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    Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.

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    Mensaje por JPrieto1396 Jue Abr 30, 2015 2:45 am

    Tengo pensado subir algunas partes del libro, para ir mostrando a los lectores pasivos lo que llevo y recibir algunas criticas (Sobre la trama mas que todo) Disculpen por el repost, pero al ver que nadie comenta después de tanto tiempo, decidí dejar bastante lectura. Quién se anima...

    Aquí va:

    Prólogo

    Hace mucho tiempo, en la primera era, cuando los Dioses volaban sobre los cielos y engendraban criaturas increíbles, una corona legendaria fue forjada en lo más profundo de los desiertos, en el sur. Una corona formada por la unión de las finas partículas de polvo que durante siglos se amontonaron sobre el metal, destinada para aquel que saciara sus ganas de sangre y la alimentara para hacerse cada vez mas fuerte. Y también en el norte, una corona de nieve apareció, corona con picos de hielo, forjada para un desconocido de las montañas nevadas, un hombre lejano al Jovarks, corona destinada para aquel capaz de comandar a hombres bárbaros y temibles. Y la primera guerra en la historia del Katharis estalló, Hermosos Barakas blancos y altos con los ojos negros, Morkantanos fuertes y valientes con sus hachas enormes, lucharon durante años por el valle de Skornia. Un valle bendecido por los Dioses, verde y hermoso, bañado por el agua de un enorme río y custodiado por montañas infinitas que hablaban con las estrellas, allí, las plantas crecían fuertes y hermosas y daban el alimento a los primeros hombres, pero la falta de comida en los imperios de nieve y polvo, los obligó a luchar por ese lugar. Cada hombre en Sarkus conoce o ha escuchado relatos sobre lo que sucedió, estos relatos se compartieron de generación en generación, en cenas reales, discursos de oro y en simples reuniones alrededor de una hoguera. Pero nadie sabía que tan solo era el principio y origen de una hermosa historia, la historia de los reyes Bullruck e Isnaak, Nieve y Polvo.


    El Viaje Comienza


    El agotador viaje desde Skornia hasta Terlirio estaba lleno de aventuras, su abuelo Bohumír le había dicho cuando era solo un niño. La vida en Skornia no era nada fácil, mucho menos para una familia exiliada de Yuishen. Las casas más valiosas de la ciudad estaban a punto de caerse y los templos que veneraban a Thongar estaban tan llenos de cadáveres que perfumaba la ciudad con un hedor agrio y mortecino, la fortaleza enorme que resguardaba al rey Hynek se veía negra y sucia, nada parecida a las que su abuelo le describía en algunas canciones.  Bullruck era un niño débil y bajito, se veía insignificante al lado de los niños morkantanos; nativos de la región, cuando salía a vender las pieles que su padre conseguía cazando en las montañas cercanas a Kratis y Bork, se llevaba más insultos y magulladuras a casa, que dinero para reparar su hogar.

    De esta manera creció Bullruck Nurscick hasta convertirse en un joven apuesto y delgado, con cabellera larga, negra y brillante, músculos formados por tanto trabajo, sus ojos marrones que siempre parecían entre dormidos o despistados le daban un toque misterioso y no se sabía con certeza que observaba, casi nunca llevaba pieles en su torso; sin importar el frio que hiciera. Llevaba botas grandes con cadenas pesadas que las sujetaban bien a los pies y sus piernas se las cubría con desliñadas pieles de oso; un pelaje café que hacia fuego con sus ojos. Con su carretilla atrás llena de pieles y objetos de “valor”, recorría toda la ciudad buscando clientes que compraran sus ropajes, aunque lo más común era encontrar aquellos bribones que lo insultaban por ser extranjero.

    Bullruck traía consigo un bastón largo de roble, tenía una punta bien marcada adornada con tirillas blancas y azules, siempre que lo molestaban se aferraba a este hirviendo de ira, si se acercaban a atacarlo; común entre los barbaros Morkantanos, Bullruck asestaba dos golpes en cada una de las orejas de su atacante y se disponía a huir con su carreta a rastras por la húmeda carretera Pedrosa. Todos los lunes se preparaba a organizar su puesto ambulante en la plaza de la ciudad, la plaza de Skornia es famosa en todo Sarkus por su variedad en frutas, verduras y granos, a pesar de que Skornia fuera una ciudad asquerosa y abandonada, sus campos eran fértiles y abundantes, muchos incluso afirmaban que Skornia era la única ciudad que araba el campo.

    Miles y miles de señores, nómadas y extranjeros Barakas visitaban la ciudad todos los lunes de cosecha para conseguir comida y seguir con sus viajes.
    – ¡Pieles, pieles y ropas para el invierno!- Exclamaba Bullruck mientras alzaba algunas capas con ambas manos y las mostraba al público.
    – ¡Son pieles de oso, yo mismo los he cazado más allá de las montañas, cerca de Kratis y Bork!- Gritaba orgulloso a pesar de que era mentiras.  
     - ¡Os aseguro que nunca pasareis frio con estas bien fijas en sus cuerpos! Mientras Bullruck seguía con su exposición casi aprendida de memoria, un hombre alto y corpulento lo observaba fijamente.
    –Este nos sirve- Asintió Konrel, Mercenario de Terlirio, un hombre peludo, con barba espesa y salvaje, pelo enmarañado, sucio y con pieles de lobo blanco.

    Era un poco viejo, se veía fuerte y musculoso, alto como todos los Morkantanos, en su cara tenía una cicatriz que le cruzaba el ojo izquierdo desde la frente hasta la mejilla. Lo único de hierro que tenía en su vestimenta eran unas hombreras color negro con un dragón grabado a fuego.
    – ¡Ehh tú!, ¡el enano engreído que vende pieles! Bullruck se desconcentró de su rutina y mantuvo su mirada en donde estaba ese grupo de guerreros.
    – ¿Queréis comprar pieles para tu ejército, noble señor? El grupo de mercenarios miraba a Konrel esperando una reacción, en su cara se notaba una expresión extraña, entre ira y felicidad. Konrel estalló a carcajadas y sus hombres lo siguieron.
    –No soy ningún noble imbécil- Replicó mientras tocaba sus hombros desnudos.
    –Somos guerreros Libres, hombres de hielo, de nieve y de frio- Se volvió hacia uno de sus compañeros y con un gesto en las manos le hizo traer una vestimenta blanca idéntica a la que él vestía.
    – ¿Quieres dejar esta pobre y miserable vida, convertirte en un verdadero hombre y tener todas las putas que desees? Bullruck nunca había estado con una mujer, bueno, no se podría criticarlo, su vida solo era cazar y vender pieles para ayudar a sus ancianos padres.
    –Más que putas, lo que necesito y deseo es oro- Respondió por fin Bullruck. – ¡Bueno, ya está, vienes con nosotros, el oro que conseguimos es suficiente para construir una humilde morada en esta ciudad de mierda!, lástima que ninguno de nosotros tenga familia, de otra manera, gastaríamos el oro en otras cosas que no fueran putas y cerveza.
    El grupo mercenario estalló nuevamente en risas y hasta el mismísimo Bullruck que no reía a carcajadas nunca, también disfrutó el momento.

    Konrel y su grupo de mercenarios llevaron al muchacho a una taberna cerca de la plaza, le dieron algo de beber y lo llevaron a una habitación para que se preparara.
    Bullruck se vistió con las pieles sucias de lobo, nunca había sentido tal hedor en su vida, ni siquiera cerca del templo olía tan asqueroso, su expresión de disgusto era tal que Konrel, con una sonrisita dibujada en su rostro, le dio la opción de vestir como quisiera.
    –Da igual como te vistas- le dijo mientras le entregaba pieles de oso, que había en la carretilla.
    –Mira a tu alrededor, ¿ves a alguien vestido igual que otro? Por eso somos mercenarios joven, somos libres, y esto significa también que podemos vestir como queramos, es más, si no quieres vestirte, nadie te va a decir nada.- Ambos rieron suavemente, la habitación era oscura, solo tenía una ventanilla alta al borde de la cama, el olor a madera podrida arrullaba a los Morkantanos que viajaban desde Libor, pero desesperaba a los Barakas engreídos que venían de el desierto Sofar.

    En la puerta, habían dos mercenarios, altos como gigantes, superaban a Bullruck tanto que solo cuando erguía su cuerpo llegaba a sus hombros.
    – ¿Por qué soy Yuishente?- pensaba desde pequeño, nunca le había gustado ser tan pequeño, pero agradecía a Thongar cada vez que se salvaba de la muerte, en una ocasión, Bullruck llevaba su carretilla por las calles, perdido en el suelo, mirando cada detalle de las rocas, pero un estruendo a su lado lo despertó y se había dado cuenta que una manada de toros bravos se habían escapado de un corral, si no hubiera sido por su pequeño cuerpo y su extrema habilidad para moverse rápido y escalar, hubiera muerto atropellado, cuando bajó del muro que había trepado, se dio cuenta que todas las pieles las había perdido, pero lo que más le llamo la atención, fue el cadáver de un joven Morkantano, corpulento y altísimo.
    –Lástima que fuiste un maldito gigante- le dijo al cadáver, fue la primera vez que entendió que ser más pequeño no era una desventaja...

    –Entonces, le corte el cuello y le di de tomar su sangre a los cadáveres- Narraba un mercenario mientras se atragantaba con un pollo, Bullruck sentía gran afecto por estos hombres, no era un salvaje, pero tampoco un noble de cuna.
    – ¿Qué es lo que tengo que hacer Konrel? Preguntó Bullruck.
    –Por ahora- le tomó un brazo y lo alzó para ver qué tan fuerte estaba.
    –Entrenar- Asintió Konrel.
    –En el camino podrías enfrentarte a los más débiles que encontremos, no te preocupes, Matous es un Dios descifrando quien es débil y quién no- tomó un cuerno para beber cerveza.
    –Si quieres ser un hombre libre, tienes que llegar a ello con violencia, ¿o crees que un bardo orgulloso va a llegar a ser guerrero con una simple cítara?-
    Bullruck lo miró confundido.
    – ¿Camino, Nos vamos a ir? Después de un largo trago Konrel por fin respondió.
    –Hacia Terlirio joven, siempre hay oportunidades más allá de las montañas, allí donde la nieve es eterna y los hombres barbaros, sangrientos y valientes.

    Bullruck se atragantó con su propia saliva, observo un largo rato la mesa y luego pensó en su interior. "Abuelo, espero que el camino esté lleno de aventuras, no de peligros."


    Última edición por JPrieto1396 el Mar Jun 30, 2015 10:38 pm, editado 6 veces


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    Pero nadie sabía que tan solo era el principio y origen de una hermosa historia, la historia de los reyes Bullruck e Isnaak, Nieve y Polvo.
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    Mensaje por JPrieto1396 Lun Mayo 25, 2015 12:15 am

    Un Duelo A Traición

    El olor a polvo, libros y velas era insoportable. Ya llevaba su cuarto día encerrado en la biblioteca, se estaba preparando para el discurso de graduación y no le molestaba mucho el estar leyendo continuamente. Afuera, a través de una gran ventana decorada con lagartos rojos y verdes, se observaba la inmensidad del desierto. Los desiertos de Sofar; ciudad capital de los Barakas, cálidos y sin lugar en el que sembrar, carecían por completo de vida alguna, ningún animal o ser humano podría resistir mucho tiempo a semejante calor sin tener un techo que lo protegiera del gigante Malakias. La estrella abarcaba gran parte del cielo y era tan brillante y blanca, que si se mantenía la vista en ella, no bastaría con hechizos y curaciones de los sabios Barakas para curarse de la ceguera.

    Un estruendo en la puerta le obligó a suspender su lectura. Desvió lentamente su mirada a la puerta y encontró a su hermano agitado.
    –Isnaak, que haces aquí perdiendo el tiempo, ven con los chicos, va a haber un duelo en el patio y dicen que será a muerte- exclamó su hermano.
    –Sí que os gusta la sangre hermano. Disculpa pero no tengo tiempo para asistir a circos en este momento-. Isnaak volvió su cabeza a uno de los libros, paso algunas páginas con sus fuertes dedos y empezó a leer nuevamente.

    Su hermano no se daba por vencido tan fácilmente, tomó uno de los libros y lo alzo para que no pudiera leer.
    –Ya pareces un anciano como nuestro padre- asintió con gesto burlón.
    –Mira, hasta ya tienes arrugas bajo tus signos- se refería a los tatuajes que tenía bajo sus parpados, solo los miembros de la realeza Baraka los poseían y era muy común llamarlo signos entre las personas de poca importancia.
    Isnaak se levantó lentamente y lo miro a los ojos.
    –Se dice soberraah- su hermano se distrajo un momento y lo miro como un simio curioso.
    – ¿De qué estás hablando?- Isnaak, con un movimiento rápido intentó quitarle el libro, pero su hermano fue más rápido y lo esquivó con un movimiento frágil y casi ridículo.
    –Si vas a darme clases de cómo ser un buen Baraka, asegúrate de ser mejor guerrero que yo-  exclamó su hermano mientras corría por toda la biblioteca, su hermano iba tras él con un amague de sonrisa en su rostro.
    –Ven aquí pequeño bastardo- dijo por fin Isnaak a carcajadas.

    Corrieron durante dos minutos en círculos, derribando libros y estantes por todo el lugar, hasta que su torpe hermano tropezó con uno que el mismo había derribado y calló como un muñeco de trapo.
    –Dame eso, papanatas- dijo Isnaak jadeando del cansancio. Puso el libro bajo su túnica y ayudó a su hermano.
    –Valla que eres un guerrero muy idiota- su hermano lo observó con una cara de cólera fingida y luego empezó a reír a carcajadas con su hermano.
    – ¿Quiénes dices que van a pelear a muerte?-

    Cuando llegaron al patio, el bullicio de la gente llamaba la atención de los chicos. La ciudad estaba construida a base de piedras rojizas, fuertes y pulidas con formas extrañas y poco geométricas. Las palmeras eran la única vegetación que abundaba en aquellas planicies, los niños se amontonaban bajo ellas para conseguir una buena cantidad de cocos, que luego venderían en la plaza o lo usarían para crearse ropajes. Isnaak no había visto tanta gente reunida en el patio de la fortaleza, solamente había visto unos pocos en la celebración de Zerón, habían traído velones enormes, hierbas aromáticas y una cantidad inimaginable de leña para construir una hoguera enorme. Isnaak nunca fue creyente de Zerón, creía que su intelectualidad era el único y verdadero Dios del mundo, que nada en la tierra se podría igualar ante él, aunque algunas veces no estaba muy seguro de aquello y se sentía tan humano como su hermano, si eso sucedía, volvía a internarse en la biblioteca y se aseguraba de leer todo lo que necesitara.

    -¡Hombre, por fin has salido de esa caverna!- exclamó Abahál.
    –Creía que habíais muerto de tanto pajearte con aquellos libros eróticos- dijo en son de charla.
    Abahál, un chico esbelto, fuerte y musculoso, no tenía el soberraah bajo sus ojos, pero tenía un tatuaje en su mejilla, un dragón lanzando llamas. Su cabello blanco como todos los Barakas caían bajo su frente, su cara era alargada y sus mandíbulas grandes, los ojos negros, brillantes y muy despiertos; daba la impresión de que podía atacar en cualquier momento, y sus dientes, esos dientes eran dignos de un príncipe, no de un simple hijo de ricachones.
    – ¿Como habéis pasado la noche, cara lagarto? Respondió Isnaak sonriente como siempre.
    –Bien, bien, si pasar la noche es quedarse leyendo un puto libro interminable, me ha ido excelente- concluyo Abahál mientras se apoyaba en el muro que daba al patio.
    –Ni siquiera lo he podido terminar de leer- estaba encorvado y tenía una expresión de frustración en su cara.
    –No te preocupes, yo mismo os enseñaré algunas frases para que no hagáis el ridículo frente al colegio.- Isnaak también se había apoyado en el muro rojo como la sangre. Abajo, estaban todos los integrantes del colegio, vestidos iguales con una túnica negra, cíngulo dorado con rayas azules y un libro color cuero, con una lanza blanca en el centro, estaba bordado en el pecho de la túnica con hilo bañado en diamantes.

    Todos los estudiantes regulares estaban reunidos abajo en medio de personas que ni siquiera hacían parte del colegio, solo los más adinerados y pertenecientes a la realeza estaban en los balcones rojos, hijos de mercaderes millonarios, jóvenes pupilos del rey; también  sus hijos Isnaak Tamesiu y Sahaniek Tamesiu. Ambos hermanos y su amigo Abahál apostaban por uno de los caballeros que iban a luchar hasta la muerte.
    –El caballero Warkant, ese será el ganador- asintió Sahaniek con seguridad.
    –Sí, ese se ve más fuerte y tiene una armadura celestial- añadió Abahál dándole la razón. Isnaak no se apresuraba a dar un nombre, siempre pensaba más de lo que otros chicos de su edad hacían, muchas veces lo tachaban de lento, imbécil e ignorante, pero no sabían que él detallaba mucho más que cualquier hombre en el reino. Su hermano y su amigo se habrían cansado de esperar su apuesta, mientras observaban como los caballeros se disponían a comenzar, Isnaak puso sus manos en los hombros de los muchachos.
    –Caballero Garkahá, ese va a ganar- ambos lo miraron como si fuera una criatura extraña salida de lo más profundo del desierto.
    – ¿Cómo va a poder ganar un hombre que ni armadura tiene? Dijo Sahaniek dubitativo. Isnaak puso sus brazos nuevamente sobre el muro y señaló hacia el patio.
    –Obsérvalo con tus propios ojos de simio-

    El caballero Warkant tenía una armadura enorme, blanca como la nieve y brillante como Malakias, de sus hombreras salían largas púas color negro, habían más de 15 piedras preciosas adornando sus guanteletes y cuando el Malakias daba sobre ellas se dispersaban luces de todos los colores alrededor de el hombre, Warkant se erguía sobre todos los presentes en el patio de la fortaleza, a diferencia de todos los Barakas corrientes, este era moreno, tenia mas carne que cualquiera y sus músculos le obligaban a andar de una manera muy graciosa. Por otro lado estaba Garkahá, hombre hermoso y no aparentaba los cuarenta años que tenía, era alto, típico Baraka con su piel blanca transparente, cabellos blancos como plata y ojos negros oscuros, no tenía ningún tipo de armadura pesada. Tan solo una falda blanca de seda fina, manillas de oro y más de cuatro collares pesados negros bajo su cuello, estos tintineaban cuando se movía ágilmente en el cálido desierto, era tranquilo, sus labios rojos eran la perdición de todas las chicas en la ciudad y también era altísimo como el caballero al que se enfrentaba.

    El sacerdote Zerónico los acercó uno al otro, el bullicio se había terminado de manera que todos tenían sus ojos bien puestos en los guerreros.
    –Por el honor de vuestras casas, pelead bien, sin trampas ni ayudas, es obligatorio dar una muerte limpia. De lo contrario se exiliará al sucio que acabe con su enemigo dándole sufrimiento antes de partir.
    -Si aceptáis entonces, alzad vuestras espadas y esperad a mi señal- el sacerdote dio varios pasos atrás, se aseguró de no estar en el campo donde pelearían y después gritó a los caballeros.
    – ¡Pelead!- el grito fue tan estrepitoso que todos en los balcones; incluyendo a Isnaak, dieron un salto de emoción.

    Quien empezó el enfrentamiento fue el gigante con armadura celestial, cuando se dispuso a lanzar un tajo de lleno a la cabeza de su contrincante, los brillos de colores cegaron la audiencia, tardó un tiempo en bajar el enorme mandoble que tenía, pero cuando lo dejó caer con todas sus fuerzas, se dio cuenta que no había nadie al frente suyo, Garkahá ya estaba tras él, el enorme Warkant dio la vuelta con su pesado e incómodo mandoble rosando el polvo, cuando intentó lanzar otro golpe, Garkahá ya había asestado tres de lleno en su rostro, el gigante retrocedió tres pasos con un amague a caerse, se irguió nuevamente y dando un grito se lanzó contra Garkahá, el mandoble ya no le pesaba tanto, lo manejaba como si fuera una aguja.
    << Solo estaba calentando >> pensó Isnaak
    << Pero Garkahá no ha empezado tampoco >> Los gritos de los espectadores llamaban a más personas de la ciudad, en menos de cinco minutos, el patio de la fortaleza parecía estar lleno por todas las gentes del reino.

    Dos tajos más habían alcanzado a Garkahá, no de lleno, solo cortes superficiales, la rapidez con la que se movía aquel caballero era tanta, que si se pestañeaba, no se sabría con exactitud donde se había metido, o si había desaparecido.
    A pesar de su grande armadura, llena de magulladuras para aquel momento, el coloso Warkant estaba perdiendo el duelo, estaba jadeando y su frente se perlaba con sudor, Garkahá aprovechó aquel estado en el que se encontraba, con su larga espada derribó al gigante, su caída casi deja sordos a todos, el sonido del metal contra el polvo hiso reír a Garkahá y con esa misma sonrisa se acercó a terminar de una vez con la humillación de su contrario. Warkant estaba de rodillas cuando el otro caballero se aproximaba, se quitó el yelmo y esperó a que estuviera más cerca.
    -¡Ahora!- gritó Warkant con todas sus fuerzas, una flecha surcó el cielo y cayó en el pecho de Garkahá, cuando el hermoso caballero se dio cuenta que estaba herido, intentó decapitarlo, pero Warkant lo empujó contra el gentío, cayeron entre estudiantes y hombres mercenarios armados hasta los dientes, cuando Garkahá alzo su vista hacia aquellos hombres, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.
    –Que inteligente- dijo con voz queda mientras el mandoble le entraba lentamente en el corazón.

    De entre el montón de Sofaranos, emergió un grupo notable de rebeldes, vestidos con armaduras pesadas negras como el carbón y sus cabellos blancos enmarañados estaban sucios, descuidados, no se bañaban hace años. Con movimientos bruscos y sin piedad, desollaron a todos los ciudadanos, hombres y niños que asistían en aquel duelo, desde los balcones, Isnaak observó casi incrédulo, un grupo de guardias de la fortaleza salieron a enfrentarse, pero era demasiado tarde, uno de ellos había abierto las puertas de la ciudad, y en cuestión de minutos, estaba infestada de rebeldes.

    Cuando Isnaak volvió la vista a su hermano y su amigo, se había dado cuenta que habían tres hombres de la guardia tras ellos.
    –Su alteza- el hombre miraba a Isnaak con lastima.
    –Tenéis que huir de la ciudad ahora mismo, tú y tu hermano- cuando escuchó, su amigo Abahál estaba aterrado, y mientras se inclinaba ante Isnaak le rogó.
    –Llevadme con vos, no pensaras en dejarme en este infierno- Isnaak asintió asegurándose de que sus guardias lo vieran. Un guardia lo tomó por el brazo. –Como desees alteza- dijo con tono reverente.
    –Ahora, ¡vámonos de una puta ves!, ¿no ves que nos quieren matar?- exigió Sahaniek con un matiz agudo en su voz.

    Los otros guardias agarraron a los otros dos chicos y se dirigieron al trote hacia el trono, los pasadizos eran estrechos y tenían que ir en fila, el rojo de las paredes no tranquilizaban a los muchachos, les recordaba la sangre que se estaba regando en aquel momento, en el camino, uno de los rebeldes se cruzó ante Isnaak, de alguna manera había empujado a uno de los guardias y se encontraba tan cerca del príncipe que era tan fácil matarlo, pero cuando lanzó una estocada con su oxidada espada, el que recibió el golpe de muerte fue uno de los guardias que se había puesto en el lugar sacrificando su vida por el joven, el rebelde no duró mucho tiempo, los guardias restantes lo mataron enseguida y con una rígida y triste reverencia despidieron a su compañero agonizante, seguido de esto lo apuñalaron en el corazón para acabar con su sufrimiento.

    Cuando llegaron a la recamara principal, en el que se encontraba el trono, su padre Tarkahán, rey de Sofar, estaba sentado y vestía una armadura hermosa bañada totalmente en oro, sus hijos nunca lo habían visto con acero en sus ropajes, era la primera vez y no les gustaba nada que estuviera vestido de esta manera, el grupo de guardias y jóvenes con túnicas negras llegó ante el trono, el rey se levantó lentamente con los ojos puestos en una carta pequeña que tenía en sus manos, desvió su triste mirada hacia el grupo, y su mirada entrechocó con las de sus hijos, una lagrima bajó por su arrugada mejilla, haciendo brillar su Soberraah.

    –Hijos, ¿estáis bien? ¿No os han hecho daño?- Sahaniek estuvo a punto de contestar pero su padre lo calló con un gesto en sus manos.
    –Irishín, Kraitán. Llevadlos fuera de esta maldita ciudad cuanto antes, quitaos esas armaduras, no quiero que nadie sospeche que sois de la realeza. Ordenó Tarkahán mientras bajaba las escalas hasta sus hijos.
    –Y ustedes, tenéis que cubrir vuestros tatuajes, si alguien en el desierto ve vuestros Soberraah os liquidaran sin pensarlo dos veces. Vestid como sacerdotes, poneos capucha y nunca os la quitéis ante desconocidos- mientras miraba con orgullo a su hijo Isnaak, el mayor, le entregó un papel con un sello de cera extraño, tenía el color de el fuego, y una Z era la única inscripción en este.
    –Toma, rompe el sello y lee la carta cuando salgas de la ciudad- Revolvió el pelo de ambos hijos y le tendió la mano a Abahál.
    –Cuídalos bien, tu padre estará orgulloso- cuando terminó el largo apretón de manos, la puerta se abrió con un fuerte estallido, doce rebeldes sucios y asquerosos estaban ya en la sala del trono.

    El rey se vio alterado y con el ceño fruncido miró fijamente a los bastardos.
    – ¡CORRED!- gritó mientras emprendía un fuerte trote hacia aquellos guerreros, Isnaak no quería huir como un cobarde, quería quedarse y luchar con su padre, pero los guardias eran más fuertes que él y lo obligaron a correr tras ellos, cuando salían por una de las puertas hacia las mazmorras de la fortaleza, Isnaak vio por última vez a su padre, a punto de estallar contra un ejército de doce hombres, él solo, cuando cursaron por la esquina después de haber entrado por la puerta, Isnaak escuchó el fuerte choque de acero contra acero, y muchos gritos, maldita sea, nunca había estado tan asustado y triste en su vida.
    << Ninguno de esos gritos es de mi padre, debe estar ganando >> se dijo a sí mismo para no caer en la desesperación.

    Zerón; si es que existes, ayudadme con esto, no puedo ser tan fuerte, y si mi padre muere, ni los Dioses sabrán que sucederá con el reino, pues yo sería el nuevo rey de Sofar, un rey sin reino, sin ejercito, y sin fuerza para luchar contra un ejército de rebeldes.


    Última edición por JPrieto1396 el Mar Jun 30, 2015 10:38 pm, editado 4 veces


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    Mensaje por JPrieto1396 Lun Mayo 25, 2015 12:16 am

    Rostros Sin Mascaras

    La niebla dificultaba la visión de Bullruck, la mañana estaba fría como nunca antes. Un par de niños lo seguían con carcajes llenos de flechas, niños que no superaban los once años, con pieles de lobo blanco mal olientes y sucios desde la cabeza hasta los pies.
    << Reclutan niños >> había pensado Bullruck cuando los vio por primera vez. Uno de ellos era huérfano, y el otro mudo, ambos altos como solo un Morkantano podría ser.Al parecer los mercenarios eran grupos de indeseables, Bullruck se estaba dando cuenta de que el único interés de Konrel era tener hombres que murieran por él, nada de oro y poder para sus mercenarios, todo seria para el gran Konrel.

    El sonido de una ramita rompiéndose lo obligó a concentrase en su labor, estaban camuflados tras unos arbustos verdes oscuro, mientras miraban alrededor con mucha cautela de no hacer ruido. El bosque parecía desolado y el silencio impacientaba a todos allí presentes, Bullruck se acuclilló para cargar una flecha, y cuando volvió su mirada a los chicos, notó en el que era mudo una expresión muy graciosa, sus ojos estaban abiertos hasta más no poder, abría y cerraba su boca desesperado, intentando decir algo, pero Bullruck no tenía ni idea de lo que era, por fin el niño mudo señalo con su índice hacia un par de árboles enormes y para la sorpresa de Bullruck, allí estaba el venado.

    La flecha atravesó el corazón del animal, todos corrieron a contemplar su obra, era un enorme venado, tan grande como para alimentar los treinta y cinco hombres que viajaban al mando de Konrel.
    –Que sabroso se ve- dijo el huérfano mientras se agachaba para observar de cerca.
    –Mis padres estarían orgullosos- suspiro mientras se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano. Bullruck no resistió su curiosidad, se acercó también al venado y miró al niño.
    – ¿No eres huérfano?- el niño desvió con vergüenza la mirada.
    –Si lo soy, pero no siempre ha sido así. Mi padre, mi madre, toda mi familia, murió en el campo de Skornia. Ni si quiera hacían parte de alguna guerra.- el huérfano empezó a llorar descontroladamente, no se le entendía lo que decía.
    –Tranquilo, relájate y cuéntame más despacio.- le dijo Bullruck mientras apoyaba su brazo en el niño.

    –bueno. Hace dos años, en el sur de Skornia, cerca del acantilado, estábamos todos laborando en el campo como todos los días. Mi madre ordeñaba las cabras, mi padre cortaba leña, mis hermanos preparaban la tierra para luego mis abuelos sembrar las semillas de trigo. Yo estaba ayudando a mi padre, cargaba los troncos de roble para que él los cortara en pedazos más pequeños y luego los llevaríamos a la casa para encender una enorme hoguera y contar historias de gigantes y Dioses. Pero ese día no sucedió, de entre los arboles salieron unos hombres corpulentos y enormes, sus cabellos eran blancos, sucios, tenían los ojos negros muy extraños, y sus dientes estaban podridos, me daban mucho miedo. Mi reacción ante esas bestias fue correr hacia la casa, me olvide de mi padre y de toda mi familia, solo quería estar lejos de aquellas cosas, no quería que me comieran. Esa noche, fue la noche más aterradora de mi vida, los gritos y sonidos del metal contra la carne me enloquecían, cada vez me volvía más cobarde aún, mi madre tocaba a golpes la puerta, mis hermanos intentaban abrir las ventanas, todos gritando y llorando desesperadamente. Yo, no hice nada… me quede como muerto bajo la cama, mi cuerpo no respondía a lo que mi espíritu deseaba hacer, fui un cobarde, ¡un cobarde! Al amanecer, vi a todos en los alrededores- cuando estaba a punto de continuar con su historia, su llanto nuevamente lo atragantó y le impidió continuar.
    -No es necesario que continúes. Ahora tienes una nueva familia, muy numerosa y fuerte- Bullruck lo tomó con ambas manos y lo sacudió entre cada frase.
    - Tranquilo, yo mismo me encargaré de que te conviertas en un temible guerrero, es más, mírate, eres más alto que yo ¡y tienes solo diez años!
    –Gracias- Concluyó el huérfano mientras se secaba su carita llena de lágrimas y esbozaba una amarga sonrisa.

    Bullruck se levantó y se dispuso a despellejar el animal con un cuchillo que llevaba en sus botas llenas de cadenas. El mudo estaba llorando, parecía que gritaba de tristeza, pero no salía ni un gemido de sus labios, era muy cómica aquella escena, hasta el niño desgraciado que había contado la triste historia estaba a punto de estallar a carcajadas. Cuando llegaron al campamento, los veintisiete hombres que aguardaban su llegada los recibieron a gritos y maldiciones, Bullruck le dejo la carne a un hombre gordo que decía ser un cocinero, pero las pieles del venado se las guardo en las bolsas de cuero que cargaba a ambos lados de su caballo.
    –Buena caza enano- le sorprendió Konrel.
    –Sí que tenía razón ese imbécil de Matous, en la plaza, cuando te vimos por primera vez, me dijo que eras un excelente cazador, conoció tus aptitudes solo con observarte, a que es sorprendente ¿no? Bullruck sonreía con cada palabra que escuchaba de aquel hombre, le recordaba a su padre.

    La expresión de su padre y su madre cuando les dijo que viajaba a Terlirio con un grupo de mercenarios, no sabría explicar si era de orgullo o miedo. Su padre ya había hecho tres viajes a Terlirio en toda su vida, era el sueño de Bullruck poder acompañarlo, pero su padre no dejaba que arriesgara su corta vida en tal cosa, cuando llegaba de su viaje, Bullruck dejaba a un lado las historias de su abuelo; que muy pocas veces eran convincentes, para recibir a su padre y exprimirle toda información y anécdotas que traía del norte, historias de osos que median seis metros, lagartos enormes y hombres locos que atacaban a niños curiosos, esa última era la que más le asustaba, pero más tarde se había dado cuenta de que era una mentira para obligarlo a quedarse en casa. Ahora todo estaba diferente, su padre es viejo, su madre ni camina y la casa en la que viven, daba la impresión de que se caería en cualquier momento, Bullruck dejo su hogar y su vida para mejorar la de sus padres, pero hasta ahora solo ha recibido cumplidos y adulaciones, nada de oro.

    De la hoguera principal llego corriendo un joven recluta, tenía la misma edad de Bullruck y lo superaba por mucho en estatura, vestía las típicas pieles de lobo blanco y tenía su cabeza rapada.
    –Señor, hay dos hombres luchando a muerte por un trozo de carne asada- exclamó el joven jadeante. La expresión alegre y familiar de Konrel, se transformo a una de furia y terror notable.
    – ¿Que carajos quieres que haga?- le espetó Konrel alzando la  voz, el muchacho estaba a punto de responder cuando él continuó.
    – ¿Que maldita parte de so-mos-li-bres no has entendido?- Bullruck nunca había visto a aquel hombre tan furioso.
    – ¡Ve allí y pelea por tu parte de carne asada!, si es que quieres comer algo, no hay otra manera. Bueno si la hay, pero Matous me ha dicho que eres un enclenque bueno para nada, no sabes cazar, luchar, leer, ¡no sabes nada!, así que no te quejes y ve a conseguirte algo para comer, si vuelves a mí con algún tipo de queja, ¡yo mismo me encargo de regar este bello bosque con tu puta sangre!- el joven casi se mea en los pantalones, dio torpemente media vuelta y caminó lentamente hasta la hoguera principal, sentía las miradas en su espalda como aguijones de escorpiones.

    Mientras Konrel recuperaba la cordura, Bullruck seguía guardando las pieles en las bolsas de cuero, las amarraba fuerte y miraba de reojo a Konrel. Konrel daba vueltas sobre el mismo lugar, se tocaba la cabeza y respiraba rápido, después de un momento incomodo, volvió a incorporarse y siguió hablando con una sonrisa marcada en su rostro.
    –Espero que el decirles que son hombres libres, no les de motivos para arrancarme la cabeza mientras duermo.- Bullruck sonreía de nuevo, se sentía observado por los demás mercenarios y no eran miradas amistosas.
    – ¡Venid conmigo enano! Vamos a planear el viaje con los hombres más experimentados; Matous, tú y yo.

    A Bullruck le parecía extraño que ese hombre bárbaro y enorme lo tratara tan bien, veía algo en su mirada que lo hacía sentir en familia, pero solo en sus ojos, pues su físico era totalmente diferente al de un Yuishente, Konrel tenía la apariencia típica de un Morkantano, alto, musculoso, extravagantemente duro, barba desalineada y su pelo enmarañado lleno de hojas era de color castaño oscuro con algunas canas, su piel blanca estaba quemada por el sol y tenía una cicatriz enorme que le atravesaba toda la cara.

    Entraron en la tienda de acampar, sucia, mal oliente y desordenada, parecía que una manada de monos la habían alzado, en el techo de lana, se podía ver una imagen del Dios Thongar con un cuervo blanco en la mano. Todos se sentaron en la mesa improvisada que habían hecho el día anterior con robles cercanos a la carretera, Bullruck se sentía mal, no merecía aquel lugar y no había hecho lo suficiente para merecerlo.
    << ¿Todo este trato por haber matado a un venado? >> pensaba Bullruck mientras tomaba un trago de cerveza espumosa, Matous estaba al frente suyo, con un par de lentes bajo su cuello como collar, tenía un ojo de vidrio, una barba flechada muy extraña, el pelo largo ondulado oscuro y sus dientes eran hermosos, pero no blancos.
    –Bien hecho, señor- le dijo Matous mientras alzaba su cerveza, Bullruck no respondió con palabras, alzó también la cerveza y tomaron a la par.
    –Bueno, es hora de tomar la decisión, tous, ¿qué hacemos con el chico?-por un momento Bullruck pensó que quizás había caído en una trampa, que iba a ser vendido como ganado a algún mercader que necesitara de esclavos para sus minas, pero continuó tranquilo escuchando.
    –Lo del chico, es mérito de Bull, él es quien debería decidir esta situación- ambos lo miraron fijamente e hicieron silencio durante algunos segundos, un silencio muy incomodo.
    –No tengo idea de lo que están hablando, ¿qué situación? ¿Qué chico? – Konrel se acercó al lado de Bullruck y lo rodeó con un brazo. Mientras le servía un poco de cerveza, lo miró desde muy cerca y le explicó.
    –El huérfano, es el hijo bastardo de Dabemol Danres, rey supremo de Morkant.-Mientras Bullruck tomaba del cuerno con ambas manos, se estaba dando cuenta hacia donde querían llegar los “mercenarios”
    –Nuestra orden fue darle caza, nos habían dicho que en las aldeas cercanas a Skornia lo podríamos encontrar, gracias a ti nos hemos dado cuenta de que ha estado en nuestras filas desde semanas.- Bullruck estaba congestionado, no sabía que decir ni cómo actuar en aquel momento.
    –Bueno, también habéis evitado una guerra con los Barakas, pues este mocoso, no era hijo de simples campesinos, era nada más y nada menos que hijo de la difunta reina Korranhá. Un heredero al trono, perdón, a los tronos de Morkant y Sofar, no sería extraño que ambos reyes lo quieran muerto.-
    Complementó Matous mientras observaba a Bullruck con desconfianza.
    –En fin, ¿quieres ser el que le dé fin a nuestra caza? Podrías ganarte el favor del rey Dabemol y del rey Tarkahán en el sur.- Konrel bebía en cada pausa.
    - Decide rápido enano, o lo haces tú o Matous se lleva todo el crédito de tus hazañas.-

    Bullruck estaba desesperado por encontrar alguna salida, si lo mataba nunca se lo perdonaría, el niño no tenía la culpa de nada, era inocente en su totalidad, Bullruck lo había visto como a un hijo después de saber su tragedia y le juró protegerlo y enseñarle a ser un verdadero hombre.
    –Lo haré yo- Terminó Bullruck.


    Última edición por JPrieto1396 el Mar Jun 30, 2015 10:37 pm, editado 4 veces


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    Pero nadie sabía que tan solo era el principio y origen de una hermosa historia, la historia de los reyes Bullruck e Isnaak, Nieve y Polvo.
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    Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.  Empty Re: Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.

    Mensaje por JPrieto1396 Lun Mayo 25, 2015 12:20 am

    El Escape Se Complica

    El abrazante calor del desierto era insoportable, todos iban tras el caballero Irishín, un hombre musculoso y duro como el hierro. Isnaak estaba sofocado, la túnica de sacerdote era larga y dificultaba el caminar, el polvo le entraba en los pies descubiertos que llevaban sandalias de cuero blancas, amarradas hasta las rodillas como una serpiente.

    Su hermano estaba jadeando y daba la impresión de que en cualquier momento se rendiría, en algunos momentos en la larga caminata, decidía quitarse la capucha negra y airearse el cabello blanco, pero Irishín le advertía de los peligros que correrían si alguien se daba cuenta.
    –Casi todo el reino conoce el aspecto de un príncipe, además, ese Soberraah brilla demasiado bajo tus ojos.- Le dijo el caballero en una ocasión.
    –No hay un alma en cien metros a la redonda, ¿qué riesgos podríamos correr?- Farfulló Sahaniek.
    El caballero paró un momento y se acuclillo, tomó un puñado de polvo y volvió hacia el malcriado príncipe.
    -Ya veo que no conoces a los Dartahánes, ¿es que no estudiabas en la fortaleza de Sofar?- Sahaniek miró a Isnaak dubitativo, esperando una explicación de su inteligente hermano.
    -Son hombres que se camuflan en el polvo, son invisibles ante nuestros ojos y los de cualquier otro ser de Sarkus, según las escrituras, son guerreros de un profeta Zerónico, que nadie conoce o ha visto alguna vez, muchos aseguran que no existe y que los Dartahánes son nada más que un mito.-
    –No son un mito, os lo aseguro.-Asintió Kraitán, el segundo caballero asignado a proteger con su vida a los herederos.
    -He conocido a un par de aquellos hombres, son Barakas comunes y corrientes, altos, con piel brillante, cabello blanco y ojos negros. Pero son extremadamente tranquilos, serenos y no me daban buena espina.- Abahál se adelantó con la frente perlada de sudor.
    -¿Enserio los conocisteis?-Kraitán tomó aire profundamente y continuó.
    –No solo los conocí, también luché con uno de ellos. No sabes lo desesperante que es luchar con algo que ni siquiera puedes ver, obviamente perdí aquel duelo y gracias a Zerón, no era un duelo a muerte.- El grupo parecía haber perdido las ganas en mantener una conversación, estar hablando y caminando resultaba aún mas extenuante.

    Al llegar la noche, armaron el campamento con tiendas de seda negra adornadas con los colores del Dios Zerón, Rojo escarlata y Blanco marfil. Encendieron una hoguera y cocinaron algunas liebres que habían logrado rescatar en las cocinas reales. Isnaak estaba inquieto aquella noche, notaba la preocupación de su hermano en aquellos ojos oscuros, el silencio mientras comían era terrorífico, el polvo en aquellas horas era mortal para los pulmones, pero sin importar de esto, continuaron comiendo en silencio.

    Sahaniek fue el valiente que rompió la horripilante tranquilidad en el ambiente, se inclinó hacia delante.
    –Venga, caballeros reales de Sofar, contadnos algunas historias de vuestras aventuras, estamos aburridos y cansados de tanto caminar.- Isnaak, a pesar de su inmensa tristeza, sonrió mientras masticaba lentamente una pata de liebre.
    –Ya os he contado una, que continúe el caballero Irishín.- Kraitán miraba al otro caballero, como esperando una respuesta. –No hay tiempo para estas cosas, terminad de comer y luego iros a descansar, mañana será un largo viaje.- Cuando terminó de hablar, tomó su espada y la ocultó de nuevo bajo el manto. Luego, se alejó en la oscuridad del polvo y no lo volvieron a ver.
    – ¿Qué le pasa a ese amargo anciano?- Preguntó Abahál.
    - No sé si sea prudente comentar acerca de su pasado en presencia de los príncipes, quizás sea un poco atrevido.
    -Tranquilo, yo os doy mi consentimiento.- Asintió Sahaniek orgulloso.
    –Como deseéis.- El rostro de Kraitán estaba congestionado y no se atrevía a observar directamente a los jóvenes.
    - Hace ya veinte años, cuando vuestro padre tomó la fortaleza junto al ejercito Zerónico, el caballero Irishín era la mano derecha del rey, era casi su hermano. Tarkahán, vuestro padre, umm, prometió a Irishín que defendería su aldea al sur de Sofar, allí estaba toda la familia de Irishín corriendo grave peligro ante los ataques de rebeldes. Pero aquello no paso más allá de ser una promesa, la aldea Kahán fue reducida a cenizas, junto con toda la población.- El rostro tranquilo y sereno de Isnaak se mostró por primera vez en su vida preocupado, a pesar de su experiencia en ocultar sus sentimientos, en esta ocasión no le sirvió de nada intentarlo. Se levantó con torpeza y se metió con brusquedad en la tienda, se recostó sobre un tendido de seda blanco y cerró sus ojos.

    << Estaba cansado, a punto de morir ahogado por el calor que allí hacia, miraba a su alrededor con sus parpados pesados como el plomo, todo estaba oscuro. Un pasillo largo con paredes de piedra y techo lleno de puntudas rocas que amenazaban con caer sobre su cabeza,  era lo único que podía observar, al fondo de este, un mesón de piedra negra, muy brillante se iluminaba sobre este, un halo de fuego flotante, mientras se acercaba mas y mas, el sonido agudo le hacía reventar sus tímpanos, pero sin importar lo doloroso que fuera, llegó ante aquel halo y lo tocó. En un segundo, observó años de guerra y sangre esparcida por todo Sarkus, millones de imágenes recorrieron su mente; un hombre fuerte, con espada negra llena de escarcha, asestando golpes a miles de hombres. Un gigante, aplastando carne y huesos como si se trataran de suaves trozos de mantequilla, con garrotes de roble en forma de soldados. Un ejército saliendo de lo más profundo del desierto, con armaduras rojizas llenas de perlas negras, encadenados hasta el cuello y con ojos de fuego. Personas desangrándose en las ciudades más importantes del continente, tiradas en los callejones como si fueran basura, con sus familiares llorando mientras morían. Hasta que muy lentamente, observó una bestia gigante enterrada en lo más profundo del desierto, durmiendo suavemente, pero, cuando se dispuso a observar con más detalle. Un enorme ojo amarillo apareció ante él, seguido por un rugido que mataría del miedo al hombre más frio y duro de la tierra. “¡ROTEN ROTTANGRE! “ Escuchó en una voz que se asemejaba al sonido de un volcán explotando. >>

    Isnaak despertó empapado en sudor, estaba temblando y olía asqueroso, respiró agitadamente y recuperó la cordura con el tiempo. Se levantó del tendido y salió de la tienda, mientras apartaba las telas de seda negra para salir, sus ojos volvieron a estar negros como la noche, no le hacía daño el brillo del sol. Todos estaban aseándose con agua recogida en pellejos de oso negro, cuando se acercó a pedir un pellejo con agua, se dio cuenta de que alguien del grupo faltaba, y para su sorpresa no era Irishín.
    –Tenemos que apresurarnos, tu amigo Abahál escapó en la noche y que los Dioses eviten que sea lo que estoy pensando.- Exclamó Irishín mientras le entregaba un pellejo, Isnaak no podía hablar, el sueño lo había dejado atónito y demacrado. Tomaron todo lo necesario y partieron nuevamente hacia el sur.
    –Isnaak, ¿habéis leído ya la carta que te dejó tu padre?- preguntó Kraitán, mientras señalaba uno de los bolsillos de su túnica.

    Isnaak tomó la carta sin dejar de caminar, rompió el sello rojo y empezó a leer en voz baja.
    -Ve al sur, has del desierto tu hogar, y cuando estés preparado, el señor te encontrará.-
    Una carta tan corta, no dejaba en claro lo que había que hacer, Isnaak estaba aun mas confundido, pero, estaba decidido a hacer lo que su padre le había ordenado antes de morir.  

    Tras largas horas de caminar, el desierto estaba más sofocante que nunca, no había camino por el cual guiarse, al parecer, los guardias reales se habían tomado muy serio lo de evitar a toda persona en el viaje. La vasta extensión de polvo parecía interminable, el color rojo del desierto se perdía en el horizonte. Isnaak observó a su lado, un lago enorme que se había secado, solo quedaban las marcas secas de lo que en alguna ocasión fue un manantial, cuanto habría disfrutado aquella agua, cuanto habría disfrutado algo de comer.

    Los caballeros se habían cansado de llevar las pesadas armaduras bajo sus túnicas, el cansancio y la deshidratación los obligaron a dejarlas en el camino.
    –Entiérralas con el polvo, no podemos dejar que se den cuenta, nadie puede saber que los príncipes escaparon a tal masacre, aunque, tarde que temprano se van a dar cuenta.
    – Había dicho Irishín mientras ayudaba a Kraitán con su armadura, Isnaak y Sahaniek ayudaron a Irishín y en cuestión de minutos estaban enterradas en el polvo. Aunque estaban sin peso, desnudos bajo la túnica y con solo sus espadas envainadas, el hambre empezaba a hacer efecto en todos, a tal punto, que Sahaniek enfermó y no podía caminar más.

    Isnaak, como le correspondía, ordenó a sus guardias que construyeran una especie de techo, que le diera sombra a su hermano mientras buscaban alimentos cerca al lago muerto. Los caballeros cortaron algunas palmeras que había cerca; que ni los Dioses sabrían como crecían. Tomaron las hojas verdes y las entrelazaron de manera que parecía un abanico gigante, lo colocaron sobre Sahaniek y este se recostó con dificultad.

    Estaba pálido, pero no un color común, en los Barakas, el estar pálido significa ser casi invisible, su piel normalmente es blanca transparente, pero una vez enfermos, si están pálidos, son difíciles de ver en algún lugar blanco; como la fortaleza, roja y blanca, los colores del desierto y el cielo. En cuanto se puso cómodo, Sahaniek les hizo un gesto con las manos, siempre tan cómico.
    –Ya lo vieron, vallamos por algo de comer, no quiero perder a mi hermano, puede ser un idiota pero lo amo.- Isnaak revolcó el pelo de su hermano, se levanto bruscamente y se dirigió a sus caballeros.
    –Irishín ve al norte, no te alejes demasiado, busca bajo las ardientes rocas, en las palmeras quizás hayan cocos y bajo el polvo podrías encontrar algún animal que resista el calor tanto como nosotros. Kraitán, ve al lago, intenta cavar con tu espada, si encuentras algún pozo subterráneo, me lo haces saber con alguna señal, nada de gritos. – Isnaak estaba tan serio como su padre lo hacía cuando ordenaba a sus hombres, los caballeros lo miraban con admiración y no podían disimular las risitas, pero a Isnaak no le importaba.

    Todos partieron a la vez, uno al norte y otro al sur, Isnaak se quedó junto a su hermano, no quería que alguna cosa de lo más profundo del desierto lo arrastrara hasta la muerte.

    Se quedó de pie todo el tiempo que tardaron sus hombres, más de cinco horas, de cuando en cuando miraba hacia su hermano, para estar seguro que no moría. Algunas veces, si se quedaba mirando el horizonte detenidamente, imágenes de guerra y sangre le venían a la cabeza como si estuviera soñando, después de esto, el dolor era insoportable, el hambre no ayudaba mucho y el calor, el calor no importaba, el era un Baraka, un hombre del desierto, con su piel transparente que disipaba el calor desviando los rayos Malakianos a su alrededor. En la distancia, veía a Kraitán con un grupo de pellejos colgando de sus brazos, Isnaak no pudo contener su alegría, el caballero alzaba suavemente los brazos debatiéndose con tantos pellejos, el calor hacia que su imagen danzara en la distancia como lo hace la llama de una vela, pero sin duda era él. Cuando llegó, le tendió un pellejo a Isnaak suavemente y con una reverencia.
    –Aquí tienes alteza.- Isnaak se sorprendió de aquel trato, pero no respondió.

    El príncipe corrió con el pellejo hacia su hermano, alzó levemente las hojas de palma y observó como a su hermano moribundo le salía espuma de la boca y sus ojos ya no eran negros, sino blancos, estaba muriendo. Isnaak había leído muy bien acerca de la muerte por hambre en la fortaleza, y sabía muy bien que cuando un Baraka cambiaba su color de ojos a blanco, significaba solamente una cosa, muerte. Sin embargo no desistió de su deber, acercó el pellejo a su hermano y regó un poco de agua sobre sus labios, no bebía, su mirada estaba perdida en el cielo, estaba llorando e intentaba hablar.

    –No, ¡no!, no te vayas hermano, tienes que ayudarme a recuperar el trono, ¡no me dejes!- Exclamaba Isnaak mientras intentaba hacer beber a su hermano, empezaba a llorar mientras se daba cuenta de que no había salvación para su hermano, en un segundo, recorrió todos los momentos que había disfrutado al lado de él, cuando robaban comida en la fortaleza y los perseguía un hombre gordo y feo, cuando jugaban en el patio con espadas de madera, cuando veían escenas de teatro con su padre y su madre, después llegaban a sus habitaciones para recrearla ellos mismos, un montón de recuerdos pasaron al instante, y al instante su hermano había dejado este mundo.

    El silencio se hizo, Isnaak tenía la cabeza agachada y los ojos cerrados, con sus manos tocaban suavemente el rostro de su hermano y lloraba sin ruido. El momento parecía una eternidad, quería su hermano devuelta, pero sabía que era imposible, pensaba en lo rápido que su vida se volvió una desgracia, en cuestión de una semana había perdido a su padre, a su amigo y ahora su hermano había muerto de hambre, no quería vivir más, no sabía qué hacer, se sentía débil y cada vez más desgraciado. Al exterior, se escuchaban gritos, maldiciones y choques de espadas, Irishín tomó a Isnaak por los hombros y lo arrastró hasta el polvo, sobre él, intentó que lo escuchara.
    – ¡Alteza!, ¡tenemos que irnos ya!, ¡los Dartahánes vienen a por nosotros y son demasiados!- Isnaak no tenía suficientes fuerzas para correr, ni sus caballeros, pues a pesar de la exitosa exploración de Kraitán, no habían tomado de los pellejos, y al parecer, lo único que había pescado Irishín era problemas.

    Isnaak dio la última mirada al cadáver de su hermano, sintió como su corazón se desgarraba, pero sin embargo, recordó las palabras de su padre, se levantó con dificultad y corrió junto a sus caballeros. Cada paso era una apuñalada en los pulmones, el hambre aturdía la mente y el polvo estaba tan ardiente que producía ampollas en sus pies, no duraron mucho al trote, primero cayó Isnaak, Kraitán se devolvió e intento cargarlo, pero cuatro pasos después con Isnaak en sus brazos, cayó también, el último en caer fue Irishín, pero no cayó sin luchar, aunque, no sabía con certeza a que cosa le estaba intentando pegar, no había nadie alrededor, sin embargo, algo le dio tras la cabeza y cayó aturdido al polvo. Isnaak estaba como su hermano, pálido e inconsciente, pero podía ver, vio como unos hombres Barakas se quitaban las armaduras rojizas, armaduras que se camuflaban perfectamente con el desierto. Uno de ellos se acercó a Isnaak, lo observó de cerca, e hizo un gesto con sus manos a los otros guerreros, Isnaak esperaba la muerte tranquilo, pero lo invadió un sueño profundo antes de que cualquiera de aquellos hombres lo tocara.


    Última edición por JPrieto1396 el Mar Jun 30, 2015 10:37 pm, editado 4 veces


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    Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.  Empty Re: Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.

    Mensaje por Firefrost Lun Mayo 25, 2015 1:26 am

    Compañero,tu historia esta interesante,pero quizá si ordenaras mas toda la lectura seria mucho mas fácil de leer,un saludo y +rep para ti!


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    Mensaje por JPrieto1396 Lun Mayo 25, 2015 4:29 am

    Firefrost escribió:Compañero,tu historia esta interesante,pero quizá si ordenaras mas toda la lectura seria mucho mas fácil de leer,un saludo y +rep para ti!

    ¿Te refieres a dejar espacios y que sea más cómoda la lectura? si es así, voy a intentar organizarlo.



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    Mensaje por Sir Centu Lun Mayo 25, 2015 2:54 pm

    JPrieto1396 escribió:
    Firefrost escribió:Compañero,tu historia esta interesante,pero quizá si ordenaras mas toda la lectura seria mucho mas fácil de leer,un saludo y +rep para ti!

    ¿Te refieres a dejar espacios y que sea más cómoda la lectura? si es así, voy a intentar organizarlo.


    Tampoco lo pongas todo en negrita. Acaba molestando más que otra cosa. Úsala solo en casos realmente necesarios.

    Y menos tamaño. Tengo que reducir el zoom del Chrome para leer a gusto xD


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    Mensaje por JPrieto1396 Lun Mayo 25, 2015 8:39 pm

    Sir Centu escribió:
    JPrieto1396 escribió:
    Firefrost escribió:Compañero,tu historia esta interesante,pero quizá si ordenaras mas toda la lectura seria mucho mas fácil de leer,un saludo y +rep para ti!

    ¿Te refieres a dejar espacios y que sea más cómoda la lectura? si es así, voy a intentar organizarlo.


    Tampoco lo pongas todo en negrita. Acaba molestando más que otra cosa. Úsala solo en casos realmente necesarios.

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    Mensaje por JPrieto1396 Dom Mayo 31, 2015 10:42 pm

    Luces En La Oscuridad

    No había salido el primer rayo de sol cuando Bullruck estaba tomando sus cosas para partir, en los sacos de cuero reunía más que otra cosa, alimentos; moras que habían conseguido algunos reclutas cerca al campamento, un puñado de menta bien amarradas con una cuerda de paja, panes viejos y rancios que habían recibido en las aldeas más cercanas a Skornia; panes de hace más de dos semanas, y un queso pequeño, redondo, muy fresco.

    Bullruck estaba más silencioso que nunca, tomó su arco, algunas pieles y con su saco de cuero colgando de los hombros salió sigilosamente de la tienda. Afuera, solo se escuchaban los ronquidos, los grillos y el refrescante sonido de una quebrada, Bullruck no se preocupaba por el joven que prestaba guardia, pues se había quedado dormido desde que comenzó a cuidar el campamento. Cuando llegó a la entrada de una carpa pequeña, la abrió lentamente intentando no hacer algún ruido, dentro, estaban los niños, suavemente se acercó al huérfano y lo despertó, el niño no hizo ningún ruido, << Gracias a los Dioses >> lo levantó con sus manos rígidas de cazador y le puso sus dedos en la boca.
    –No hagas ruido, luego te digo porque nos vamos. Cuando estemos en un lugar seguro.- Bullruck susurraba con temor, a pesar de que el niño que estaba al lado era mudo, no tendría problema en ir a dar patadas en la tienda de Konrel y Matous.

    Cuando estaban fuera, Bullruck notó que su caballo estaba amarrado cerca al joven guardia que dormía con un leve ronquido, le hizo una señal al huérfano con sus manos, y se acercó lentamente para desatar su montura. Cuando llegó a desatar la cuerda, el guardia pegó un brusco salto, alzó su vista a las montañas y se limpió la baba que regaba por su barbilla con la lengua, después, volvió a dormir. El huérfano casi se muere del susto cuando esto ocurrió, estaba escondido tras un árbol y miraba hacia todas direcciones preocupado, como si fuera un guardia; uno mejor que aquel desdichado. Después de haberlo desatado, Bullruck se dio cuenta de que el sonido de los cascos contra el lodo despertaría al joven, tomó una roca del tamaño de su mano, y la enrolló con hojas de menta, pues en el suelo solo había pantano. El golpe agudo tras el cuello dejó inconsciente al incompetente guardia, Bullruck agarró su cuerpo antes de que estallara contra el lodo e hiciera aún más ruido, haciendo una mueca de preocupación, depositó suavemente el joven y continuó con el caballo.

    No montaron hasta estar bien adentrados en el bosque y lo suficientemente lejos del campamento, atrás, entre los árboles, se veía el humo negro que desprendía la hoguera agonizante, Bullruck llevaba a el niño en la grupa del caballo, estaban cansados y no decían ni una sola palabra. Cuando llegaron al camino, Bullruck emprendió el trote sin saber a dónde se dirigían.
    << Al norte, el rey Dabemol quiere muerto al muchacho, Al sur, El rey Tarkahán no se mostraría tan amigable, pues ya había hecho un atentado contra el niño y su familia adoptiva. ¿Qué camino he de tomar? ¿Por qué estoy haciendo esto? >> Pensaba Bullruck mientras galopeaban por un camino rocoso, bajo arboles gigantescos que cubrían con su sombra todo el recorrido.

    Después de largas horas de haber galopeado, trotado y caminado, llegaron a un puente de piedra grisácea, desmontaron y armaron una pequeña hoguera para calentarse, el frio de aquella mañana no lo habían sentido nunca, se sentaron al lado de la empobrecida hoguera y comieron panes con moras, las moras se habían vuelto una mermelada, lo cual resultaba bastante sabroso a pesar de que el pan estaba podrido.
    –Come niño, tenemos que tener fuerzas para salir vivos de esta.- Le dijo Bullruck gélido como una roca. El niño comía, arrancaba un pedazo con sus dientecitos y hacia una mueca de asco, sin embargo, la mirada de Bullruck lo obligaba a continuar comiendo.
    –No entiendo, ¿de qué escapamos?, ¿quién nos quiere hacer daño?, ¿acaso no eran aquellos mi nueva familia?- El niño parecía no confiar en Bullruck.
    –Escúchame con atención, solo lo diré una vez y tal vez, si sobrevivimos este día, te lo explicare más detalladamente en algún otro lugar lejos de aquí.- Bullruck se acomodó.
    –Esos tipos, Konrel y Matous, fueron enviados por el supuesto rey supremo de Morkant, Dabemol Danres, no son hombres libres ni mercenarios, estaban reclutando en todo Skornia, desde el acantilado hasta la ciudad, aldea por aldea iban dándole falsas promesas a jóvenes como yo, pero no lo hacían para tener un ejército de “hombres libres”, lo hicieron con el fin de encontrar al heredero del trono Morkantano.- El huérfano parecía aburrirse con las palabras de Bullruck.
    - Por otro lado, el rey supremo de los desiertos de Sofar, Tarkahán, envió a mercenarios a que subieran el acantilado y mataran a ese heredero. ¿Sabes cómo son los Barakas, niño?-
    -No me llames niño, llámame Kahárck, bueno, mis amigos me dicen Kah.- Bullruck se sorprendió del nombre, era extranjero a Morkant y aquel niño tenía la apariencia de un nórdico Morkantano, no de un Baraka engreído.
    –Perdona, ¿Sabes cómo son los Barakas, Kah?- Preguntó Bullruck con tono reverente.
    –No, no lo sé.- El niño se rascaba la barbilla mientras miraba a los árboles.
    –Son hombres exageradamente altos, tanto como los Morkantanos, tienen los ojos negros, oscuros en su totalidad, sus cabellos son blancos y la piel de esos afeminados, es blanca, tan blanca que parece transparente. ¿Te resulta familiar?- Kah cambió su cara de aburrido, a preocupado, a pesar de tener diez años, era bastante inteligente y no tenían que explicarle varias veces para que entendiera. Bueno, algo heredó de su madre Baraka.
    –Entonces, quieres decir, que…- El niño tartamudeaba.
    –Exacto, eres el hijo de ambos reyes, tu padre es Dabemol Danres y tu madre era Korranhá, el rey de Morkant y la reina de Sofar. – La expresión de Kah era increíblemente exagerada, había apretado con todas sus fuerzas el trozo de pan que tenía en las manos y la mermelada de moras se regaba entre sus dedos, el pelo enmarañado y rubio le obstruía la vista de uno de sus ojos y apretaba sus labios con esos dientes blancos y perfectos.

    Bullruck no sabía qué hacer, nunca fue un hombre  que se relacionaba con la realeza, el único rey que conocía era el viejo Hynek de Skornia, que parecía más un pobre anciano muriéndose de la suciedad que a un rey, además, este niño era el heredero de dos tronos, una persona muy importante y quizás la oportunidad de conseguir oro y ayudar a su familia. Al final, consiguió esbozar una triste sonrisa y le señaló el caballo.
    –Vamos mi príncipe, tenemos que irnos antes de que lleguen los hombres de tu amado padre y nos arranquen la cabeza.- El niño se estremeció con las frías palabras de Bullruck, era demasiado sensible para tener sangre Morkantana, aunque Bullruck no era un Morkantano, había vivido en Skornia desde que era solo un bebé.

    Su familia fue exiliada cuando estaba en el vientre de su madre, según su abuelo, eran tiempos felices para los Nurscick, la comida, las mujeres y los ejércitos eran comunes en su familia.
    -los Nurscick fueron la familia más poderosa de Yuishen.-  Le había comentado su abuelo cuando era un niño pequeño.
    –Ningún guerrero o comerciante Yuishente habría conseguido la riqueza que nosotros teníamos en aquellos tiempos, a pesar de no estar en la realeza, mi padre, Thoquer, reunió un ejército con solo promesas de grandeza, sus palabras eran tan dulces como los pasteles de tu madre, y gracias a esto, consiguió conquistar la isla que en antaño era controlada por tribus sin nombres, unos hombrecitos más pequeños que nosotros, tenían la piel ennegrecida, casi como el color de los robles y los pelos filosos como lanzas.

    Thoquer, que viene a ser tu bisabuelo, venia de unas islas ubicadas al sur del desierto Takur, era alto, pálido y con el cabello negro como la noche, alguna vez escuche que sus padres eran Barakas, pero no lo creo, la personalidad de Thoquer era tan ruda como la de un Morkantano. En fin, armó su ejército y los dirigió a explorar aquella enorme isla, no recuerdo con detalle cómo logró conquistar toda la isla, pero si te puedo decir que lo hizo, fundó Dáion y vivió como una especie de rey el resto de su vida, luego, vinimos nosotros, éramos doce hermanos, cada uno consiguió mujer e hijos, también teníamos nuestras riquezas gracias a nuestro padre.

    Después nació tu padre, disfrutó la juventud como un puerco rey, cazaba todas las mañanas en las montañas cercanas a nuestro castillo, comía en banquetes organizados por mis hermanos y bailaba con las mujeres más hermosas de Yuishen, pero nunca se casó, decía que no sentía amor hacia alguna mujer en el reino. El problema comenzó cuando mi padre murió y mis hermanos empezaron a discutir por el control total del reino, yo era el mayor y el mas pasivo, pero ninguno me escuchaba. Lo que comenzó como una simple discusión en la mesa, terminó en el campo de batalla, mis hermanos notaron que yo no peleaba, no quería regar sangre, ni mucho menos la propia, por este motivo decidieron que el estar tan pasivo no era más que una estrategia.

    En aquellos días tu padre conoció a una bella Morkantana, una linda cocinera que viajaba en una galera mercante, por fin el amor le había llegado a la vida de mi hijo y desgraciadamente había sido en tiempos oscuros. Con el tiempo, la guerra dejaba más y más muertos, pobreza y miseria. Hasta que el tratado de paz nos tranquilizó a todos, pero, no era nada más que una excusa para poder expulsarnos de nuestro hogar, fueron los doce ejércitos de mis hermanos quienes nos saquearon y mataron a nuestros soldados, quemaron las casas y ninguna construcción quedó en pie aquella noche, después, llegaron a el castillo, nos amarraron como a cerdos y después de esto, nos llevaron a la galera mercante en la que viajaba tu madre. –

    Bullruck nunca había visto tan triste a su abuelo, le encantaba escuchar historias de héroes y guerras, pero esta tenía algo que le parecía tortuosa. No lo veía como a un rey, pues según su abuelo, los reyes supremos son hombres seleccionados por los Dioses, no aquellos que luchan por obtener tal título.

    El recuerdo de su abuelo lo hacía sentir idéntico a Kah, pero la única diferencia era que sus padres si pertenecían a la verdadera realeza, no ha guerreros llenos de oro como los Yuishentes. Sin embargo, Bullruck estaba más decidido que nunca, le ayudaría a aquel chico sin importar lo que suceda, por honor y por gloria, tal vez después de todo esto obtendría mucho oro y podría por fin construir una casa del tamaño en el que antaño vivían sus familiares, o quizás, morir en el intento.

    Ya se acercaba la noche, el camino parecía interminable, no habían cruzado por ninguna aldea, todo estaba abandonado y las rocas que los guiaban estaban empezando a perderse con la maleza que crecía enrollando todo a su paso. Kah estaba cansado de estar en el caballo, durante todo el día se intercambiaban de lugar, uno en el caballo, otro a pie, pero estaban tan hartos de caminar que Kah no deseaba ninguna de las dos opciones.
    – ¿Cuándo paramos?- Preguntó a Bullruck mientras se bajaba del caballo. –Valla, soy más Morkantano  que vos, sí que eres blando.- Bullruck parecía recobrar su sentido del humor.
    –No te preocupes, tenía pensado avanzar toda la noche, pero al parecer eres más débil que una niña.
    – Kah asestó un fuerte golpe en el hombro de Bullruck.
    – ¡No soy ninguna niña!, ¡te quedas callado y respetas a tu príncipe o vas a ver cómo te arranco la cabeza con tu propio puñal! – Kah estaba riendo a carcajadas mientras bromeaba con Bullruck, se escondieron en el bosque nuevamente y empezaron a armar el campamento.
    -¿Quién crees que fue el bastardo que te ha delatado?, estábamos solos en el bosque.- Preguntó Bullruck mientras amontonaba leña.
    –Pues el único que estaba con nosotros era aquel mudo, pero, como es obvio, no pudo haber sido él.- Kah se debatía con las pieles, intentaba  armar una tienda con ellas y utilizaba grandes troncos de roble para que se sostuvieran como un techo.
    –A lo mejor, no era mudo aquel idiota, en este mundo no se puede confiar en nadie y mucho menos en aquellos que se hacen los débiles.- Dijo Bullruck cuando lanzaba varios troncos a la hoguera.
    –Bueno, si fue ese, entonces debisteis haberlo desollado mientras dormía, estaba indefenso a mi lado.- Propuso Kah, había logrado armar una tienda, pero se empezaba a desmoronar.
    – ¿Por qué no lo hicisteis tu?, ¿te crees demasiado fuerte por ser el heredero a dos tronos?, sigue mi consejo hijo, si quieres llegar a reinar en Morkant o en Sofar, deberíais tener en cuenta que es mejor ser que aparentar, de nada te sirve actuar como un guerrero, porque cuando llegue la hora de pelear te van a romper la cabeza. Entrenaras conmigo, no soy una élite Morkantano ni mucho menos, pero tengo algunos trucos que he utilizado contra borrachos y chicos tontos que me robaban las pieles en Skornia.- Kah asintió, por fin había conseguido hacer su carpa, se recostó bajo ella y se quedó profundamente dormido, no le importó el queso fresco que había servido Bullruck, solo quería descansar.

    Por otro lado, Bullruck se quedó despierto, tenía unas ojeras desagradables, olía asqueroso y tenía el largo cabello lleno de polvo y suciedad de la carretera, se quedó detrás de un árbol, se recostó y empezó a pensar en su hogar. Veía a su padre sentado al lado de su madre, con la casa hecha pedazos, podrida y maltrecha, su abuelo estaba al lado de la ventana sin cristal como siempre, cubierto de pieles de oso negro y con un enorme cigarro de tabaco en sus labios, la chimenea asimétrica llena de vida, dándole calor a toda la casa, los gatos escalando el techo y maullando toda la noche. Todo estaba tan tranquilo, no sabía cuánto tiempo había pasado, un minuto, una hora, toda la noche. Empezaba a quedarse dormido, sus parpados luchaban para no cerrarse, todo estaba en silencio y el sonido de las ranas lo arrullaban. Veía las luciérnagas a la distancia, eran grandes y dejaban un rastro en su camino, tan hermoso y brillante, tan rojo y escandaloso.

    ¡No eran luciérnagas! Bullruck se había dado cuenta cuando escuchó el sonido de cascos contra la roca, se escuchaban hombres gritando y perros ladrando, ¡eran ellos! Tan cerca y eran tantos, Bullruck se acercó rápido a Kah, lo levantó con brusquedad.
    –Ve al bosque, derecho, me esperas en cuanto distraiga al grupo de búsqueda. – Susurró Bullruck con fuerza. Kah no esperó mucho antes de emprender el trote hacia el bosque, estaba oscuro y no veía ni su propio cuerpo, solamente las luces que estaban tras él, las luces de quienes querían matarlo. Bullruck sabía que era un gran error haber hecho una hoguera tan cerca del camino, pero la podía utilizar como señuelo. Agarró su arco, un carcaj lleno de flechas y empezó a gritar.
    – ¡Aquí!, ¡ayudadme por favor!- Su voz era más grave de lo normal, desató a el caballo e hizo que galopeara hacia el camino. El grupo de búsqueda se  dividió, unos perseguían a los caballos sueltos, y el otro grupo se dirigió hacia él, pero antes de estar en el abandonado campamento, Bullruck se había escalado un roble que estaba cercano a ellos.
    –No hay nadie aquí.- Dijo un recluta sin importancia, parecía tener miedo.
    –No seas imbécil, tú mismo lo escuchaste, aquí había una persona, ¿o quizás era un espíritu? – Konrel estaba sobre su caballo, con  una expresión divertida en su cara, siempre disfrutaba asustar a sus hombres.
    – ¿Señor?- El joven estaba a punto de correr, estaba atemorizado.

    Bullruck seguía subiendo el enorme árbol, y en un instante, ya no escuchaba claramente el sonido de las voces. Cuando estaba en lo más alto, podía ver como un conjunto de luces se alzaba al norte del bosque, parecía una aldea. Volvió a bajar y se dio cuenta de que los hombres de Dabemol ya no estaban, pero sin embargo seguían cerca, estaban yendo en dirección a Kah.
    << ¡Maldita sea!, Si lo encuentran a él, yo no importaría de todos modos. >> Bullruck bajó rápidamente de un salto y empezó a lanzar flechas contra el grupo, tensó, apuntó y disparó. En la oscuridad, vio como una de las antorchas se desvaneció, empezó a trotar hacia ellos y se encontró con Konrel y Matous.

    Ninguno dijo palabra alguna, simplemente miraron a Bullruck impresionados. Matous desenfundó la espada, cuando empezó a espolear el caballo, Bullruck tensó rápidamente y le acertó en el hombro.
    – ¡Hijo de puta!- Gimió Matous mientras llevaba su mano a la herida y frenaba su caballo, Konrel se puso rojo como un demonio y pico espuelas mientras lanzaba un grito aterrador, derribó a Bullruck con su caballo, pero no se detuvo, siguió cabalgando hacia la oscuridad al tiempo en que llamaba a sus hombres. Matous pasó lentamente por el lado de Bullruck, le enseñó los dientes negros y pulidos, pero no lo atacó esta vez.
    – ¡El chico no está en este bosque! ¡Solo hay un desertor cobarde, pero no necesitamos su sangre!- Konrel sabía que sus palabras hacían cada vez más recios a sus hombres, se sentía menos líder y no descartaba la posibilidad de que mas jóvenes desertaran de su ejército, pero sin embargo, no paraba de tratar a Bullruck como a un hijo.
    << No se ha dado cuenta de que yo lo he ayudado a escapar, cree que soy un cobarde y que abandoné sus filas por no tener la sangre tan fría como para matar a un crio, ¡Gracias a los dioses! ¡Gracias Thongar! >> Bullruck se levantó con un dolor en el pecho muy agudo, pero estaba tranquilo de que aquella confusión hubiera sucedido, caminó lentamente hacia el bosque, magullado y mal herido, cojeaba y se presionaba el pecho con la mano izquierda.

    En la oscuridad, buscaba a Kah, pero lo único que veía era sombras de guerreros, caballos enormes y demonios que danzaban, todo esto, sabía muy bien que era obra de su mente, pero había una de esas sombras que parecía muy real. Un fuerte sonido de pisadas se escuchó detrás de Bullruck, cuando volvió su mirada, recibió un fuerte golpe en la cara.
    – ¡Dejadme en paz, matón!- Gritó Kah enojado, tenía un palo en las manos, grueso y fuerte.
    -¡Soy yo!, pero que idiota eres.- Exclamó Bullruck, mientras se cubría la cara con temor a recibir otro golpe. Kah se alegró y lo ayudó a levantarse, le pidió disculpas y preguntó qué había sucedido.
    –Luego te lo digo, ahora tenemos que caminar hacia el norte, he visto una aldea cerca, quizás podamos encontrar una posada o pedir trabajo, estoy hambriento y cansado. – A Bullruck se le cortaban las palabras del dolor.
    –Vale, déjame te ayudo a caminar. – Kah le puso su brazo alrededor de su cuello y empezó a caminar, era demasiado alto y a Bullruck le incomodaba tener que alzar su cuerpo para poder continuar, era muy incómodo, pero menos doloroso.


    Última edición por JPrieto1396 el Mar Jun 30, 2015 10:34 pm, editado 3 veces


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    Pero nadie sabía que tan solo era el principio y origen de una hermosa historia, la historia de los reyes Bullruck e Isnaak, Nieve y Polvo.
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    Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.  Empty Re: Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.

    Mensaje por JPrieto1396 Lun Jun 08, 2015 10:16 pm

    La Ciudad Mística

    << El desierto estaba más rojo que nunca, el viento levantaba el polvo haciendo remolinos que se perdían en la espesura. Su hermano estaba al frente, vigoroso y bello, lo veía a los ojos con una linda sonrisa dibujada en el rostro. El sonido del viento era agudo, chocaba contra el cabello de Isnaak, sacudiéndolo de un lado a otro, pero, el de su hermano estaba quieto, tan sereno como un manantial. Estaba vestido con una túnica de seda blanca; la seda era transparente así que se podía ver todo atreves de ella, tenía collares dorados en forma de estrellas, amarrados en muñecas y tobillos, sus ojos estaban azules y sus labios rojos como la sangre. Cuando el sonido del viento se estaba tornando a un rugido aterrador, tan monstruoso como el caudal de un rio, Isnaak pudo observar a su padre. Estaba al lado de Sahaniek, feliz y sonriente como nunca antes había estado, tenía su enorme brazo abrazándolo, Isnaak sintió un dolor inmenso en su pecho, algo le quemaba el corazón, intentó levantarse tendiendo su mano izquierda hacia ellos, pero el dolor le impedía moverse. El rugido se había transformado ya en el bullicio más grande que jamás se había escuchado, el estruendo llamó la atención de Sahaniek y Tarkahán, ambos observaron hacia el cielo y se desvanecieron en el aire, transformándose en polvo. >>

    El sonido de una puerta abriéndose le arrebató el sueño a Isnaak, todo estaba brillante en aquella habitación, los rayos de la estrella Malakias entraban por ventanas enormes que tenían vidrios de infinitos colores, con ellos se formaba una imagen muy reconocida en todo Sarkus “El enfrentamiento” Una imagen que representaba a los Dioses Thongar y Zerón enfrentados a muerte con la deidad Malakias; El Dios que controla la estrella. El brillo arcoíris era tan reconfortante que Isnaak estaba casi seguro de haber muerto, pensaba estar en el Katharis con todos sus familiares fallecidos.

    La ilusión de estar descansando con sus muertos se terminó cuando un enorme anciano entró en la habitación, estaba acompañado de Kraitán e Irishín.
    –Así que era cierto- El anciano estaba vestido con una túnica larga de seda blanca, de las mangas salían bonitas tirillas de hilo azul y con estas formaban una estrella en el pecho del hombre. Su cabello tenía un color diferente al de un Baraka promedio, era gris con una salpicadura de pelillos dorados y negros. Era apuesto, con una barba bien cuidada, labios rojos y arrugado como una pasa.
    –El mismísimo príncipe heredero de Sofar, mis hombres me han traído un gran regalo.- El viejo se acercó torpemente a Isnaak, se sentó al borde de la cama y puso su mano derecha sobre la frente pálida del príncipe.
    –Aún tiene un poco de fiebre, pero nada que no podamos arreglar.- Isnaak se incorporó en la cama, apoyándose con sus codos para estar a la altura del agraciado hombre.
    -¿Quién eres?- dijo Isnaak con voz queda. Parecía un poco asustado, pero la presencia de su guardia real lo tranquilizaba. –No te preocupes, pequeño, soy Dartaían, el profeta.- El anciano limpiaba la frente del muchacho con un fino trozo de lana, suave y blanco como sus ropas.
    –Dartaían, Dartahian, ¡Dartahánes!, ¿el hombre que dirige a esas cosas invisibles? ¿Por qué nos habéis secuestrado? ¿Sois aliados de los rebeldes?- Isnaak había perdido la tranquilidad que tenia, en sus ojos se notaba la preocupación, la ira y el deseo de venganza.
    - ¿Te parece que a los secuestrados los tratan tan bien? Somos Barakas niño, la especie más avanzada de todo Sarkus y del planeta, pero ni siquiera nosotros trataríamos amablemente a aquellos prisioneros de guerra.- La voz del esbelto anciano era tan suave y pausada, daba la impresión de que cantaba.- Eres nuestro príncipe, y Zerón me ha enviado para ayudarte a recuperar el trono.- Dartaían carraspeó para aclarar su garganta y miró a Isnaak con ojos negros y brillantes.
    –Soy tu único aliado y conmigo, y el gran señor, obtendrás el trono de Sofar, no solo ese poder caerá a tus manos, en algunos años también dominaras todo el continente.- Cuando Isnaak se humedecía los labios para empezar a hablar, el anciano se lo impidió hablando primero.
    –No, no hables, debes descansar, mañana iremos a buscarte algunos hombres, quizás te bañes; hueles horrible. Comerás en mi mesa y allí te diré todo lo que tienes que saber, prepárate, pues el viaje hacia el trono tan solo ha empezado.-


    Por primera vez en mucho tiempo Isnaak no había soñado, desde su infancia los sueños lo habían atormentado a tal punto que a veces no quería irse a la cama por temor a la tortura que le esperaba. Pero esa cálida mañana era diferente, las frías mantas refrescaban la blanca piel del joven y el viento que entraba por las gloriosas ventanas secaba el sudor y le hacía sentir algo muy cercano al frio. Isnaak estaba desnudo y delgado, a pesar de solo haber estado una semana a merced del desierto, la crueldad de este se hacía notar en cada rincón de su hermoso cuerpo.
    Tenía los labios resecos y rajados por la Malakias, los ojos hundidos y más negros que nunca. Su pelo estaba maltratado, pero al parecer el amable Dartaían se lo había limpiado después de rescatarlo. Cuando la enorme Malakias se había puesto en el centro del cielo, Isnaak había despertado, tenía hambre y curiosidad por saber en qué lugar se encontraba. Se vistió con finas ropas de seda plateada, brillantes y galantes. Una camisa de manga corta y pantalones amplios que le llegaban hasta los gemelos, se veían sus albinas piernas con lindos pelitos color plateado. Unas sandalias que se amarraban a sus tobillos en forma de espiral y una capa azul con broches en forma de estrella, rojos como el desierto.

    Isnaak se había preguntado si estaría bien visto utilizar aquella capa, pero al final se la quedó y la lucia como todo un príncipe que era. Se acercó a la puerta, era de madera y estaba decorada con dibujos de lagartos, hormigas y humanoides con piernas de saltamontes, la abrió con cuidado, hacia un chirrido molesto pero a Isnaak no le importaba.

    El viento cálido y fuerte sacudió bruscamente el pelo del muchacho, al otro lado de la puerta se podía observar una inmensa y hermosa ciudad, las calles estaban limpias, brillantes y húmedas; parecían hechas de un material idéntico al marfil, incluso se atrevería a decir que estaban construidas de aquello. Las casas eran igual de blancas, pero sus puertas y ventanas azules como el inmenso mar Wakará. Las murallas eran de color blanquecino con matices azules, muy diferentes a las de la fortaleza capital Sofar. Torres inmensas se elevaban cientos de metros por encima de las murallas, blancas y azules, puntiagudas; con el techo en forma de perdigones. Isnaak dio un paso al frente sin dejar de observar la maravillosa ciudad, pero cuando estaba a punto de plantar su pié fuera de la habitación, se dio cuenta de que estaba en una posición muy elevada y que aquella puerta con extraños dibujos de bichos y humanoides daba a un precipicio de cien metros de altura, una larga caída hasta el lechoso suelo de la ciudad; solo que no era leche exactamente y el caer desde tan alto significaba una muerte rápida y estruendosa.

    De un cómico pero necesario brinco, Isnaak volvió varios pasos hacia la habitación, estaba asustado y el corazón no dejaba de palpitar con gran fuerza, el muchacho se encontraba de pie ante aquella puerta en shock, su expresión era rígida y demostraba lo aterrado que estaba. Se empezaba a  calmar, se encorvó y bufó tranquilizándose, pero inesperadamente la puerta se cerró.

    Otro brinco hizo que el joven se devolviera, esta vez hasta la cama, el corazón le palpitaba nuevamente como el galopear de un caballo y esta vez el terror era inminente, a fuera, se empezaba a escuchar pasos acercándose a la puerta, cada vez más fuertes. El chirrido molesto casi mata de susto al frágil chico, pero cuando pudo ver al anciano detrás de la puerta y que el hermoso paisaje se había convertido en otra instancia, el miedo pasó a ser impresión, nunca en su vida había visto tal acto de hechicería.
    –Disculpa si te he asustado chiquillo, pero no me había dado cuenta de que estabas despierto, hasta que escudriñasteis por la puerta de allá arriba.- El viejo entró lentamente, encorvado y débil, extendió su arrugada mano hacia Isnaak y lo llevó hasta la sala de banquetes. Cruzaron pasillos amplios, salones enormes y otros diminutos, abrieron puertas de cristal azul, atravesaron hileras interminables de cortinas que colgaban del techo hasta el suelo y pasaron por un pequeño puente que tenía la vista a los puertos. La fortaleza de Dartaián era tan grande que el solo hecho de ir a las cocinas parecía cruzar toda la ciudad.

    Cuando llegaron a un hermoso jardín decorado con árboles blancos sin hojas y extrañas flores rojas que serpenteaban las paredes blancas como una invasión de fuego, en aquel jardín se alzaban unas escalas blancas como la leche hasta una puerta marrón cuidadosamente adornada con grabados de plata que formaban cubiertos y una estrella dorada en el centro. Isnaak estaba cansado y jadeante, vio con desmotivación hacia la cima y suspirando se dispuso a seguir al lento anciano. Pareció una eternidad ascender aquellas escalas brillantes, cuando enfrentaron la enorme puerta, el viejo Dartaián hizo un gesto con la mano y como por arte de magia esta se abrió.
    << Se ve débil, camina como una tortuga, pero abre puertas con solo mirarlas >> pensó Isnaak mientras escuchaba el crujir de la madera, el joven no se dejaba de sorprender.

    Tras la puerta, había un salón colosal, era redondo, adornado con múltiples pinturas enmarcadas con cuadros hechos de plata e incrustaciones de lápiz lazuli. Las paredes blancas estaban forradas con manteles de seda azules y sobre estos caían en forma de curva, telas rojas con la estrella negra grabada en los bordes. El suelo era lechoso como en toda la ciudad y el mesón se situaba en el centro, negro como la noche. El lugar estaba inundado de luz, había ventanas en todas partes, incluso al tope del circular y adornado techo, las sillas eran enormes, parecían hechas con el hueso de un hombre gigante y tenía grabado en alto relieve cabezas de hormigas allí en donde reposaban las manos, alrededor del salón se notaban estancias más pequeñas, unas seis entradas que bordeaban el comedor. Mientras el esbelto joven caminaba junto al bellísimo anciano, Irishín, Kraitán y una hermosa mujercita esperaban en la mesa.
    –Su alteza, me alegra verlo sano y salvo.- Dijo Irishín mientras se levantaba y daba una rígida reverencia.
    –Su alteza.- dijo el joven Kraitán con tono reverente desde su cómodo asiento. Isnaak sonrió levemente mientras se sentaba.

    El viejo y el príncipe Isnaak se sentaron al frente de los guardias y de la misteriosa mujer que los acompañaba, según su padre, “un rey no puede sentarse en la mesa al lado de sus soldados, pero en una batalla tendría que acompañarlos hasta la muerte” Con un fuerte y agudo choque de palmas, el viejo llamó a una de las criadas, una hermosa señora de unos treinta años, vestida con un vestido de seda gris y una bata de cuero blanco que le llegaba hasta el vientre.
    –Maará, traednos cerdo asado con patatas cocidas y vino helado… quizás un poco de hielo nos ayude a refrescarnos mejor.- La mujer asintió sonriente, dio media vuelta y como si se tratara de un extraño sueño, Isnaak vio cómo se desvanecía en el aire convirtiéndose en un fino puñado de cenizas que con ayuda del viento llegaron hasta una de las habitaciones que rodeaban el mesón negro.

    Después de unos dos minutos, una explosión en seco hizo temblar la tierra y de esas cuadriculadas recamaras salieron hileras de muchachas hermosas con bandejas de plata llenas de uvas, bollos dulces de canela y la hermosa mujer Maará traía consigo la bandeja más grande con un cerdo entero carbonizado y adornado con una manzana entre las mandíbulas, la forma en la que depositaban aquella comida en el mesón parecía obra de un estricto entrenamiento de danza sincronizada, todas las mujeres eran idénticas, solo se podían diferenciar de Maará porque tenían la cabeza cubierta con un manto transparente bordado en forma de capucha, sirvieron el vino en vasos de hierro que tenían la forma de escarabajos y con el rose de sus dedos, el hielo que había propuesto el anciano cayó en aquellos vasos con forma de bichos. Isnaak estaba en shock, nunca en su vida había visto tantos trucos consecutivos, hasta estaba empezando a creer que no eran trucos sino magia pura. Kraitán disfrutaba mas de las mujeres que del espectáculo, intentó palpar las nalgas de una de ellas, pero cuando lo hizo sintió como su mano se quemaba, la retiró rápidamente y cambió su rostro de felicidad por uno de miedo, los otros simplemente sonrieron ante aquello, después se alejaron tan rápida mente de la mesa como habían aparecido. En menos de tres minutos habían tenido listo un alimento que tardaba horas en preparar, todo estaba sobre la mesa y el primero en atacar el jugoso y humeante cerdo fue Isnaak, se había olvidado de todos sus modales y era compresible, ¡llevaba días sin haber comido!

    –Vaya, creo que hay dos cerdos en este banquete.- Dijo la linda joven mientras se llevaba el vaso a la boca.
    –Por eso eres la única maestra que no se ha graduado en tantos años.- Susurró Dartaián mientras golpeaba la mesa. La joven bebió un pequeño trago de vino para humedecerse los labios.
    –Y por eso soy la única viva.- Dijo mientras se inclinaba hacia adelante. El viejo parecía rojo de ira y cuando estaba a punto de gritar, Isnaak lo interrumpió.
    - ¿A qué se refiere con maestra? ¿Por qué están los otros muertos?-  El anciano volvió a estar blanco como la nieve y sonriente.
    –Los maestros, mi joven príncipe, son los guerreros más temibles del reino y pueden acabar con su enemigo sin mover un solo dedo.- El único en sorprenderse fue Isnaak, al parecer sus guardias estaban más enterados que él.
    -¿Piensas en convertirme en una cosa de esas? – Normalmente Isnaak se habría burlado de aquellas tonterías, pero ya había visto demasiado como para no creer.
    –No, jovencito, jamás, no necesitas, no es tu destino, tú.- El anciano tomó un poco de vino antes de continuar.
    –Tú, muchachito, tienes que entrenarte en cómo luchar cuerpo a cuerpo, como ser un rey, y como.- Se llevó un puño a la boca para toser.
    - Como profeta.- A pesar de la inmensa inteligencia del joven príncipe, Isnaak no llegaba a comprender lo que quería decir el viejo.
    –Por qué le dicen príncipe a ese enclenque, ¿no se supone que es un rey?- dijo la joven que había estado callada desde el principio, una Baraka hermosa, con la piel blanca y el pelo plateado, los labios rojos y los ojos negros que no faltaban en alguien de su raza, vestía cota de malla y sobre esta una especie de túnica desgarrada rojiza.
    –Un príncipe es, por si no lo habéis notado, un rey que no posee reino, trono ni castillo no se puede llamar rey, pero aun así no se le puede negar su derecho.- Irishín hablaba claro con voz rígida y dura como su cara .
    – ¿Cómo puede un mocoso como ese llegar a ser un rey? ¿Un rey profeta?- La esbelta mujer no dejaba de mirar a Isnaak con esos ojos negros y brillantes.
    –De eso me encargaré yo Maará.- Dijo el anciano. Isnaak se había congestionado y miraba a la joven mujer como si se tratara de un feo monstruo, se quedo sin palabras durante un momento y se dio cuenta de que aquella niña podía multiplicarse y convertir de forma cuando le daba la gana.
    –Ni si quiera podría derrotarme en un duelo cuerpo a cuerpo, sin trucos, como en los viejos tiempos.- Maará no dejaba de mirar a Isnaak.
    –Tal vez no te pueda derrotar cuerpo a cuerpo, estratégicamente te destruiría en el campo de batalla.- Respondió el anciano mirándola fijamente.
    – ¿Dices que ese afeminado muchacho tiene la capacidad de derrotar ejércitos, guiar a los hombres a la batalla, conquistar tierras y mantenerlas como un verdadero rey profeta?–                                                
    -Exacto, es el único que puede unir a todo Sarkus como un solo reino.- dijo Dartaían con toda seguridad.
    -¿Cómo lo hará si no tiene un ejército? Ni siquiera su antiguo castillo le pertenece.- Irishín no quería ofender a su anfitrión, pero tenía que parar esa infantil disputa entre el viejo y la mujercita.
    – ¡Callaos ya! ¿Creéis que el hablar como idiotas nos va a ayudar en algo? El príncipe tiene que entrenarse, su trono no se ganará con frases bonitas ni escritos poéticos, se ganará con sangre y guerra, si no vais a ayudarle decidíos ya, si no lo hacéis, nos marcharemos esta noche.- El anciano puso su rostro más sereno que de costumbre y Maará no dejaba de mirar a Isnaak con una sonrisa dibujada en su rostro.
    - ¿Ves padre? El principito tiene que ser defendido por su guardia real, ¿ese es el rey que queremos?- Irishín se levantó con brusquedad de la mesa arrastrando las elegantes sillas de marfil, tomó a Isnaak por el hombro.
    –Vámonos, mi rey.- pero Isnaak no hizo caso alguno.
    –No nos iremos Irishín, en cuanto a ti hermosa dama, me enfrentaré cuerpo a cuerpo contigo la siguiente mañana y veras que tu rey tiene la fuerza y el valor necesario para conquistar.- Isnaak era un hombre muy listo, y por la actitud de aquella mística mujer, se había dado cuenta de que estaba enamorada de él.


    Última edición por JPrieto1396 el Mar Jun 30, 2015 10:35 pm, editado 1 vez


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    Pero nadie sabía que tan solo era el principio y origen de una hermosa historia, la historia de los reyes Bullruck e Isnaak, Nieve y Polvo.
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    Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.  Empty Re: Extractos Nieve Y Polvo Los reyes de Sarkus.

    Mensaje por JPrieto1396 Dom Jun 14, 2015 11:24 pm

    Forzados Por Venganza

    Ya había amanecido cuando llegaron a la aldea que Bullruck había avistado, el malherido joven iba colgado de los hombros de Kah, el niño de diez años tenía que encorvarse para no quedar tan lejos de Bullruck, era un simple niño, pero por sus venas corría sangre Morkantana y Baraka al mismo tiempo, sangre de guerreros temibles y altísimos, el niño delgado y musculoso, tenía el cabello rubio y brillante como el oro, le llegaba hasta los hombros y con un mechón se cubría el ojo izquierdo todo el tiempo.

    La aldea no era nada más que dos graneros chamuscados y un molino, el estado de aquel lugar era desastroso, el suelo, la madera y las rocas estaban ennegrecidas por el fuego, la lluvia levantaba una oscura nube de hollín y desprendía el particular olor a brasas, pero, si se agudizaba el olfato, se podía sentir el desagradable hedor a hueso quemado. En una de las ventanas de aquel molino se observaba una luz que provenía de una vela, era lo único con vida que brillaba en aquel desolado lugar, Bullruck ordenó al esbelto niño que lo llevara hasta allí, abrieron una quebradiza puerta y entraron para resguardarse de la lluvia. Adentro, todo estaba húmedo y sucio, el suelo, las paredes y el techo estaban plagados de polvo y hollín, en el centro había una mesita pequeña con una velita encendida que amenazaba con apagarse cada vez que el viento entraba por las ventanas.

    Los jóvenes harapientos se sentaron cerca del fuego y se quedaron varios minutos en silencio.
    –Creen que soy un desertor, que no he podido resistir la vida de un mercenario.- Rompió Bullruck con el silencio.
    –Pero si solo llevabas tres días con ellos, hasta yo pude soportar semanas sin problemas.- Aseguró Kah mientras se frotaba las manos y las acercaba al fuego.
    –Eso es lo que me incomoda, fui el mejor durante esos días y hasta me gané la confianza de los lideres, pero aun así creyeron que deserté.- Concluyó Bullruck, se quitó las pieles de oso que llevaba en el torso y las extendió sobre el suelo para secarlas.
    -¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cómo te liberaste de esos matones?- Preguntó Kah sin apartar la vista de la vela. Bullruck le contó con detalle lo que había pasado.
    -¿Konrel dijo eso?- Dijo Kah dubitativo, Bullruck asintió.
    –No sé por qué lo hizo, pero me salvó la vida, de no ser por la orden de marcharse, Matous me habría arrancado la cabeza.-
    –Creo que ese viejo se ha enamorado de ti.- Ambos rieron a carcajadas y durante un instante se habían olvidado todo.
    –Kah, hijo, no puedo cazar y las provisiones se han ido con el caballo, tendrás que conseguir algo de comida.- Dijo Bullruck con voz queda.
    – ¿Qué quieres? ¿Qué me encuentren esos bandidos y le lleven mi cabeza a mi queridísimo padre?- Kah parecía preocupado pero aun así no dejaba de reír.
    –Tienes razón.- Asintió Bullruck mientras se golpeaba la frente.
    –Bueno, quizás si te pones mis pieles y te quitas todo ese montón de pelo, ni los Dioses te van a reconocer.-                                  -¡No!, mi pelo me gusta mucho.- Gritó Kah tocándose el cuero cabelludo.
    –Bueno, entonces quedémonos aquí hasta que me mejore, y si te da hambre te puedes comer esa maldita vela.- Bullruck se recostó sobre las pieles y cerró los ojos.
    –Bueno, vale.- Susurró Kah al tiempo en que sacaba una flecha del carcaj de Bullruck, después se cambiaron la ropa.

    Bullruck lucia muy gracioso en ropajes de granjero tan grandes, pero aun así se las apañó para poder sacar sus extremidades, por otro lado, Kah estaba apretado en pieles de oso sucias, olían mal, pero el niño estaba acostumbrado a aquel hedor. Después de acomodarse, Bullruck procedió a empapar el cabello del niño, después con manos agiles y rápidas, le cortó hasta el último pelillo de su cabeza, Kah no dejaba de cubrirse el ojo izquierdo con la mano.

    -¿Qué tiene ese ojo?- Preguntó Bullruck mientras limpiaba los restos de cabello.
    –Nada, es que no me gusta.- Respondió Kah desviando la vista.
    –Si te cubres como un idiota no cazaras nada, calvo.- Dijo Bullruck riéndose con dificultad, Kah se bajó la mano y su barbero pudo observar.
    –Bueno, bueno, tienes un ojo Baraka, ahora sí que estoy más que seguro de quien eres, su alteza.- Exclamó Bullruck alegre mientras miraba con curiosidad el ojo negro y brillante del niño.
    << Por lo menos arriesgo la vida por alguien importante y seguramente otros harían lo mismo>>  Kah recuperó toda su confianza con las reconfortantes palabras de su salvador y esbozó una gran sonrisa.

    Antes de salir de cacería, Bullruck le había dado algunos consejos como “Camúflate bien entre los árboles, muévete sin hacer mucho ruido y toma en cuenta que los animales también dejan rastro” Pero aun así, estaba seguro de que no cazaría ni un gusano.

    Los segundos pasaron y se convirtieron en minutos y estos en horas, Kah no aparecía y Bullruck estaba perdiendo la paciencia, sus pensamientos no eran nada buenos, al final decidió tomar fuerzas para salir en su búsqueda, se levantó con el pecho entumido y se dirigió lentamente hasta la puerta. Al momento de abrir la puerta, Kah apareció jadeante y sin decir una sola palabra lo derribó con brusquedad, cerró la puerta y se recostó en ella con cara de miedo.

    -¡Sal de ahí pequeño rufián! ¿Crees que no he visto como entrabas en el molino?- Gritó un hombre desde afuera, la voz de un viejo gruesa y ensordecedora.
    -¿Qué pasó?- Preguntó Bullruck mientras intentaba pararse de nuevo.
    -¡Me persiguen!- Kah tenía en sus manos un cochinillo pequeño chillando.
    -¡Devuélveme mi cerdo y no te machacaré con este martillo!- Gritaba el hombre desde afuera.
    -¿Lo has robado?- Preguntó Bullruck sonriendo, ya se había levantado y tomado el arco con el carcaj que tenía Kah para cazar.
    –Abre la puerta.- Le ordenó.
    -¡Ni loco!- Gritó Kah con miedo.
    -¡Ábrela!- estalló Bullruck con rabia. Cuando la puerta se abrió, un enorme hombre de unos cincuenta años, musculoso y gordo con larga melena risada y una barba desaliñada corrió con un mazo empuñado en la mano derecha hacia ellos, por la forma en la que gritaba Bullruck decidió que no sería nada útil intentar hablar con aquel coloso, así que tensó rápidamente el arco y sin apuntar dejó que su flecha recorriera libremente el aire. La flecha asestó en el mango de aquel martillo con tal fuerza que se le escapó de las manos, el hombretón se quedo boquiabierto, con la mano alzada sin arma alguna, después con un grito aterrador, empezó a caminar tranquilo hacia Bullruck; el grito pasó a ser una escandalosa risa que hacía temblar la tierra.

    El bárbaro musculoso descamisado, abrazó a Bullruck fuerte, casi le aplasta la columna. Kah se escondió rápidamente detrás de Bullruck con miedo a que lo golpearan.
    -¡Un hombre como tu es al que necesito! ¡Bendito sea Thongar!- Exclamó el corpulento hombre mientras bajaba a Bullruck. – ¡Tu! ¡Rufián! ¿Es este amigo tuyo?- Kah no respondió.
    – ¡Mocoso!- gritó impaciente.
    –Es del acantilado, ya sabes cómo son los niños que crecen en el valle.- Bullruck parecía inseguro. Su abuelo le había hablado de los Morkantanos auténticos, los barbaros que descendieron de las montañas para arrebatarle Skornia a los Barakas hace ya cientos de años. Era la primera vez que veía a uno y era exactamente como se lo habían descrito.
    -¿Y tú qué? ¿Acaso eres del Jovarsk o qué?- Exclamó el bárbaro con brusquedad. Bullruck no podía decir la verdad, que era de Skornia, pero sería estúpido decir que era un Morkantano, ni mucho menos un Baraka.
    –Soy Yuishente.-
    -¿Eso qué es?- Al parecer el viejo bárbaro tenia más de músculos que de cerebro.

    Antes de responder, un joven salió de entre el bosque al trote.
    -¿Ya lo tienes padre?- Preguntó en cuanto había llegado.
    - Ehh, son dos ¿Los matamos a ambos?- Dijo cuándo se percató de la presencia de Bullruck.
    – El chico no importa, pero este pequeñaja tiene una puntería que los Dioses envidiarían.- Le explicó el viejo agarrando a Bullruck por los hombros.
    –El chico es como mi hijo, si no queréis morir no le hagáis daño.- Cuando Bullruck terminó con su no muy astuta amenaza, el hijo del bárbaro se abalanzó contra él, lo tomó por el cuello con ambas manos y le escupió el rostro.
    - ¿Quién carajos te crees para amenazarnos?- Exclamó sin soltarle. Cuando el joven se empezaba a poner morado, el Morkantano padre le apartó las manos con brusquedad.
    –Lo necesito, ¡¿No Entiendes?!- El joven miraba a Bullruck como si fuera la peor cosa que había visto jamás. Cuando por fin pudo respirar, el moribundo joven intentó dar las gracias, pero de sus labios no salía palabra alguna.
    –Si ese mocoso quiere comer, puede venir con nosotros.-Terminó el Bárbaro.
    –Soy Krang y mi hijo es Brock, seguidnos.- Dijo el enorme bárbaro mientras sonreía, Bullruck no estaba seguro, confiar en ese tipo de personas sería algo muy poco inteligente, pero, ¿Qué mas podría hacer?

    El grupo iba caminando entre los árboles, una hilera de cuatro personas se debatía entre troncos y túmulos de hojas podridas, detrás de todos iba Brock, un joven de unos veinte años con la piel llena de cicatrices, el pelo largo como el de su padre y una barbita de chivo muy agraciada color café. En el centro, Bullruck e Isnaak, el más bajito siendo ayudado por el más alto. Y al frente iba Krang, el coloso de dos metros y pico que se alzaba imponente ante todos, llevaba su martillo en el brazo y mientras entonaba un gutural y estremecedor canto sobre un oso y un niño desnudo, guiaba a los muchachos a lo que suponía un lugar más agradable.

    Al final, su hijo también se había unido al cántico, pero cuando llegaron al pie de una colina empinada, ambos dejaron de cantar y continuaron el ascenso al son de un simple silbido. Subieron con poco esfuerzo, aunque Bullruck estaba cansado y adolorido los hombres no dejaban de gritarle, cuando llegaron a la cima, Bullruck se encontraba mareado, pero aun así los barbaros no dejarían de acosarle. Cruzaron por otro bosque aún más espeso que el anterior, vieron un riachuelo caudaloso que arrastraba todo tipo de malezas, troncos y hasta ardillas que intentaban con desesperación liberarse antes de caer por una cascada que daba al valle en donde se encontraban. Por fin habían divisado una descolorida pero acogedora cabaña, constaba de cuatro muros de piedra sin pulir y un techo de paja extravagante, en la entrada, había todo tipo de basurillas, barriles de vino terminados, mangos de hachas rotas, ropa sucia y libros que al parecer los habían utilizado en todo menos para leerlos.

    -¡Mujer! Traednos aguamiel y un trozo grande de pan.- Gritó Krang alegre mientras abría la húmeda puerta de madera, su voz no dejaba de estremecer el mundo. Adentro, estaba una hermosa mujer rubia con los ojos azules, tenía el pelo rizado muy brillante que le caía hasta las nalgas, era del mismo tamaño de Bullruck y frágil como ninguna otra mujer que había visto en su vida.
    << Como puede estar con semejante bestia, una mujer tan pequeña y delgada con un bárbaro tan grande y gordo >> pensó Bullruck mientras detallaba el interior del lugar.

    Si era acogedora, pero húmeda y desagradable; de alguna manera le recordaba a su antiguo hogar. Tenía una chimenea muy particular, expulsaba el humo por la parte trasera de la cabaña y estaba adornada con una roca redonda negra y brillante muy parecida a la obsidiana, en un rincón había una mesa de roble grueso, sillas tapizadas en cuero y un mantel rojo oscuro como tapete. Las velas inundaban el pequeño lugar y el techo de paja era tan alto como los hombres que allí habitaban, cuando la mujer llegó con una jarra llena de aguamiel y varios trozos de pan, Krang la tomó por la cintura con delicadeza y la atrajo hacia él.          
    –Esta es Vazlyana, mi querida esposa. Mujer, ellos son… ¿Quiénes sois?- Krang parecía confuso.
    –Bullruck- Respondió con firmeza, Kah no dejaba de mirar el pedregoso suelo y  los “amables” barbaros estaban esperando una respuesta, así que Bullruck lo golpeó en el hombro con cuatro dedos y Kah se vio obligado a responder.
    –Kahárck- dijo muy rápido de mala gana.
    -¿Qué?- exclamaron Krang y Brock al unísono.
    –Kah, me podéis llamar Kah.- Respondió asqueado sin tocar los alimentos.
    –El chico, ¿no es de Sarkus tampoco?- preguntó después de tragar un pedazo de pan.

    Ambos miraron al joven con el ceño fruncido.
    –El acantilado y Yuishen forman parte de Sarkus.- Respondió Kah con desprecio.
    – ¿Ahh si? Bueno, la verdad es que no importa, lo único que me interesa del sur, es la comida que traen los comerciantes que pasan por estas tierras.- Dijo Krang mientras alzaba su vaso lleno de aguamiel. -No importa de dónde vengan, lo que importa es que nos comparten todo a cambio de dejarles acampar en nuestros bosques.-

    –Las cosas se están poniendo feas, la guerra dividió a Morkant en dos, Los toros de roca, que simplemente quieren unir el reino y vivir como en antaño Vivian nuestros muertos, van ganando la guerra, pero el otro ejercito hará hasta lo imposible por destruir todo lo que se le atraviese, sin importar a quien tengan que asesinar ni a cuantos, solo quieren dominar Sarkus y luego, como dice el rey Dabemol, conquistar el planeta entero.- Krang miraba por una de las ventanas.

    –Es una idea bastante buena, lo de conquistar el planeta, pero no me gusta la manera en que lleva las riendas de la guerra, y ya hemos pagado el precio, el resto de mi numerosa familia ha muerto en esos graneros que estaban quemados, fueron hombres del maldito Dabemol, últimamente ha estado enviando hombres a el valle Skornia, no sé qué pretende, sus enemigos están en Morkant no en ese pacifico valle.- Se sentó de nuevo y con su rostro congestionado miró a Bullruck a los ojos.
    –Necesito tu ayuda, el hombre que informa de todos nuestros movimientos, está cerca al norte de aquí, fue el responsable de decirle al rey Dabemol que estábamos dando orientaciones a los Toros de roca para que lo asesinaran, así que por ese motivo envió a sus hombres a acabarnos.- Brock estaba intranquilo y no dejaba de juguetear con su vaso lleno de aguamiel.
    –El jarl Toskar de Toskar.- Susurró con desagrado aquel nombre, Brock estalló el vaso en la mesa y se alejó de la cabaña. –Joven, tu trabajo va a ser sencillo, he visto tu puntería con ese arco y con tu aspecto, creo que tienes experiencia en esto, ¡vamos a asesinar a ese bastardo!- Aquello dejó atónito al joven.
    –Mi hijo hará una pelea en la aldea Toskar y los guardias tendrán algo que hacer mientras el viejo jarl se queda solo en el bastión de los sangre hervida. – El bárbaro parecía lleno de entusiasmo y no paraba de hablar.
    –Cuando esto ocurra, tu iras a la puerta del bastión y le acertaras una de esas flechas en la cabeza, después todo habrá terminado y nadie sospechará de nada.-
    -¿Cómo no sospecharan si ven a un extranjero como yo por estas montañas? Disculpa pero no soy un asesino y tu plan es tan malo que de seguro, al terminar el día, habrán dos muertos en esa aldea, y no será el jarl.- Bullruck se levantó de la mesa, dio media vuelta y se dirigió a la salida, pero cuando estaba tocando el verde césped del bosque otra vez, Brock apareció de la oscuridad con los ojos llenos de lágrimas, agarró a Kah por el cuello y lo arrastró hasta la cabaña, Kah gritaba e intentaba zafarse de las gruesas manos del feo joven, pero era imposible y ganó con mucha ventaja, lo encerró en una de las habitaciones de la cabaña y atrancó la puerta con un cerrojo de metal.

    -¿Qué haces hijo?- preguntó Krang mientras se levantaba.
    –Tu plan es perfecto y esta pequeñaja no va a evitarlo, si no quiere ayudar, lo obligaremos.- En el rostro de Brock se notaba la desesperación y las ganas de sangre, al parecer la muerte de sus familiares lo habían hecho enloquecer.
    –Mañana al anochecer iremos juntos a hacer lo que mi padre os ha dicho, a menos que quieras ver a tu “hijo” sangrando hasta la muerte.-


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