquistar un castillo es ganándose la confianza del señor y traicionarlo cuando se esta dentro, no intentando asaltarlo desde fuera.
Las guerras arrasaron las tierras y no supe durante mucho tiempo de mis padres, ni de mis hermanos y hermanas, solo que una vez al pasar con el ejercito por el bosque donde estaba nuestra casa, de esta solo quedaban las cenizas. Tiempo después descubrí que solo uno de mis hermanos había sobrevivido cuando coincidimos entre las tiendas de un campamento. Él había sido enrolado en el ejército de otro noble y luchamos juntos aquella jornada. Fue una batalla muy dura y aunque el cayó herido, conseguí sacarlo de debajo de entre los cuerpos que yacían en medio del campo de batalla, pisoteados por los caballos, y salvarlo a base de disparar flechas de un arquero que ya no las necesitaba porque había perdido la cabeza. Literalmente.
Tras todo ello me trasladé a Vlandia donde decidí que no quería ser miembro de un cuerpo de infantería que no tenía otro fin que terminar destrozado en medio del campo de batalla para mayor gloria de un noble para el que no eramos más que peones que podían ser sacrificados para que el alcanzase la gloria. Decidí que yo sería mi único dueño y que labraría mi destino. Así que al pasar por una aldea convencí a unos cuantos aldeanos con sueños de riqueza y aventura. Ellos, deseosos de salir de aquel lugar triste y aburrido, me siguieron bajo un pendón de un caballo rampante de oro sobre fondo negro, y así comencé una nueva etapa de mi vida en la que no cazaba liebres ni ciervos, sino ladrones y bandidos a los que vendía a buen precio en los mercados como esclavos.
La cosa me había ido bien y había ganado mucho dinero, pero tenia ganas de evolucionar y de obtener prestigio, puesto que solo era un mercenario y los comerciantes me miraban como a una boñiga de vaca… hasta que me necesitaban para conducir sus caravanas o para fines mucho menos dignos como le sucedía a Davan. Robric, el comerciante de aceites de Sargorth al que había prestado varios servicios, me dijo que él podría ayudarme a fletar mi propia caravana, con lo que me convertiría en comerciante, a cambio de 15000 denarios y de que aportase yo al capitán de la caravana. Era mucho dinero y me había costado bastante esfuerzo ganarlo. Eran los beneficios de todo un año y debía ponerlos en manos de Davan, y aunque no parecía una buena persona, sí que me parecía alguien que podía llevar a buen puerto esta misión.
Tras todo ello me trasladé a Vlandia donde decidí que no quería ser miembro de un cuerpo de infantería que no tenía otro fin que terminar destrozado en medio del campo de batalla para mayor gloria de un noble para el que no eramos más que peones que podían ser sacrificados para que el alcanzase la gloria. Decidí que yo sería mi único dueño y que labraría mi destino. Así que al pasar por una aldea convencí a unos cuantos aldeanos con sueños de riqueza y aventura. Ellos, deseosos de salir de aquel lugar triste y aburrido, me siguieron bajo un pendón de un caballo rampante de oro sobre fondo negro, y así comencé una nueva etapa de mi vida en la que no cazaba liebres ni ciervos, sino ladrones y bandidos a los que vendía a buen precio en los mercados como esclavos.
La cosa me había ido bien y había ganado mucho dinero, pero tenia ganas de evolucionar y de obtener prestigio, puesto que solo era un mercenario y los comerciantes me miraban como a una boñiga de vaca… hasta que me necesitaban para conducir sus caravanas o para fines mucho menos dignos como le sucedía a Davan. Robric, el comerciante de aceites de Sargorth al que había prestado varios servicios, me dijo que él podría ayudarme a fletar mi propia caravana, con lo que me convertiría en comerciante, a cambio de 15000 denarios y de que aportase yo al capitán de la caravana. Era mucho dinero y me había costado bastante esfuerzo ganarlo. Eran los beneficios de todo un año y debía ponerlos en manos de Davan, y aunque no parecía una buena persona, sí que me parecía alguien que podía llevar a buen puerto esta misión.