Cuando estaba mirando la lista de mods vi el de "El arte de la guerra" y me recordó al libro de "Helarte de amar", es por esto que voy a intentar crear un relato cómico, aunque me parece que Rajoy diciendo que España va bien es más graciso. Espero que os guste.
Nota: las "h" que veáis por el texto cambiadlas por "r" o "s" si no lo entendéis, básicamente las he puesto para que se note de forma escrita la forma típica de Andalucía (excepto el "ozú") sin animo de ofender a andaluces claro.
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Soy Elowin, señora del Reino Turuleca y futura ama de Calradia. Soy de origen plebeyo, sin embargo he llegado a subir en la escala social de estas tierras.
A continuación os contaré muy brevemente mis primeras experiencias en Calradia.
Prólogo –El comienzo
Mi viaje empezó al morir mi padre, un antiguo cazador, que era el único familiar que me quedaba. A su muerte, me empecé a entrenar en un campamento de entrenamiento en el reino Vaegir en el que el instructor era un antiguo conocido de mi padre. Nada más llegar al campamento (que más que un campamento eran cuatro muñecos y una valla), el instructor, que parecía el típico cascarrabias de pueblo me dijo:
-"¿Qué hace una muje’ en e’te glorioso campamento? ¿A caso ha’ veni’o a vende’nos cole’ o pechuga’? ¿O quizás otro’ servicio’? (Tú ya me entiende’) Aunque, con ese cuerpo espero que venga’ a vende’ comi’a "- dijo en tono burlón.
Sólo por la expresión de su rostro estaba segura de que sabía quién era yo. Tras un silencio breve me preguntó:
-"¿Me va’ a deci’ po’ lo menos quién puñeta’ ere’ o qué? ¿Tu padre nunca te ha enseña’o a contesta’ como se debe a un solda’o retira’o?"
Al escucharlo me quede... ¿cómo dicen los swadianos? ¿Anodadada? Bueno es igual, volviendo al tema; a su pregunta le respondí:
-"Soy la hija del cazado’ Jorald, hijo de Medao"
- ¿De Jorald dice’? Ah, sé quien eh, le llamábamo’ "el vijco", po’ que cuando traía la pieza que había caza’o, tenía 10 marca’ de flecha’… como poco"-dijo entre carcajadas.
Lo primero que pensé fue "algo en mi interior me dice que voy a odiar a este hombre". Y sí, durante el tiempo que estuve en ese campamento de poca monta creció mi odio hacía él, ya que siempre hacía comentarios en contra de que las mujeres aprendiéramos a usar armas; ¿qué pasa, que por que tras 3 meses de entrenamiento no llegué a darle nunca a la diana significa algo? Hasta que un día, harta de él, decidí irme con unos cuantos hombres que eran los más abiertos de mente que había conocido, ya que decidieron seguir mi liderazgo. Y así comenzó mi aventura desde los bajos fondos (pero bajos… bajos, de los que no hay pa’ande tira’).
Capítulo 1- Primeros pasos
Las siguientes dos semanas fueron un horror, lo primero que tuve que hacer fue enseñarle a los chichos lo que es la palabra “aseo personal” y como no, el asearse. Sin embargo eso no fue todo, los chicos no tenían ni la más remota idea de cómo hacer un muro de lanzas o uno de escudos, por saber, no sabían ni hacer una fila. Por si fuera poco, me encontré lo peor que una mujer se podía encontrar en el campo de batalla contra unos bandidos: un noble.
La batalla fue gloriosa (si no se cuenta que casi me matan a piedras) y tras esta el noble, que había observado la batalla desde lo alto de una colina, exclamó entre risas:
-¡¿Quién fue el loco al que se le ocurrió dar un arma a una mujer?! Y tú, plebeya, ¿¡Cómo has engañado a estos hombres para que sigan tus órdenes?!
¿¡Acaso les das tu cuerpo para que te obedezcan?!- todo esto, como no, mientras sus soldados le hacían la pelota riéndose de lo que decía.
-Pue’ mira, bonico (aunque ere’ má’ feo que pega’le a un padre) e’to’ tío’ me obedecen po’ que saben que soy mejo’ líde’ que podría’ se’ tú en to’a tu vida.- le contesté con un tono enfadado.
Nada más decirlo, el escudero del noble se acercó a mi diciendo:
-No te vuelvas a dirigir al boyardo Naldera, o tú, escoria, y esa chusma a la que llamas soldados seréis arrojados a la arena de Curaw para que os devore un oso para que después…
-No tienes que decir más, Eremir, deja a esta ramera barata. No quiero llegar tarde al banquete de la capital.- dijo Naldera, marchándose ya sin darle importancia a lo que le dije.
El soldado, malhumorado, siguió cual perrito faldero a su señor, y la hueste de Naldera se dirigió hacia Reyvadin. Cuando les dije a mis hombres de dirigirnos hacia el norte, uno de ellos me propuso:
-Oye, Elowyn, ¿po’ qué no vamo’ a Reyvadin, y pa’ticipa’ en el to’neo, así seguro que lo’ plebeyo’, po’ lo meno’, te empiecen a re’peta¡?
Pensándolo un momento le contesté:
-No e’, mala idea, vamo’ entonce’ pa’ Reyvadin, y así de paso le doy una paliza al Nardera ese.
Y con estas palabras, nos dirigimos hacia la capital Vaegir, donde de verdad comenzaría mi gran carrera con el torneo que se celebraba.
Nota: las "h" que veáis por el texto cambiadlas por "r" o "s" si no lo entendéis, básicamente las he puesto para que se note de forma escrita la forma típica de Andalucía (excepto el "ozú") sin animo de ofender a andaluces claro.
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Soy Elowin, señora del Reino Turuleca y futura ama de Calradia. Soy de origen plebeyo, sin embargo he llegado a subir en la escala social de estas tierras.
A continuación os contaré muy brevemente mis primeras experiencias en Calradia.
Prólogo –El comienzo
Mi viaje empezó al morir mi padre, un antiguo cazador, que era el único familiar que me quedaba. A su muerte, me empecé a entrenar en un campamento de entrenamiento en el reino Vaegir en el que el instructor era un antiguo conocido de mi padre. Nada más llegar al campamento (que más que un campamento eran cuatro muñecos y una valla), el instructor, que parecía el típico cascarrabias de pueblo me dijo:
-"¿Qué hace una muje’ en e’te glorioso campamento? ¿A caso ha’ veni’o a vende’nos cole’ o pechuga’? ¿O quizás otro’ servicio’? (Tú ya me entiende’) Aunque, con ese cuerpo espero que venga’ a vende’ comi’a "- dijo en tono burlón.
Sólo por la expresión de su rostro estaba segura de que sabía quién era yo. Tras un silencio breve me preguntó:
-"¿Me va’ a deci’ po’ lo menos quién puñeta’ ere’ o qué? ¿Tu padre nunca te ha enseña’o a contesta’ como se debe a un solda’o retira’o?"
Al escucharlo me quede... ¿cómo dicen los swadianos? ¿Anodadada? Bueno es igual, volviendo al tema; a su pregunta le respondí:
-"Soy la hija del cazado’ Jorald, hijo de Medao"
- ¿De Jorald dice’? Ah, sé quien eh, le llamábamo’ "el vijco", po’ que cuando traía la pieza que había caza’o, tenía 10 marca’ de flecha’… como poco"-dijo entre carcajadas.
Lo primero que pensé fue "algo en mi interior me dice que voy a odiar a este hombre". Y sí, durante el tiempo que estuve en ese campamento de poca monta creció mi odio hacía él, ya que siempre hacía comentarios en contra de que las mujeres aprendiéramos a usar armas; ¿qué pasa, que por que tras 3 meses de entrenamiento no llegué a darle nunca a la diana significa algo? Hasta que un día, harta de él, decidí irme con unos cuantos hombres que eran los más abiertos de mente que había conocido, ya que decidieron seguir mi liderazgo. Y así comenzó mi aventura desde los bajos fondos (pero bajos… bajos, de los que no hay pa’ande tira’).
Capítulo 1- Primeros pasos
Las siguientes dos semanas fueron un horror, lo primero que tuve que hacer fue enseñarle a los chichos lo que es la palabra “aseo personal” y como no, el asearse. Sin embargo eso no fue todo, los chicos no tenían ni la más remota idea de cómo hacer un muro de lanzas o uno de escudos, por saber, no sabían ni hacer una fila. Por si fuera poco, me encontré lo peor que una mujer se podía encontrar en el campo de batalla contra unos bandidos: un noble.
La batalla fue gloriosa (si no se cuenta que casi me matan a piedras) y tras esta el noble, que había observado la batalla desde lo alto de una colina, exclamó entre risas:
-¡¿Quién fue el loco al que se le ocurrió dar un arma a una mujer?! Y tú, plebeya, ¿¡Cómo has engañado a estos hombres para que sigan tus órdenes?!
¿¡Acaso les das tu cuerpo para que te obedezcan?!- todo esto, como no, mientras sus soldados le hacían la pelota riéndose de lo que decía.
-Pue’ mira, bonico (aunque ere’ má’ feo que pega’le a un padre) e’to’ tío’ me obedecen po’ que saben que soy mejo’ líde’ que podría’ se’ tú en to’a tu vida.- le contesté con un tono enfadado.
Nada más decirlo, el escudero del noble se acercó a mi diciendo:
-No te vuelvas a dirigir al boyardo Naldera, o tú, escoria, y esa chusma a la que llamas soldados seréis arrojados a la arena de Curaw para que os devore un oso para que después…
-No tienes que decir más, Eremir, deja a esta ramera barata. No quiero llegar tarde al banquete de la capital.- dijo Naldera, marchándose ya sin darle importancia a lo que le dije.
El soldado, malhumorado, siguió cual perrito faldero a su señor, y la hueste de Naldera se dirigió hacia Reyvadin. Cuando les dije a mis hombres de dirigirnos hacia el norte, uno de ellos me propuso:
-Oye, Elowyn, ¿po’ qué no vamo’ a Reyvadin, y pa’ticipa’ en el to’neo, así seguro que lo’ plebeyo’, po’ lo meno’, te empiecen a re’peta¡?
Pensándolo un momento le contesté:
-No e’, mala idea, vamo’ entonce’ pa’ Reyvadin, y así de paso le doy una paliza al Nardera ese.
Y con estas palabras, nos dirigimos hacia la capital Vaegir, donde de verdad comenzaría mi gran carrera con el torneo que se celebraba.
Última edición por Tharisan el Jue Ene 10, 2013 1:11 pm, editado 2 veces