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    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle)

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    Mensaje por HoJu Miér Ene 21, 2015 7:39 pm

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) 46945
    Pintura de Augusto Ferrer Dalmau"

    Este documento inédito corresponde a fragmentos del diario del capitán Rafael de Llanza y Valls, oficial del antiguo regimiento de infantería de línea de Guadalajara, y comandante del primer batallón del regimiento Joseph Napoleon, entre 1809 y 1813. El propio Llanza dio por perdido este diario en el incendio de Smolensk (1812) cuando llevaba escritas unas 300 páginas, aunque conservó su cuaderno de notas gracias al cual pudo reconstruir un mucho más breve "Itinerario" de su aventura a su vuelta a España a finales de 1813*. El diario perdido, sin embargo, no ardió comnpletamente y varios fragmentos sobrevivieron hasta salir a la luz en este hilo. Se trata por desgracia de retazos inconexos que no cubren todo el periodo de su servicio en la división del Marques de la Romana ni en el Regimiento Joseph Napoleon, pero la suerte ha querido que aporten una luz más detallada precisamente en los pasajes en que el "Itinerario" se muestra más escueto, es decir el periodo entre la formación del Reg. Joseph Napoleon a inicios de 1809 y el inicio de la campaña rusa de 1812. Con el objetivo de formar un relato coherente, estos fragmentos se presentarán acompañados allí donde sea necesario de aclaraciones, reconstrucciones y citas literales tomadas del "Itinerario" indicadas en cursiva.

    ___________________________
    * Hasta este punto todo es rigurosamente histórico, el personaje exisitió y como podeís consultar el itinerario también existe, donde cuenta lo del diario que se quemó en Smolensk, junto a todo su bagaje y una perrita que tenía de mascota. Hay un libro publicado con el título Un español en el ejército de Napoleón: diario de don Rafael de Llanza y de Valls, pero creo que se trata del mismo breve itinerario acompañado de un estudio biográfico-histórico escrito por el mismo tataranieto que introduce el PDF que he enlazado arriba).


    Última edición por HoJu el Sáb Ene 24, 2015 2:44 am, editado 2 veces
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    Mensaje por Firefrost Jue Ene 22, 2015 3:15 am

    Vamos a ver que nos trae Hoju Razz


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    Mensaje por HoJu Jue Ene 22, 2015 1:23 pm

    DISCLAIMER: Esta partida llevo jugándola ya unos 80-90 días ingame. No pretendo prolongarla mucho, podría durar hasta que salga un nuevo parche para L'Aigle que puede caer en cualquier momento. Pienso manipular y tergiversar todo lo que sea necesario de los eventos de la partida para ajustarlos a la historia y al roleo del personaje, así como usar todos los trucos que me parezca pertinente (por ejemplo, truqué el personaje con dinero extra para poder comprar una comisión de oficial desde el principio y un poco las habilidades para empezar como un oficial con experiencia como era el personaje real a la altura de 1809). Procuraré mantenerme en el norte y centro de Europa porque he editado los uniformes italianos para imitar los de los españoles en servicio francés, pero como tengo que reclutarlos en Italia me reservo el derecho de teletransportarme allí cunado sea conveniente.


    Antecedentes

    Rafael de Llanza y de Valls (1772-1833) nació en Barcelona en el seno de una noble familia catalana, y a los 14 años sentó plaza como cadete en el regimiento de Guadalajara, ascendiendo en los años siguientes hasta el grado de segundo teniente. Entre 1793 y 1795 tomó parte como teniente de granaderos en la Guerra de la Convención contra la Francia revolucionaria, que se desarrolló en Cataluña y el Rosellón, y llegó a ser segundo al mando (sargento mayor) en un tercio de voluntarios. Después de firmada la paz y restaurada la antigua alianza francoespañola, de nuevo con el regimiento de Guadalajara, participó en operaciones en Galicia contra los ingleses en 1801, y en Portugal, llegando a capitán de granaderos en 1805.

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) Spanis+infantry+3
    Granaderos del Regimiento de Guadalajara


    Pero su mayor aventura empezó en 1807, cuando su regimiento, que se había desplazado de Barcelona a Italia, fue incorporado a la División del Norte, mandada por el Marqués de la Romana, enviada como fuerza expedicionaria en apoyo de los ahora aliados franceses en el norte de Europa. Allí tomo parte en las operaciones contra Suecia y en la toma de Stralsund, y ya en 1808, junto a daneses y franceses, en el avance sobre el laberinto de islas y estrechos que separan Dinamarca y Suecia. Sin noticias de la insurrección que por entonces comenzaba en España pero sospechando que el recibimiento de José Bonaparte no era tan cálido como las franceses les decían, los españoles se negaron a jurar lealtad al hermano de Napoleón y tuvieron lugar varios disturbios y conatos de motín. Algunos regimientos, como el de Guadalajara fueron separados del resto de la división y sus batallones y compañías desperdigadas por Dinamarca.

    En agosto el Marqués de la Romana, que había mantenido conversaciones secretas con la flota inglesa que bloqueaba las islas, organizó la deserción en masa del cuerpo expedicionario español, mandando correos para tratar de reunir a todas las tropas dispersas en la isla de Feonia. Al menos 9000 hombres de los 15000 que formaban la división lograron escapar y ser evacuados por los buques británicos y pesqueros daneses requisados. Los regimientos de Asturias y Guadalajara y restos de otras unidades, que se calcula juntaban unos 5000 hombres se encontraban dispersos por la Dinamarca continental y antes de poder reunirse y en algunos casos, como el del batallón de Llanza, siquiera enterarse del plan de huida, fueron desarmados y capturados por las tropas danesas que los entregaron a los franceses.

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) El_juramento_de_las_tropas_del_Marqu%C3%A9s_de_la_Romana
    "Juramento del Marqués de la Romana", pintura de Manuel Castellano

    Conducidos a Francia y separados en distintos fuertes, campos y prisiones, los españoles pasaron el invierno de 1808. Sin embargo, el general afrancesado Juan de Kindelán pensó que esos miles de hombres podrían tener más utilidad como soldados que como prisioneros y propuso a Napoleón la formación de un regimiento de voluntarios con aquellos de los prisioneros que se avinieran a jurar a José Bonaparte. Fuera por salir de las estrecheces del cautiverio, fuera por la oportunidad de ser enviados a España para allí pasarse al bando patriota, el caso es que la mayoría aceptó y así se ordenó formar el Regimiento Joseph Napoleon en febrero de 1809, en el que Rafael Llanza serviría los siguientes cuatro años como comandante de su primer batallón.*

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) 4
    Supuesta bandera del Regimiento Joseph Napoleón

    ________________
    *De nuevo, hasta donde yo sé todo esto es estrictamente histórico, si bien simplificado. El tema de la evacuación de la división del Norte es interesantísimo y materia para un libro entero.


    Última edición por HoJu el Sáb Ene 24, 2015 2:05 am, editado 1 vez
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    Mensaje por HoJu Vie Ene 23, 2015 3:20 pm

    Capítulo I: Siempre nos quedará París

    En abril de 1809, ya conocida la resolución de formar el regimiento español con base en el depósito de Aviñón, Rafael de Llanza se encontraba en París después de haber recibido una orden del Ministerio de la Guerra para presentarse en la capital dsde su prisión en Aveznes (Flandes). Según el "Itinerario":

    Llegué a París y enseguida me presenté a don Juan Kindelan, el que me dijo que me había llamado junto a otros quatro, pero que avíamos hecho un viaje en balde respecto a que todos debíamos pasar a Aviñón a la formación del anunciado Regimiento, pero que esta ocasión nos proporcionaría ver aquel pueblo, que si algo se le ofrecía ya nos llamaría. (...) Al cabo de algunos días le insinuamos que nosotros no teníamos dinero para poder vivir, que a pesar de tener la mayor economía, gastábamos lo que no teníamos. La respuesta fue que tuviéramos paciencia, que ya pediría al señor Ministro que nos enviara a nuestros depósitos. Este día no llegaba, por lo que pusimos un papel al Ministro suplicándole la gracia de permitirnos volver a nuestras prisiones, en donde nos daban el sueldo de prisioneros con el que sobrevivíamos, pues de lo contrario quedábamos expuestos a la mayor indigencia. Nuestras exposiciones interesaron mucho a don Juan Kindelan pues no fue capaz de ofrecernos el más mínimo auxilio, siendo así que estaba lleno de dinero ¡Tanto puede la avaricia en los hombres! Por fin logramos irnos a nuestros depósitos (...) y de allí a Aviñón (1).

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) 0987B424E832D91959CEE5A31CA4E972F2B54CA6
    Esperando ser recibido por Kindelán

    Los papeles perdidos, sin embargo, ilustran otro incidente que le ocurrió a Llanza en la ciudad del Sena, donde a punto estuvo de batirse en duelo:

    "... Por la gran economía a que nos veíamos obligados, avíamos de aloxarnos y hacer nuestras comidas y cenas en posadas en donde corrían abundantes la bebida y los naipes, y en donde paraban todos los solicitantes y petimetres que habían gastado los más de sus ahorros esperando su oportunidad de recibir cargos o prebendas. Una noche uno de estos sujetos, totalmente ebrio, tropezó conmigo haciendo gran embarazo de sí mismo al arrojarse encima su bebida. De esto tomó tan gran enfado que allí mismo me quiso desafiar, mas con muchos gritos que dio, fue fnalmente disuadido por sus amigos. Oí más tarde que aquel señor fue detenido por andar mezclado en un asunto de contrabando, que concluyó con varios muertos (2)"

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) 3BE7A9649C6FB8E66A77BA23C174827BDD273B18
    Paseando frente a las Tullerías

    Retomamos de nuevo el "Itinerario":

    En este destino nos juntamos todos los oficiales de Guadalaxara y Asturias, que todos poco más o menos avían tenido igual suerte desde que nos separamos en Sedán, en Aviñón nos era fácil saber algunas noticias. Veíamos que los asuntos de nuestra Patria no estaban concluídos como nos habían hecho creer, pasábamos nuestros disgustos y cavilaciones como podíamos. Mucho nos animó la orden que vimos impresa en los papeles públicos de ir quanto antes a España. Esta noticia fué demasiado celebrada en los cafés y fondas de Aviñón, en donde los hurnos del líquido dejarían escapar alguna espresión que nos perjudicaron, como se vió bien pronto, pues en vez de venir la orden para España, vino para que un batallón fuese a Dalmacia y otro a Flandes.

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) F3FF6E847F139226804791534EE104834D3838B9
    Alguien rajó de más y ese húsar del fondo debió escucharlo


    Este fue un golpe verdaderamente mortal; lo que dio lugar a la revocación de la orden, no se sabe, sólo sé que Bonaparte dijo a Kindelan en Paris : «El Regimiento Español me hubiera dejado las vanderas solas en las cumbres del Pirineo», y en verdad que no se engañaba


    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) 2vlk18k
    Documento verídico  Razz
    ______________________
    (1) En realidad pasó un par de meses en el depósito de Lille antes de recibir orden de ir a Aviñón en julio, pero julio es por donde voy ahora en la partida, así que aceleremos un poco el ritmo de la buricracia militar.
    (2) Efectivamente, la misión inicial, que no realicé porque el juego me crasheó (única vez en la partida, creo) en la misma pantalla del duelo, y cuando cargué la partida que justo había guardado antes del crash, la misión ya no estaba disponible, supongo que por quedar interrumpida antes de que se añadiera al diario de misiones.

    Este capítulo es muy abundante en citas literales del Itinerario (no quería perder la oportunidad de poner esa cita de Napo  Razz ), en los próximos, que ya la partida se separa más de la Historia, será casi todo de mi cosecha, aunque procuro mantener el estilo, incluso la ortografía original como en "vanderas", "avíamos", "aloxamiento", etc.


    Última edición por HoJu el Sáb Ene 24, 2015 3:29 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por falsatez Sáb Ene 24, 2015 11:35 am

    Qué pasada, y ese Napoleón receloso, consecuente con la lealtad de los soldados españoles para con su pueblo.
    Buen apunte lo de la ortografía xD


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    Mensaje por HoJu Dom Ene 25, 2015 6:59 pm

    Capítulo II: Si no soy Curro Jiménez, ¿qué hago con este trabuco?

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    Porque ¿qué partida de M&B puede llamarse completa si no empiezas matando bandidos? (1)

    Los soldados españoles vieron así frustrada la esperanza de ser destinados a su patria. El batallón de Rafael de Llanza, por entonces capitán de una compañía de fusileros, fue destinado a Flandes, particularmente a trabajar en las fortificaciones de Amberes, según refiere el "Itinerario", cuya siguiente referencia corresponde ya a mayo de 1811. Este lapso de casi tres años se ve en parte cubierto por los papeles perdidos, revelando que Amberes no fue el único destino ni la fortificación el único trabajo de Llanza y sus hombres.

    "Distaba mucho mi compañía, como las demás, de estar completa pues apenas unas decenas de soldados se le avían asignado en Aviñón esperando que más se incorporaran en el destino, siendo que muchos estaban en prisiones y castillos por toda la Francia, la Holanda y las demás naciones que se hallan sometidas al opresor del género humano, y era necesario reunirlos con sus banderas.

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    La fiel infantería (2)

    En la larga marcha de Aviñón a Flandes, pronto se vio separada esta compañía del resto del batallón. Fue causa de esta separación el gran desorden que había en la asignación de aloxamiento y provisiones para las tropas, que si ya era grande entre los franceses, peor resultaba para nosotros, pues aquellos grandes ladrones de la Europa, no contentos con tenernos sometidos a indigna esclavitud, nos negaban con desprecio sino los peores lugares y las más exiguas raciones. Añádase a esto que mis soldados y yo nos vimos requeridos varias veces por los governadores y jefes de los pueblos donde parábamos para diversas tareas de policía y guarda de caminos, que nos suponían gran demora, pues se figuraban que siendo pocos y españoles no nos habrían de echar mucho de menos, pero que armados y pertrechados como íbamos éramos muy a propósito para sus necesidades.

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    Estas eran grandes, ya que andaba todo aquel país bullendo de bandoleros y foragidos, que siempre prosperan en tiempos de guerra. No pocos de estos eran soldados desertores o fuera de servicio que, habiendo aprendido en el exército de Bonaparte,  grande escuela de ladrones, a saquear y robar sin mesura, seguían exercitando esta infame costumbre incluso en su propia patria. Como siempre he sido hombre que ha odiado el robo y la villanía, no me pude negar a tomar parte en las operaciones contra estos indeseables. Debió correrse la voz entre esta escoria de que andaba con mi sección persiguiendo el latrocinio y por ello teníamos que andar siempre prevenidos, que varias veces se nos echaron encima por sorpresa,  a veces en el campo y los caminos, y a veces en poblado, donde era peligroso andar solo por la noche. En estos traidores ataques cayeron algunos soldados, de lo que recibí gran sentimiento, pero fueron vengados prontamente.

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    Apunten...

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    ¡Fuego!

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    Así aprenderán.

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    O tal vez no

    En este tiempo había frecuentes combates de poca importancia entre franceses y austriacos en el este, que tenían toda aquella región a ambos lados de la frontera en perpetuo incendio de pueblos y granjas, y era tanta la necesidad de sus gentes que salían como de la tierra más bandas de merodeadores. En el norte, adonde me dirigía, andaban en similar situación por las incursiones de ingleses. Yo no dejaba de entretener la idea de pasarnos al campo de unos o de otros cuando tuviéramos ocasión, como medio para volver a nuestra desgraciada Patria, pero me detenía la gran cantidad de patrullas que tenían los franceses y el no conocer la lengua alemana ni inglesa ni la disposición de aquellos señores hacia España, por lo que antes de hacer claras nuestras intenciones, podrían tirar sobre nosotros. También me refrenaba la idea de tantos compañeros cautivos y por ello determiné de esperar a formar la compañía completa y tratar el tema de nuestra huida, si esta podía executarse, con los demás oficiales del batallón, de los que era yo el más antiguo y por tanto responsable, aunque aún no se había designado comandante de él.”

    _____________________________
    (1) De momento todos tienen esta pinta de piratas, pero en un futuro habrá más tipos y variantes regionales, así que sí tendremos Curros Jiménez.
    (2) Como comenté, son un retoque de las tropas del Reino de Italia. Uniformes de estilo francés en blanco y con vueltas verdes, han quedado bastante parecidos salvo la placa del chacó y algún detalle más.
    Uniformidad del Regimiento Joseph Napoleon:

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    Mensaje por Mikeboix Dom Ene 25, 2015 7:30 pm

    Me ha encantado cómo has solucionado el que no pudieras sacar capturas de la misión inicial, la del borracho. Se entiende que es el personaje de otro jugador del mod el que, más tarde, ha seguido esta misión y ha atacado la guarida de los contrabandistas. O algo así xD

    ¿Cómo eran las texturas de esos uniformes italianos, antes? Tienen ahora un aspecto fantástico.


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    Mensaje por HoJu Dom Ene 25, 2015 7:40 pm

    Lo único que he cambiado es el color de las bocamangas, las hombreras y los cuellos, que eran rojos, no tengo habilidad para hacer nada más sin cagarla.
    italianos originales:

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    Mensaje por El Barón Jue Ene 29, 2015 5:16 pm

    Me ha encantado el título del 2 capítulo xD


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    Mensaje por HoJu Vie Ene 30, 2015 8:03 pm

    Capítulo III: El ojo del tigre

    “Noticiosos del camino que llevábamos, se iban uniendo a la compañía cada vez más de nuestros compatriotas a medida que eran sacados de los castillos y  conducidos por piquetes de gendarmes a esta o aquella etapa de nuestro lento avance. Nuestro progreso era muy penoso por las continuas interrupciones a las que he hecho mención y,  además sentíamos que cada paso que dábamos nos alejaba más de España y del anhelo de nuestros corazones.

    En estas condiciones, el ánimo de los soldados se tornaba sombrío, y la miseria de nuestras provisiones y aloxamientos ayudaba a esta disposición desesperada, que me hacía temer por una quiebra en la disciplina de la compañía, que juntaba sesenta o setenta hombres cuando hicimos alto en la ciudad de Lieja. Solo contaba por entonces con otro oficial, teniente Ricardo Agudo, un hombre resuelto que había hecho su carrera desde las filas de la tropa, para asistirme en el mando.

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    Ricardo Agudo, de los Agudo de toda la vida (1)

    En los días que descansamos en esta ciudad, se dieron unos hechos que no puedo dejar de referir por lo insólito de su naturaleza. Estaba yo atento a las caras y expresiones de los soldados cuando advertí en varios de ellos que andaban con el rostro magullado, los ojos morados y otras heridas. De inmediato inquirí la causa de estas heridas, por temer que, con el decaimientos de sus ánimos, crecieran enemistades y peleas entre los hombres, con gran daño para la unidad de la compañía, unidad en que cifraba nuestra única esperanza de sobrevivir a esta tremenda aventura lejos de la Patria y rodeados en todas partes de gentes extrangeras.

    De este error me sacó Agudo que, haciendo sus propias pesquisas, supo la verdad; que, acosados por las privaciones a que los condenaban los mezquinos furrieles del exército francés, y teniéndoles yo prohibido el saqueo tan común en aquel exército aun en países amigos, muchos soldados, para ganar algún dinero con que mejor sostenerse, se avían dado a un peculiar y bárbaro deporte, en el que dos hombres se daban de puñadas hasta que uno caía sin sentido. Al parecer la invención venía de los ingleses, pero causaba ya gran entusiasmo en toda la Europa, y se hacían ricas apuestas.

    A consejo de Agudo, resolví dejarles seguir este pasatiempo, que al menos distraía sus ánimos de nuestra lastimosa situación, y hasta consentí en asistir a una de estas curiosas veladas, que también las había para caballeros y oficiales, si menos groseras no menos violentas. Allí, contra mis escrúpulos, acabé enzarzado con un oficial francés por ciertas palabras que dijo del valor de los españoles, que no pude menos que probar falsas con las razones de mis puños, únicas que entendían esos brutos.

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    De ello saqué alguna fama y algún dinero de las apuestas que se hicieron y que gasté en remediar algo la escasez de mis hombres y la mía, pues tampoco yo tenía apenas más que lo puesto.“

    Finalmente, Llanza llegó a Amberes. El “Itinerario” nos dice de su estancia en esta ciudad que:

    En Amberes aun conservan sus habitantes una decidida inclinación a los españoles, a pesar de haberles éstos causado tantos males, por lo que con facilidad teníamos noticias de nuestra Patria y que cada día había más confianza en la opinión pública contra los opresores del género humano. Los oficiales solíamos juntarnos, pero con mucho sigilo, en donde nos lamentábamos de nuestra infeliz suerte, pues nos veíamos sin recursos, engañados, desterrados de nuestra cara Patria y obligados a servir al tirano que tan injustamente la oprimía.

    Pero los papeles perdidos nos revelan que, mientras el resto del batallón seguía asignado al trabajo en las fortificaciones de Amberes, la compañía mandada por nuestro capitán recibió nuevas órdenes y se vio envuelta en intrigas que, por alguna razón, omitió en su “Itinerario”:

    “A poco de estar en Amberes supimos que se había declarado una tregua entre Francia y sus enemigos austriacos e ingleses, lo que nos dio por una parte gran pesar, pues discurrimos que toda la inmensa fuerza de los franceses se volcaría ahora sobre nuestra pobre Patria, y por otra parte aumentó nuestras esperanzas de ser enviados a ella, o de encontrar la forma de evadirnos sin peligro. Pero no descansaban nuestros tiranos y sin darme tiempo para tratar este asunto con los demás oficiales, fui requerido por orden del general MacDonald con el mayor secreto para coger mi compañía y pasar a Holanda en una misión peligrosa, ingrata y nada honrosa, que otras no nos encomendaban a los españoles.

    Ocurría que el pueblo de Holanda era poco amante de Napoleón, pero muy afecto de su hermano Luis a quien aquél hizo Rey de Holanda. El Emperador, noticioso de que su hermano no quería someterse a todas sus tiránicas exigencias, temió que  se entendiera con los ingleses aprovechando la tregua, y quiso  provocarle para poner a prueba su lealtad y mostrarle que él era dominador indiscutido de la Europa. Para esta infame provocación se avía de servir de nosotros, pues si se torcía el plan la culpa caería en nosotros solos y nuestro exterminio no le quitaría el sueño. Se nos mandó hacer todo el mal posible a los paisanos holandeses, saquear sus pueblos y atacarlos en los caminos, y así decían que sabrían de qué partido estaba realmente el Rey de Holanda, que si tomaba ofensa sería traidor y si callaba sería sumiso. Mi naturaleza toda se rebelaba contra esta cruel práctica, pero no había remedio, porque nos pusieron de guardia a un destacamento de húsares que, bajo pretexto de servirnos de apoyo, tenía por misión asegurarse de que cumplíamos lo encomendado, mandando continuamente informes al general por medio de los jinetes más rápidos. Estos húsares eran la más cruel y pendenciera gente que nunca he visto y su jefe, teniente Alaillen, el peor de todos.

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) 3BAEE6401718972FA3B1BC4537E5AF8439138FDC
    Los húsaresguardándonos las espaldas, o pensando en qué parte de ellas apuñalarnos (2)

    No me resignaba a este encargo de carnicero, y así solo mandaba incendiar casas que veía vacías y solas, y cuando topábamos con algunos paisanos, mandaba a mis soldados fingir torpeza y hacer gran ruido tirando de lejos y mal para que así avisados tuvieran lugar a huir, mientras apelaba a mi grado de capitán para refrenar a Alaillen y sus húsares que querían perseguir y degollar a esas pobres gentes. Esperaba que si los olandeses en verdad mudaban de partido y mandaban tropas en nuestra busca, haría lo posible por pasarme a ellos, pero no quiso Dios que acabara aun nuestro calvario y el Rey de Holanda, aunque debió quedar muy agraviado, no alzó la voz contra su hermano.(3)

    En esta expedición, algunos días por la mañana pasaba revista y noté la falta de algunos hombres, que contra mi consejo, decidieron desertar y buscar por su cuenta el camino de vuelta a España. No sé qué fue de ninguno de ellos, que fueron unos quince en el curso de varios días, pero deseo que lograran su empeño y se libraran de tantos padecimientos como sufrimos los demás. Aunque traté de mantener esta circunstancia en secreto, sin duda Alaillen tomó noticia de ella y no perdió tiempo en informar de esto y de mi tibieza en aplicar las órdenes encomendadas, pues a nuestra vuelta a Flandes, MacDonald no solo mantuvo asignado a mi compañía al pelotón de húsares, sino que también nos proveyó con una batería de campo de dos piezas de a 12, que no me engaño si pienso que tenía orden de tirar contra nosotros si sospechaba siquiera que intentábamos alguna argucia."

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    _____________________________
    (1) A algunos os sonará el protagonista de las novelas de Bernard Cornwell, el oficial chusquero del 95th Rifles Richard Sharpe, interpretado por Sean Bean en la serie de TV, y castellanizado aquí para darle un toque más castizo.
    (2) Agenciarme algo de caballería ha sido una decisión táctica necesaria ahora que tengo suficientes tropas para enfrentarme a generales enemigos que tienen su propia caballería y artillería, con las que harían filetes a mi infantería de línea si no tengo algo para hacer de pantalla contra sus caballos o para flanquear a sus cañones. Los cañones disparan aleatoriamente en la zona en la que están tus tropas, a veces fallan o a veces pillan media docena de soldados, así que es importante dejarlos fuera de combate cuanto antes matando a sus dotaciones. La caballería, como siempre ha ocurrido en la saga M&B está un poco chetada, más incluso porque la infantería en este mod no lleva armadura y hasta el último parche su daño melé era casi nulo por problemas en las animaciones de las bayonetas. Pero aun así sigue siendo fácil para unos pocos jinetes romper una formación de infantería. El teniente Alaillen es, por supuesto, Aleyen, que todavía no ha sido sustituido por un companion original del mod.
    (3) Esta es la misión de provocar una guerra atacando caravanas de otra facción para crear un casus belli. La tomé porque Francia había firmado la paz con todo Dios y la moral de mis tropas caía en picado por no tener con quien luchar. Tuve la suerte de que valía con parar a un grupo de granjeros y amenazarles un poco para que diera la misión por buena, sin tener que llegar a atacarlos, que habría ido en contra del personaje que estoy roleando (el Itinerario se lo pasa expresando su desprecio por el squeo de los franceses en Rusia). Pero la provocación no funcionó y todo siguió en paz y mi moral siguió bajando (de ahí las deserciones).

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    Mensaje por HoJu Miér Feb 11, 2015 9:15 pm

    Capítulo IV: Río Bratwurst

    “A fines de junio llegó la noticia de que los príncipes del Rhin, hartos de verse sometidos al tirano Bonaparte, sacudían sus cadenas y abandonaban el partido de los franceses. Pareciera que cuando sospechaba del Rey de Olanda, Napoleón miraba al hermano equivocado, pues resultó ser Jerónimo Bonaparte, el Rey de Westphalia a quien debiera haber vigilado más estrechamente. Pienso que de haber aprovechado Austria esta abertura en el frente, allí habrían derrotado al tirano y devuelto el sosiego al mundo, mas pudo la prudencia y el mantenimiento de la tregua. Con todo, algún indicio había debido tener el Emperador de que se preparaba esta sublevación, pues tenía a sus generales prevenidos con muchas tropas acantonadas cerca del Rhin, en Flandes, en Luxemburgo y Alsacia, prestas para cruzar ese magnífico río, y también en el país de Hannover, que habíamos ocupado el año de 1807 con el Marqués de la Romana y que amenazaba desde el norte a los rebeldes príncipes de la Confederación. De nuestro batallón, mi compañía, por estar bien provista con cañones y jinetes, recibió orden de tomar la vanguardia en la marcha, con los húsares haciendo de batidores, de lo que recibí no poco contento, pues así me evitaba soportar todo el tiempo la compañía del grosero teniente Alaillen.”

    Todos los preparativos eran de guerra, el estruendo de ésta sonaba por todas partes. (…) A nuestro paso quedaban asolados aquellos hermosos campos, las casas que se hallaban a nuestro paso eran robadas. Las ciudades o grandes poblaciones solían librarse de esta fatalidad, lo que no debe atribuirse a la moderación de las tropas y sí a la fuerza que podían estos grandes pueblos oponer a los infames desórdenes de este exército foragido. (1)

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    "Con todo, también hubo en aquella invasión momentos donde brilló el valor de los hombres y no solo su codicia y villanía. Fue uno el sitio de Frankfurt, donde tenía su sede el príncipe primado Carlos Von Dalberg, que presidía la Confederación. Esta circunstancia junto con la fuerza de la guarnición y su localidad hacían el sitio difícil. El 10 de julio los hombres abrieron la trinchera, operación difícil y arriesgada en la cual tuve el honor de mandar los españoles que se emplearon dejando el nombre bien puesto, como fué bien público.(2) Mi compañía estuvo también en el asalto de la brecha que fue el día 13, donde hubo tan gran mortandad y confusión que, mezclados allí hombres de todas las armas y regimientos, pregunté quién comandaba el asalto y me respondieron que habían muerto tantos Jefes y oficiales que era yo el de más graduación que quedaba en pie en aquella brecha, por lo que poniendo orden a tan variopinta tropa y bajo un fuego terrible, avanzamos dando a la bayoneta sobre los bávaros, que hacían la mayor parte de los defensores. Allí sostuvimos la brecha hasta que una columna de granaderos de la Guardia que vino después pudo entrarse por ella a la ciudad, de lo que ellos se llevaron el crédito." (3)

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    "Pocos días antes había sido ocupada la ciudad de Gottingue en Sajonia, a manos de las tropas que habían salido de Hannover; con esto quedaba el territorio del Rhin partido en dos, si bien no se templó su voluntad de combatir, siendo al contrario que salieron valientemente a enfrentar tan grande exército." (4)

    "Yo estaba asignado con mis soldados al cuerpo que mandaba el Duque de Friuli (General Duroc), y que después de asaltar Frankfurt se avía desplazado a Hesse. El día 17 de julio se empeñó un furioso combate varias leguas al oeste de Wiesbaden. Mi compañía queda encargada de silenciar una batería de artillería que tiraba sobre el grueso del exército donde estaba combatiendo el Duque de Friuli, que viendo cómo le favorecía el número, se lanza contra los alemanes, falta imperdonable que le hace caer en la trampa de su artillería y causa muchos muertos que se podrían fácilmente haber evitado."

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    "Estaba la batería defendida por una compañía de fusileros de Nassau, que se adelantan en orden abierto para entorpecernos el avance, granizando balas sobre nuestras líneas. En nuestra retaguardia abren fuego los cañones franceses a los que yo temía tanto o más que a los enemigos y el fuego de fusil amaina un tanto, dejándonos avanzar y con descargas sucesivas, ora por la izquierda ora por la derecha, hacemos flaquear a los de Nassau. Aprovechando la abertura, mando a los húsares por el flanco contra los cañones alemanes, donde hacen una gran matanza que pone a toda la fuerza en retirada."

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    No todos eran fusileros de Nassau, ni mucho menos, pero queda mejor decir eso que no "100 tíos de diez regimientos diferentes"

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    "Así quedó desahogado el Duque de Friuli para poner en orden sus tropas y derrotar al centro enemigo. Me mandó aquella noche por medio de un edecán un mensaje en que hacía elogio del valor de los españoles en esta acción, prometiendo que avía de hablar al mismo Emperador de mí, y que contara con ser hecho comandante a la menor ocasión. He oido decir que por ser su mujer española, se sentía inclinado hacia las cosas de nuestro país, y aun se le tenía entre los franceses como gran experto en temas españoles, y por eso nos habían asignado a su división."

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    _________________________
    (1) Este fragmento corresponde al Itinerario, p. 17, sobre el avance francés por Prusia en 1812, de camino a la invasión de Rusia.
    (2) Itinerario, p. 8, referido al sitio de Stralsund en agosto de 1807
    (3) Siendo las cantidades de soldados, incluso cuando se juntan varios generales, tan pequeñas para la época, contaré casi todas las batallas en las que me meta como si fueran combates parciales dentro de una batalla mayor. En el caso de los asedios, además, hay un viejo bug que hace que el jugador controle todas las tropas, incluso las de los aliados, de ahí lo que me monto para explicar que mi personaje esté al mando.
    (4) En realidad participé en los dos asaltos, pero como no tenía imágenes de ninguno y fueron muy seguidos, lo resuelvo así rápido, Además, de momento hay una sola scene de asedio de ciudad, así que todos son prácticamente iguales. Del próximo sacaré fotos.

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    Mensaje por HoJu Jue Feb 12, 2015 7:46 pm

    Se me olvidó ocmentar que los iconos de los soldaditos en el mapa de campaña corresponden a un submod hecho por otro forero de Talewrolds, Parrot, porque en la versión oficial todavía estaban sin cambiar, aunque supongo que en la próxima los incorpore si no crea los suyos propios con variedad de facciones.

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    Mensaje por HoJu Vie Mar 27, 2015 1:29 am

    Uf, tengo esto abandonado y en unos días seguramente saldrá el parche 1.3 que no sé si será compatible con el save, pero algo más haré que hoy he tenido un curioso encuentro con la oveja negra de los Bonaparte.

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    Mensaje por Huruman Lun Mar 30, 2015 1:33 pm

    Me lo he pasado en grande leyendo el AAR. Me gusta mucho el estilo de época que imprimes al texto. :aplauso:

    A ver si es compatible el save, no nos dejes sin saber mas del amigo Rafael de Llanza Smile


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    Mensaje por HoJu Lun Mar 30, 2015 6:41 pm

    Gracias Smile

    Sea compatible o no, un poco más seguiré hasta que salga el parche y si resulta que cuando salga no es compatible y no puedo seguir, le daré un epílogo para cerrarlo.

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    Mensaje por HoJu Sáb Abr 04, 2015 6:23 pm

    Capítulo V: Hasta en las mejores familias

    Al día siguiente de esta acción, la división tuvo orden de pasar a Walonia a marcha forzada, lo que verificamos de inmediato. El enemigo estaba por esta parte, habiendo pasado lindamente bajo las narices del Emperador, que vio por una vez burlado su genio marcial, encontrando en su retaguardia las tropas del Rhin que buscaba en el corazón de la Alemania. Según se dice, el general de brigada responsable del sector ahora limpia establos para los mamelucos.

    Encontramos el país devastado y al enemigo ocupando Namur, capital de aquella región, y saqueando el pueblo, con lo que pretendían pagar los excesos del exército francés en la misma moneda. Esto me hizo hervir de ira, recordando la bondad con que nos habían tratado los habitantes de Walonia, donde todavía muchos recuerdan con aprecio a los españoles, pero la fuerza germana era muy superior a lo anticipado y nuestros jefes optaron por la prudencia, de lo que resultó el enemigo pasando sin embarazo y saqueando también a Schneck, en el camino de Lieja.

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    El 23 de julio el exército del Rhin amenazaba Lieja y por fin fue interceptado por la caballería del Conde Lasalle, recién llegado de España, en donde había hecho justicia a su reputación de temeridad y despiadado valor en las pieles de nuestros pobres paisanos, como no dejó de recordarme con cruel sorna el teniente D’Aleillen, que había servido bajo Lasalle en Polonia en el año seis y era ferviente admirador y émulo de todas las sangrientas hazañas del Conde.

    El ímpetu de la carga de Lasalle desbarató las filas de los alemanes, embarazadas por el mucho botín que traían de sus correrías, que dejaron muchos muertos en el campo por querer protegerlo, así nubla la codicia el juicio de los hombres. Pero se rehicieron pronto y rechazaron a la caballería que se encontró en un bonito aprieto, Lasalle y sus húsares luchando por sus vidas, de lo que confieso recibí algún gusto, viendo como D’Aleillen palidecía y callaba por una vez. Nuestra división marchó en su socorro, con lo que quedaban las fuerzas más igualadas, y así se dio la batalla a unas leguas al oeste de Schneck, durando hasta la noche de aquel día, con gran pérdida de hombres en ambos bandos.

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    Los españoles mantuvimos la vanguardia en el flanco derecho, a pesar de recibir algún fuego de artillería, que los húsares de D’Aleillen, ansiosos por asistir a su admirado general, silenciaron con una hábil maniobra de flanqueo, acuchillando a los artilleros a placer. Mientras duraba este sangriento choque, mi compañía sostenía avanzada el combate, cuando a las 6 y media fue atacada por un escuadrón de caballería ligera hessiana que por el orden regular debía ser rota y deshecha sin tiempo de formar el cuadro, y tuvo tanta fortuna que una descarga hace retroceder toda esta caballería que sin duda, a beneficio del mismo humo que nos había ocultado su avance, nos creyó más fuertes que lo que éramos. (1)

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    Dueños del campo en esta parte, pasamos ya de noche y bajo una fuerte lluvia al centro a relevar a un batallón francés que había quedado deshecho, pero ya por entonces estaba decidida la acción y los alemanes nos abandonaron el campo tras unas pocas descargas. Esa noche tuve el placer de ver a Lasalle cojeando de vuelta al campamento con los bigotes chorreando, sucio de barro y sin caballo, pero no pude con todo dejar de admirar su destreza y valor, sosteniendo la lucha por tantas horas.

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    Mientras esto pasaba en Walonia, el grueso del Exército francés atacaba a Stuttgart, que fue rendida el 27. No estuve presente en esta acción pero testigos de ella me dijeron que fue cosa de poco esfuerzo y que los defensores, a pesar de tener número y pertrechos para presentar una fuerte defensa, estaban tan desmoralizados y quebrantados por la artillería francesa que la plaza se rindió con poca resistencia.

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    No llegué a tiempo y me perdí la diversión

    De nuevo nos llamaron a reunirnos con el exército, lo que se verificó a la mayor brevedad. Las fuerzas del Rhin estaban en desbandada por todo el país, huyendo con gran desorden en columnas o en pequeños grupos con intento de pasar a Austria, pero el Emperador no quería dejar el campo franco a los príncipes y generales que se avían rebelado contra su tiranía y así mandó por todas partes buscarlos y vigilar los caminos y las encrucijadas. Entretuve pensamientos para nuestra propia fuga pero en secreto coloquio con Ricardo Agudo convinimos que era fútil intentar pasar nuestra compañía por la estrecha red que tendían los franceses, aun si pudiéramos evitar o matar sin alarma a nuestro complemento de húsares cancerberos, de modo que nos vimos sin remedio forzados a ser un eslabón de la red y estorbar a otros el escape que tanto anhelábamos para nosotros.

    Según nuestras órdenes, vivaqueamos cerca de un camino poco transitado, que por esa razón avía de ser más vigilado. Vivac quiere decir el lugar donde el ejército pasa la noche, voz equivalente a acampar. De la primera me serviré muchas veces en este discurso de la desastrosa guerra que voy a referir, o más bien a dar una muy corta idea. (2) No tardó mucho en advertirse la conmoción de una mediana banda de hombres de distintas armas que acompañaban a algunos magníficos coches, de lo que supimos sin duda ser aquel uno de los señores principales que tanto ansiaba prender Bonaparte, y mucho nos pesaba hacerle el gusto al tirano, que de buena gana les habría dejado el camino franco y aun ido con ellos si nos tomaban. Pero quiso nuestra esquiva suerte que los alemanes tiraran sobre nosotros primero, no bien vieron a los centinelas y no hubo nada que hacer sino darles respuesta.

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    Los húsares se arrojaron como aves de rapiña sobre el rico carruaje que imaginaban lleno de botín, pero allí se concentraba la defensa de los alemanes y cuando alcanzamos a dispersarlos, varios húsares yacían muertos o heridos como el propio D’Aleillen. Mientras sus compañeros tomaban bárbara venganza con sus sables en las espaldas de los que huían, de debajo del coche salió un hombre joven, roto su uniforme, con el apuesto rostro cubierto de barro y sangre, y con un aire galante desciñó su espada para presentármela. Cuando inquirí su nombre me sorprendió descubrir que mi prisionero era no otro que el Rey de Westphalia, Jerónimo, el más joven de los hermanos Bonaparte. Él se sorprendió no menos de saber que yo era español y me dijo que, como nosotros, él se había visto forzado a ser un peón en los planes de su hermano, siempre insaciable de poder, que le había obligado a abandonar a su esposa y al hijo que llevaba dentro, como a nosotros nos había obligado a dejar patria y familia. Cierto que él había sacado a cambio un reino y nosotros solo penurias y sinsabores, pero ahora, por haber intentado deshacerse del yugo, él se veía reducido a más miseria que la nuestra y a un destino más cruel, si los franceses lo tomaban prisionero. Dijo esto mirando sobre su hombro adonde se oían los gritos de los húsares, ocupados en su cacería. Conmovido, resolví que traxeran un caballo de los que andaban sin jinete por el campo para que con él intentara la fuga, que yendo solo habría de encontrar más fácil escabullirse de la red tendida en su busca.

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    Cuando los húsares regresaron y D’Aleillen recobró el sentido, quedaron muy contrariados al saber que el ilustre dueño del lujoso coche no avía sido visto, sin duda aprovechando la confusión para evadirse. Tengo por cierto que esta historia no convenció al teniente, que redobló sus desconfianzas y la frecuencia de sus correos al grueso del exército, pero tampoco pudo probar su falsedad.

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    (1) Adaptado del Itinerario, p. 21, en el que narra una acción contra el ejército ruso el 5 de septiembre de 1812, en el que su batallón (no compañía)se salva de ser arrollado por caballería gracias a la oscuridad y no al humo.
    (2) Itinerario, p. 17.

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    Mensaje por El Barón Sáb Abr 04, 2015 11:01 pm

    Simplemente una obra de arte, Hoju me tienes desvelado y espero ver como continua esta magnífica obra.


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    Mensaje por Gerik Miér Abr 08, 2015 1:34 am

    Sin ánimo de despreciar los demás relatos que hay por el foro esta historia es de lo mejorcito que haya leído y con tan solo con leer este capítulo número cinco obligadamente he tenido que retroceder y ver también el resto de la historia, me ha quedado una impresión muy agradable.
    Espero que no tengas problemas en traernos más capítulos.-
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    Mensaje por HoJu Miér Abr 08, 2015 12:42 pm

    Gracias. Mi ritmo es errático pero seguiré. No sé cándo pero seguiré.

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    Mensaje por HoJu Miér Abr 29, 2015 7:55 pm

    Capítulo VI: Turismo rural

    El 25 de julio tuvimos orden de pasar a Baviera, y yo de ir a la ciudad de Frankfurt donde presenté mis informes de las últimas acciones, que fueron recibidos con no poca desconfianza, de lo que supuse que otros informes, por medio de los galopadores de Aleillen, habían llegado antes. De esto resultó que mi compañía fue alejada temporalmente de la primera línea, por temor sin duda de que desertáramos aprovechando la confusión provocada por el derrumbe del frente alemán. De Frankfurt salí para hallar mi batallón en Aschaffensburg (12 leguas) (1). Aleillen y sus húsares se quedaron allí, de lo que obtuve mucho contento.

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    En este pueblo me hallé de Comandante de él, y de otras pequeñas poblaciones de los alrededores durante algunos días. En este intermedio estuve ocupado en mantener alejados a los ladrones y salteadores, con y sin uniforme, pues lo mismo franceses ansiosos de botín que alemanes desesperados en desbandada, y facinerosos civiles, nos mantenían constantemente en alerta. (2)

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    Los granjeros dejan trabajar a los profesionales y disfrutan del espectáculo

    Con los franceses podía por lo general apelar a mi rango para disuadirles de sus abominables planes, salvo una vez, que referiré. El 1 de agosto, acompañando yo a una patrulla entre dos de las poblaciones a mi cargo, oímos un tiro de fusil. Corrimos al origen del ruido para descubrir a unos campesinos de los que llevaban sus pobres mercancías a vender al mercado de Aschaffenburg siendo maltratados por un pelotón de franceses borrachos que se habían desviado lejos de su sector con la intención de hacer alguna maldad. Con voz de mando, me dirigí a su sargento demandando explicaciones, a lo que me respondió con la mayor grosería que no aceptaba órdenes de un español. A mi insistencia replicó encañonándome con su pistola. En ese instante ladró la carabina del teniente Ricardo Agudo, excelente tirador y el sargento se desplomó, su pieza disparándose inofensivamente al aire. Los franceses, pasado el momentáneo estupor, se arrojaron como bestias contra nosotros, pero si los humos del líquido les daban temeridad, también les restaban destreza. Una sola descarga a apenas diez pasos acabó con buena parte de los que se venían a nosotros y los que, ciegos de ebrio coraje, siguieron adelante fueron pasados a la bayoneta. Ninguno quedó con vida y los campesinos guardaron silencio, por lo que el incidente pasó desapercibido. La experiencia en España avía enseñado al exército francés a acostumbrarse a la desaparición de pelotones aislados en territorio ocupado.

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    (3)

    El día que llegó la orden para mi marcha los habitantes de Aschaffenburg tuvieron la bondad de obsequiarme con un brillante refresco y baile; manifestaron quedar satisfechos de su interino Governador. Yo hice cuanto me fué posible para manifestar que era español, en medio de los exércitos franceses, y que odiaba el robo y la villanía en medio de unas legiones de ladrones y perturbadores del sosiego humano. (4).

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    Party like it's 1809

    Con orden de incorporarnos de nuevo al exército, dejamos Aschaffenberg, de nuevo escoltados por los húsares, pues el propio Aleillen avía traído la orden. El 6 de agosto vadeamos un río cuyo nombre no recuerdo. Era esta circunstancia frecuente en mis andanzas con los exércitos franceses y si tengo una particular recolección de este río, que no fue ni el más ancho, ni el más frío, ni el de más difícil pasage, es por lo que nos esperaba más allá de la otra orilla.

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    Mi intención era vivaquear como una legua del río, para dar lugar a los hombres a secarse y descansar, pero antes de establecer el campo, llegó a galope uno de los húsares batidores, su pelliza ondeando a la espalda y sable desnudo. No pude entender sus gritos porque un cañonazo los ensordeció, la granada haciendo ese sonido tan característico que es como un zumbido seguido de un estallido y del chasquido metálico de la metralla (5). Gracias a Dios, el tiro fue largo. El húsar seguía gritando pero no había necesidad, pues era bien clara la situación. De un bosquecillo cercano brotó otra pluma de humo que esta vez quedó corto pero a muy poca distancia y era indispensable que el siguiente tiro avía de acertarnos si no tomábamos acción de inmediato. Al mismo tiempo, de los árboles surgió una tropa de caballería pesada, de Baviera y de Westphalia que acompañaban a la batería, y que se venía contra nosotros. Nuestros números eran mayores pero en la confusión bien pudieron habernos deshecho, y fue con poco tiempo que los oficiales y sargentos pusimos en orden la compañía para enfrentar la carga.

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    ¡Apunten...!

    Los dragones y coraceros nos obligaron repetidas veces a formar el cuadro y a cerrar las columnas para librarnos del hierro de sus espadas; no puedo menos de acusarles de no habernos roto y deshecho algunas veces, y en verdad que en aquella ocasión pudieron habernos muy bien rascado el cogote. (6) Mientras duró esta lucha, seguía la cañonada hasta que las piezas fueron silenciadas por los húsares.

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    Atención al zambombazo de artillería, que se llevó por delante a unos cuantos de cada bando
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    Éstos, por ser tropas ligeras, tuvieron buen cuidado de no enzarzarse en combate directo con los formidables coraceros de Westphalia y dragones bávaros. Pero cuando los alemanes, incapaces de penetrar nuestro cuadro y con muchos muertos, volvieron grupas para retirarse de vuelta al bosquecillo, Aleillen no perdió oportunidad de cazarlos y hacerlos pedazos. Aquella tarde enterramos lejos de la patria a once valientes soldados españoles.

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    Sí, españoles, no hagáis caso a lo que pone ahí (7)


    El día 10 nos reunimos con el exército a 10 leguas de Munchen, que Bonaparte estaba determinado de tomar para terminar de deshacer la resistencia de los estados del Rhin. El 12 se verificó el cerco y el 16 a la mañana, abierta la brecha tras cuatro días de fuego de la artillería gruesa, se dio el asalto general.

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    ______________________
    (1) En el Itinerario, Llanza consigna la distancia de casi todos sus viajes entre una población y otra, en leguas. La legua es una medida que era diferente en cada país y en cada época, normalmente entre los 4 y los 7 km. Comparando algunas de sus mediciones con las distancias actuales por carretera, he calculado que las “leguas” de Llanza son aproximadamente de tres kilómetros y pico. Así que la distancia entre Frankfurt y Aschaffenburg, actualmente unos 40 km. daría en torno a 12 leguas. En realidad seguramente las leguas de Llanza no son tan cortas y pasan de los 4 km., simplemente en 1800 el camino era más largo y con más curvas y vueltas que las carreteras actuales, así que esas 12 leguas estarían más cerca de los 50 km.
    (2) Simplemente acepté una misión de proteger la aldea de bandidos y encontré un par de partidas saqueando otras en los alrededores.
    (3) Las patrullas, aunque están asignadas a las facciones, no dan penalización de relación si las atacas, aunque sean de tu facción. Aprovechando ese bug, cuando vi a la patrulla francesa atacando a los campesinos, aproveché para hacer una buena obra.
    (4) Los pasajes en cursiva están adaptados del Itinerario, p. 17, cuando Llanza fue brevemente comandante de Neuwarp (Prusia) a prinicpios de 1812.
    (5) En concreto “ras-zacabum cling-clang”, como describe Arturo Pérez-Reverte en La sombra del Águila
    (6)Adaptado del Itinerario, p. 23, sobre los combates con las fuerzas de cosacos y kalmuks que protegían la retirada rusa tras la batalla de Borodino.
    (7) Mi primer enfrentamiento a un enemigo casi 100% caballería, pesada además y bastantes de tier alto. Aunque eran casi un tercio de los míos, me hicieron unos cuantos muertos, pero no salí ni tan mal, considerando que la caballería en este juego es una picadora de carne. Es complicado formar el cuadro, soltar una descarga y cambiar a melé a tiempo para recibir el impacto cuando la IA se lanza a la carga nada más empezar. Y más si tienen artillería porque un cuadro es un blanco perfecto. Además los soldados tienden a moverse y deshacer la formación cuando el enemigo se acerca mucho.

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    Mensaje por HoJu Dom Ago 16, 2015 5:43 pm

    Capítulo VII: La Coalición contraataca

    Los defensores de Munchen, sabedores de que no podían oponerse al furor de los franceses, resolvieron aun así valientemente dar batalla pero, para salvaguardar en lo posible las vidas y hogares de los civiles, se hicieron fuertes en las trincheras y terraplenes que avían preparada en anticipación del ataque todo en torno de la ciudad, sin querer hacer resistencia en las calles y casas, con lo que podrían haber prolongado la defensa. Solo el convencimiento de su derrota y la falta de ánimo, que no de valor, les impidió hacer de Munchen una Zaragoza, último esfuerzo del valor español, de cuya capitulación tras heroica defensa nos avían enterado nuestros carceleros seis meses antes.(1)

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    El asalto fue como sigue: de nuestras trincheras sale la vanguardia francesa a mediodía recibiendo un gran castigo del fuego de fusil que hacen los defensores. Con todo siguen avanzando y se hacen con la primera trinchera, de donde dan durante la tarde varias cargas a la bayoneta que son rechazadas con muchos muertos por ambos bandos, y los bávaros dan a su vez algunas contracargas que casi hacen retroceder a los franceses.

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    Viendo que se pasaba el día y no se hacía progreso en la operación, sino que aun peligraba la posición, el Mariscal Duque de Castiglione (Augereau) (2), que mandaba el asalto, ordena el avance de nuestra división, de la que el batallón español era vanguardia.

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    El fuego era ahora menos intenso, por hallarse empeñado el combate en las trincheras, adonde llegamos para ver un horroroso panorama de muertos y heridos, que si en ese momento hubieran contraatacado los bávaros hallaran bien poca resistencia, mas no estaban ellos en mejor figura. Con todo se batieron gallardamente, que debimos después de varias descargas, dar a la bayoneta sobre los últimos reductos, perdiendo varios de mis soldados. Ya se entraban los franceses por las calles de la ciudad, ávidos de botín, quando se rindió Munchen, salvándose muchas haciendas y vidas, aunque esto no evitó  algunos saqueos, de que era amigo el Duque de Castiglione tanto como sus soldados.

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    El último reducto bávaro

    Todavía estaban los franceses celebrando su victoria cuando llegó noticia de que los enemigos del Emperador, resolviendo que no avía otro freno a su ansia de dominio sino ahogándola en sangre, ponían fin a la tregua. La primera fue Inglaterra, que incluso lanzó una audaz campaña en el corazón de la misma Francia entrándose por la Bretaña para dividir el exército francés, dando así lugar a que Austria y Rusia rompieran las hostilidades por el Oriente y, para consternación de Bonaparte, el mismo Rey de Nápoles, su yerno Murat, avía entrado en confidencias con los ingleses y ahora amenazaba el Imperio desde el sur.

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    Todas se sucedieron en un par de semanas

    Esto decidió al Duque de Castiglione a dar quanto antes fin a la rebelión de los estados del Rhin, tomando a Ratisbona, la última plaza de importancia que restaba en su poder, mientras el Emperador y el Mariscal Príncipe de Neuchatel (Berthier) hacían marcha forzada hacia Francia, donde el general Wellesley avía derrotado ya a las primeras fuerzas puestas en orden para oponérsele.

    Había gran confusión y tráfico de regimientos y batallones que iban a una parte u otra, pero el nuestro quedó con el exército que avía de tomar Ratisbona, que bien recordaba Napoleón cómo nuestro general Marqués de la Romana Marqués de la Romana avía tomado la heroica resolución de valerse de las fuerzas británicas para volver con su exército a España (3) dos años atrás y no quería darnos ocasión a los que quedábamos para repetir la evasión. Esto verificado, llegamos desde Munchen a Ratisbona (36 leguas) el 23 de agosto, y temeroso Augereau de que llegaran tropas austríacas a auxiliar a los defensores, despachó varios destacamentos a reconocer el campo y las poblaciones cercanas, de los que yo avía de mandar uno. Bonita ocasión para evadirme, si no me lo impidiera el pensamiento del batallón que quedaba atrás y que se me avía insinuado sufriría el castigo por cualquier traición de sus oficiales.

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    No hay signos de presencia enemiga

    No di en mi reconocimiento con indicios de enemigos, pero con todo quiso el Duque dar el asalto de inmediato, con lluvia fuerte, impropiamente fría para la estación, de la que pocos, y menos los españoles, tenían abrigos con que resguardarse.

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    Los bávaros, noticiosos de que podían esperar auxilio, avían recobrado algo el ánimo pero les faltaban las fuerzas, después de sufrir tantos descalabros y pérdidas. La mayor parte de la guarnición la hacían viejos y niños y de los soldados que se habían retirado allí, pocos avía que no arrastraban heridas, las municiones escaseaban. Hicieron valiente defensa de los terraplenes pero los arrollamos, donde murieron muchos de una y otra parte, acción en la que se distinguieron los españoles de mi batallón, y antes de finalizar el día 25, las  águilas ondeaban sobre las trincheras y la ciudad se rendía. La Confederación pidió el armisticio al día siguiente, quedando en su práctica totalidad los estados del Rhin ocupados por Francia, desvanecida cualquier ficción de su autonomía.

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    No acabaron mis desvelos, pues al día siguiente, 27 de agosto, en que la lluvia dio paso a una niebla espesísima, llegó el temido socorro austríaco, tarde para salvar Ratisbona pero en fuerza para plantar batalla al exército. Augereau, sin ver el enemigo a causa de la niebla, manda a mi división atacar a la bayoneta; tocan los tambores y trompetas y avanzan los hombres: la niebla nos impedía ver dónde íbamos. A los austríacos sucedería lo mismo, pero ellos disparaban con acierto y sin cesar a metralla; en términos que la fiesta fué bien breve y la mortandad bien crecida (4), pero en fin caímos sobre ellos y les dimos tan gran castigo que nos abandonaron el campo, completamente derrotados. De mis hombres más de 50 murieron aquel día terrible, y otros tantos heridos, quedando el batallón que nunca avía estado completo, tan deshecho que se resolvió pasase a retaguardia, donde se determinase la mejor forma de recomponerlo.

    Yo, por mi parte, recibo una orden del Príncipe de Neuchatel en donde mandaba que inmediatamente me proporcionaran medios para ir en posta a Francia. Me sorprendió al momento semejante novedad; recorrí mi memoria y yo no podía acordarme que hubiese hecho ni dicho cosa alguna en particular. Sin embargo, estaba incomodadísimo pues en estos lances la imaginación forma fantasmas de cosas que no merecen la pena. (5) Pero aun así, poco podía imaginar la insólita aventura en que avía de verme, quando dos semanas de frenética carrera me llevaron a Brest, donde el Príncipe de Neuchatel insistió en que me presentara en seguida ante él.

    ______________________
    (1) En el Itinerario, p. 14, Llanza cuenta cómo el Gobernador de su prisión les intentaba convencer continuamente de que juraran a José Bonaparte, diciéndoles que la resistencia en España estaba ya sofocada tras la caída de Zaragoza en febrero de 1809.
    (2) Llanza casi siempre se refiere a los generales franceses por su título nobiliario, a veces especificando su nombre entre paréntesis. Siendo él mismo de familia noble, parece que le da importancia a los títulos, aunque la aristocracia imperial no fuera de sangre.
    (3) Itinerario, p. 11.
    (4) Itinerario, p. 34, sobre una acción por parte de la retaguardia del mariscal Ney, en la que estaba Llanza, el 18 de noviembre de 1812, durante la retirada francesa de Rusia. No tiene nada que ver con la batalla que tuve en el juego pero como no cogí imágenes, imaginemos que sí. Lástima porque ha sido la batalla más gorda y sangrienta que he tenido hasta el momento, por eso precisamente ni me acordé de pararme a tomar fotos. En realidad fueron dos batallas sucesivas, yo solo contra dos ejércitos austríacos, uno ligeramente superior (170 o así vs. mis 143) y justo después uno de 82 contra los 74 que me quedaban en pie. Entre las dos sufrí 54 muertos y 47 heridos. Menos mal que tenían poca caballería.
    (5) Itinerario, p. 14, refiriéndose a la orden del Ministerio de la Guerra que le mandó ir de su prisión a París en 1809, justo donde empezaba nuestra historia.

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    Mensaje por HoJu Jue Sep 24, 2015 8:22 pm

    Capítulo VIII: 1809: Rescate en Cardiff
    (Primera parte)

    Sin darme tiempo a tomar algún reposo o repararme del viaje, dos gendarmes me condujeron a la casa donde se aloxaba el príncipe de Neuchatel. Berthier estaba examinando unos mapas rodeado de otros oficiales franceses y pasó algún tiempo antes de que se dirigiera a mí para hacerme algunas preguntas sobre mi servicio y acciones, aunque no pareció atender mucho a mis respuestas. Esto alejó un tanto mis temores, pues no parecía su actitud propia de un interrogatorio criminal. De haber sabido lo que me esperaba, antes me habría enfrentado a un consejo de guerra.

    Fui enterado de forma sucinta de los reveses que la ofensiva británica avía causado a las tropas francesas en el mismo corazón del Imperio, y aunque los ingleses se avían retirado, llevaron con ellos un botín más preciado que todos los tesoros de Venecia, pues hicieron prisioneros a tres generales franceses de los más hábiles y queridos por Bonaparte. Eran estos el duque de Friuli (General Duroc), que tan cortés se avía mostrado conmigo tras la jornada de Wiesbaden; el General Suchet, y el Brigadier General Gérard. Era opinión del príncipe de Neuchatel que este golpe había sido el único objetivo de la incursión inglesa, una elaborada estratagema hecha posible por la labor de los muchos espías que desde Francia daban cuentas a Londres. No eran menos los que enviaban sus informes a París pero a lo que pareció eran mucho menos eficaces. Era imperativo, me dijo el mariscal, viajar a la Gran Bretaña y rescatar a estos señores de su prisión a la mayor celeridad, y avía de hacerse de forma secreta y verificarse antes de que se extendiera la noticia de su captura, pues se temía que ésta causaría gran desmayo entre los aliados de los franceses y mayor audacia entre sus enemigos.

    Me preguntaba qué pintaba yo en aquel embrollo pero no tarda Berthier en sacarme de dudas diciendo: «He determinado enviarle a usted en esta misión de rescate, capitán, por su probado valor y talento que tanto alabó el General Duroc». Yo no doy crédito a esta noción. ¿Cómo había de tomar parte en tan loca y delicada empresa un hombre sin experiencia en misiones encubiertas, sin conocimiento cabal del idioma inglés (1) y que había sido vigilado tan estrechamente por sospechas de deslealtad? El Príncipe me asegura que no avía cuidado, que me acompañarían un agente experto llamado Ducos (2) y un expatriado irlandés que hablaría si en algún momento era menester hablar. En quanto a mi lealtad, añade, hay medios de asegurarla. Y para mi horror me insinuó este villano en los términos más claros que pudo encontrar sin decirlo abiertamente que, a cualquier indicio de traición por mi parte, o aun si por cualquiera otra causa fracasaba la misión, los hombres de mi compañía, que los más estaban en los hospitales reponiéndose de sus heridas, serían quintados para ser pasados por las armas, noticia que, a la verdad, no me dio el mayor placer. (3)

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    Esta bárbara amenaza me horrorizó sin medida y me convenció aún más de la necesidad de huir de tan cruel cautiverio, pero, con mis soldados como rehenes, no consentía mi honor en salvarme solo, y no avía sino dar gusto al Príncipe, como bien lo sabía él. Quedó pues decidido que me embarcaría esa misma noche en una fragata que corría secretamente el bloqueo de los puertos franceses, con rumbo a la costa de Gales, donde los informes decían que los ilustres prisioneros eran custodiados en el castillo de Cardiff. Al día siguiente, ya en alta mar, se desató un furioso temporal. La fragata, calados los masteleros y con sólo una vela y ésta con rizos, resistía admirablemente el furor de las olas. Yo, no acostumbrado a tales aventuras, disimulaba el miedo como podía haber hecho en una acción de guerra, pero el mareo me atacó y entonces tuve que hacer lo que los demás, que fué postrarme y pasar congoxas mortales; a las quatro o cinco horas, ya estaba bueno.(4)

    El 15 de septiembre nos puso a la vista del Canal de Bristol, al abrigo del qual yace la ciudad de Cardiff. Nuestra partida de rescate avía de desembarcar en una playa cerca de Ogmore-By-Sea, un lugar 10 leguas de Cardiff, famoso por ser tumba de muchos navíos que daban en sus rocas empujados por el viento. Nos acercamos de noche y sin luces hasta donde pudiera ser largada una lancha que nos llevara a tierra, pero antes de eso sucedió a la fragata un momento de los más terribles. Por descuido grosero del capitán o piloto dimos dos golpes en el conocido bajío de Tusker Rock. El espanto de la muerte se imprimió en el rostro de todos. Yo estaba en la cámara, subí a cubierta, vi el terror general. En acciones bien críticas he podido disimular el miedo que indispensablemente causa el riesgo: en éste no pude. Confieso que me llené del más vivo espanto. Es muy imponente tan horroroso lance. Una fortuna que no debe esperarse hizo que la fragata no fuese sumergida; fué tan feliz que no se abrió aunque iba con bastante salida. El marinero que tenía el timón, en cuanto sintió el primer golpe viró a babor, y dichosamente saca el buque del banco.(5) Mis cuidados, sin embargo, no acababan aquí, pues se largó la lancha y, vestidos de paisano, Ducos, el irlandés y yo nos lanzamos a nuestra loca misión.

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    Nos llegamos a Cardiff con las primeras luces del 16 y considerando que el rescate sería mejor efectuado bajo el manto de la noche dedicamos el día a reconocer el terreno, y nuestro irlandés a comprar seis caballos. Los prisioneros se hallaban custodiados en el castillo que se alza en el norte de la ciudad, una mansión donde eran muy bien agasajados por su anfitrión el anciano señor Marqués de Bute, aunque sin poder abandonar los terrenos del castillo. Muy a propósito para nuestro plan resultó ser que los generales tenían sus aposentos en una casa de verano construida al sureste del recinto con solo unos pocos guardias para vigilarlos.

    Los papeles perdidos de Rafael de Llanza y Valls (L'Aigle) Reference
    El castillo de Cardiff hacia 1795

    Supimos también por uno de los espías que Ducos contactó que el traslado de los prisioneros a un lugar más seguro en Escocia estaba previsto para el día siguiente. Este Ducos era un personage siniestro que no me hacía la menor gracia. Avía sido reclamado para esta misión desde España, donde estaba sin duda haciendo todas las tropelías e inquidades que podía a nuestros valientes patriotas, y era claro que no albergaba mejores designios para mí. Propuso ser prudentes y esperar a mejor ocasión, pero sabiendo que qualquier tardanza sería la muerte de mis soldados y que la fragata no iba a esperarnos más de dos o tres días por lo duro de la mar y el peligro de descubrimiento, me niego a demorar la acción, aun si avía de hacerse el rescate por la fuerza y con ruido. El irlandés, que había servido en nuestro regimiento de Ultonia en los 80 del pasado siglo y avía pasado a servicio francés antes de la Revolución, se puso de mi parte, nunca despreciando la oportunidad de darles una buena fiesta a los ingleses.

    (Continuará en breve...)
    ____________________________________
    (1) Varios pasajes del Itinerario me hacen pensar que Llanza sí sabía al menos algo de inglés (cuando habla de Moscú escribe siempre Moscow y en otro momento hace de intérprete entre un capitán de navío inglés y un guía español, aunque puede ser que se entendieran en francés), pero como puse en otro capítulo que no, digamos que esta versión alternativa de él no lo habla.
    (2) Ducos es otro personaje de la serie de novelas de Sharpe. Está en el mod como un companion, así que, ya que tenía una misión de inteligencia entre manos, he decidido meterlo en la narración, aunque en la partida no lo he encontrado y no lo he contratado. Los que me acompañan en realidad son otros dos de mis “oficiales” companions con mi ropa de paisano.
    (3) Adaptado del Itinerario, p. 12, cuando los españoles de los regimientos Asturias y Guadalajara fueron apresados después de la revuelta del Marqués de la Romana en 1807 y amenazados con la ejecución de uno de cada cinco hombres. De esa se libraron pero según leí en algún sitio, durante la campaña de Rusia en 1812, creo que algunos desertores españoles fueron capturados y quintados de veras, aunque no pude leer la historia entera porque era una preview de Google Books y se cortaba justo en la mejor parte.
    (4) Itinerario, p. 45, sobre un temporal que pasó Llanza en septiembre de 1813, a bordo de una fragata británica del convoy que le llevaba de Rusia a Inglaterra, y de allí, por fin, a España. Un rizo consiste en recoger una parte de la vela para reducir su superficie cuando hay mucho viento.
    (5) p. 46. Este incidente ocurrió en el mismo viaje el 22 de septiembre, en el banco de arena de Haisborough Sands, en la costa de Norfolk. He tenido la suerte de encontrar cerca de Cardiff otro infame arrecife al que trasladar la acción, aunque sería mucho más difícil que la fragata sobreviviera al choque con una roca que con un banco de arena. Se rumorea que los habitantes de Ogmore-By-Sea, por entonces una aldea de menos de veinte casas, ponían luces para atraer a los barcos y saquearlos cuando naufragaban. Historias similares se cuentan por todas la costa atlántica, la española incluida.

    Fiel a mi costumbre, me ha salido un poco largo así que lo pongo en dos partes para que sea más comodo de leer. Perdón si esta parte queda un poco descafeinada. El desenlace lleno de acción trepidante lo postearé mañana.

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    Mensaje por HoJu Jue Sep 24, 2015 9:47 pm

    Va, venga, ya que lo he terminado, lo posteo ya.

    Capítulo VIII: 1809: Rescate en Cardiff
    (Segunda parte)

    La muralla oriental está en parte desprotegida por el foso y se encuentra en gran abandono por no ser ya el castillo una plaza defensiva. La parte mayor del muro está hundida en la tierra hasta gran altura y cubierta de yedras que nos proporcionaban trepar con poca dificultad. De este modo nos introducimos en el recinto cuando los prisioneros se avían retirado a su casita después de cenar con el marqués Armados con garrotes y dagas, más parecidos a ladrones que a rescatadores, caemos de improviso sobre los guardianes mientras fuman, perdido todo cuidado. Sucede una pelea silenciosa y terrible, como leopardos y no como hombres nos lanzábamos a las gargantas de nuestros semejantes para ahogar en ellas los gritos de auxilio, mas no quiso Dios que pasara nuestra insidia desoída, sino que el sargento que custodiaba las llaves, se deshizo del homicida abrazo de nuestro irlandés para desembarazar su pistola y descerrajarle un tiro que tronó como una cañonada, alborotando el castillo todo. Respondió Ducos con su propia arma y yo tuve buen cuidado de tirar el fanal que colgaba en la puerta, para protegernos con la obscuridad de los disparos que pronto nos caerían desde la puerta sur del castillo, donde ya estaban las garitas en gran alboroto.

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    Los generales prisioneros ya estaban esperándonos cuando abrimos la puerta de su prisión y sin tiempo para preguntas ni parabienes, dejando al desdichado irlandés muerto sobre la yerba, les condujimos hasta el muro por el que avíamos entrado, con las balas zumbando a izquierda y derecha. Al otro lado esperaban los caballos. Por todas partes se daba el alarma mientras galopábamos hacia el norte para evitar las calles de la ciudad y dábamos un rodeo para mantenernos bien lejos del castillo, antes de tornar al oeste atravesando unos vastos campos que fueron de frailes. Vadeamos el río Taff aferrados a los cuellos de los nobles brutos, pues no había tiempo de buscar un cruce más seguro, y seguimos a trote largo hasta alcanzar la carretera que nos llevó de vuelta a Ogmore-By-Sea, donde hicimos la señal convenida a la fragata para que mandara la lancha a buscarnos. Entonces por primera vez tuvimos ocasión de mirarnos y reconocernos tras de tan frenética noche y fue entonces que el Duque de Friuli reparó en mí y quedó pasmado y no poco contento de reconocerme, renovando sus promesas de hacerme comandante. Los otros dos, aunque muy urbanamente me dieron las gracias, parecían molestos porque se hubiera puesto al frente de tan delicada operación a un extranjero de tan poco rango y dudosa lealtad.

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    Felizmente embarcados, pusimos rumbo a Francia sin demora, pues era forzoso que estarían los ingleses buscándonos. A las tres de la mañana del 19 pasamos sobre la altura de Falmouth; el 20, calma; el 21, viento fuerte y enseguida temporal; el 22, mejor el tiempo. (1)

    El 23 a las nueve de la mañana se dio la voz de vela a la vista. Resultó ser una fragata inglesa, no sé si destacada en nuestra busca o que por una casualidad nos avistó, pero a las pocas horas de la caza era indudable que nos avía de dar alcance y que la lucha, que nuestro capitán había querido evitar en consideración de sus preciados pasajeros, iba a ser inevitable y apretada, siendo los dos buques de poco más o menos el mismo porte.

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    ¡Zafarrancho de combate! (2)

    Por todas partes avía gran confusión y gritos mientras se movía la maquinaria humana y mecánica del bajel de guerra. Los generales fueron apresurados a las entrañas del buque entre protestas de aquellos temerarios soldados, que lo mismo en el campo que en el mar competían por ser los más arrojados y servir a su Emperador con más denuedo apilando a sus pies quantos más muertos mejor. Pero el capitán es emperador en su barco y no consintió en que se expusieran. De mí nadie tomó noticia y así permanecí en cubierta atento a quanto pasaba en derredor, con esa mezcla de miedo y excitación que tantas veces he conocido en el momento terrible antes de la catástrofe. Volaron las primeras andanadas de una y otra parte, con poco daño.

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    Nuestra fragata hacía por mantener la distancia pero el inglés estaba resuelto a abordarnos y contando con el barlovento, se nos echó encima. Pronto se unió al retumbar de los cañones el chasquido de los fusiles y resonó la orden terrible de prepararse para repeler el abordage.  Yo me vi arrastrado sin saber cómo junto a la marinería que se apostaba tras la batayola, alguien me tendió una espada y un par de pistolas y, dispuesto a hacer lo mejor de la situación, las puse a buen uso.

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    Arreciaba el fuego de fusil, de marineros e infantes de marina que desde todos los puntos tiraban. Quando estuvimos borda con borda se tendieron garfios y pasarelas y tuvo lugar el más terrible combate cuerpo a cuerpo. Entre el humo aparecían visiones de bestias en figura de hombres, tiznados y aullando como diablos, luchando en la estrechez de la cubierta resbaladiza de sangre, con espadas, alfanjes, cuchillos y aun a mano desnuda. Un inglés me dio tal golpe con la culata de un fusil en la quijada y la boca que a poco no me hizo trozos el hueso y pasé varios días de dolor en que no podía hablar ni comer sino con dificultad (3), pero entonces la excitación superaba al dolor, de suerte que escupiendo sangre abundante y  devolviendo golpe por tajo, seguí combatiendo.

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    No debió durar el abordage más de diez minutos de violentísima refriega antes de que los rechazáramos con pérdidas quantiosas de ambas partes y en cambio fuéramos nosotros los abordadores pasando en gran número a la fragata inglesa a devolver la visita con renovada mortandad. En esto no tuve parte activa; pasado el primer éxtasis de la batalla, me acometió tal debilidad y mareo por la pérdida de sangre de la herida que era impensable siquiera cruzar la pasarela al otro barco sin caer forzosamente al agua. Apoyado en un cañón fui testigo del combate y al fin de la rendición de la vandera en la fragata inglesa, con su capitán herido y dos tenientes muertos.

    Con la menor ceremonia se puso en ejecución la captura de la presa y la disposición de las exequias de los muertos de una y otra nación, a la manera naval, esto es, cosiendo su coy o hamaca a modo de sudario en torno al cuerpo, con una bala de cañón a los pies, y echándolo por la borda. Es acto de gran solemnidad y reverencia, pero lo más breve que el decoro admite, pues en el mar no hay un minuto que perder, y menos en nuestro caso, con la valiosa carga que llevábamos, gruñendo y lamentaba haberse perdido tan linda escaramuza.

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    Victoria

    Tocamos tierra en Brest el 25 de septiembre. No hubo gran recibimiento pues el asunto se mantenía si no en secreto (imposible mantenerlo con 200 marineros contando la aventura por todas las tabernas de Brest) sí con alguna discreción. Yo solo quería oír nuevas de los soldados de mi compañía y es lo primero que pregunté al príncipe de Neuchatel quando nos llevaron a su presencia sin reparar en la otra figura que le acompañaba, envuelta en un abrigo gris y que para mi sobresalto dijo: «Ya no tiene usted una compañía, Capitán». Horrorizado por el destino que habrían sufrido mis desdichados compatriotas a manos de esos verdugos, miré al hombre que avía hablado; éste sonrió y añadió «Ahora tiene usted un batallón… Comandante». Solo entonces reconocí en aquel hombre de aspecto ordinario el tirano que tenía en su puño a la Europa toda. El mismo Bonaparte, como avía prometido Duroc, confirmaba mi ascenso. En este día, y sobre el mismo campo, me hizo el Emperador Comandante de Batallón. (4)

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    ____________________________________
    (1) Itinerario, p. 47
    (2) Las batallas navales en L'Aigle ocurren cuando atacas o te atacan en el mar (no siempre, a veces buggea un poco), el número de soldados que tengas se sustituyen por marineros (de momento los únicos que hay son marineros "genéricos" aunque en los archivos del mod también hay uniformes específicos de marineros franceses y rusos, que tenían un uniforme definido aunque no muy popular) que se abordan de barco a barco en una scene estática (no hay navegación ni artillería). Si ganas, aunque sea con muchas pérdidas, no pierdes soldados (o puede que unos pocos, no recuerdo pero ni por asomo proporcionales a las pérdidas) porque se supone que los que han luchado son los marineros del barco que te transporta, así que las batallas navales te salen gratis siempre que ganes. Ahora no sabría decir si la experiencia ganada se reparte entre tus ropas normales o se pierde. Si pierdes es como perder una batalla terrestre.
    (3) Esta es una referencia a una herida real que sufrió Llanza el 10 de septiembre de 1812 durante la campaña de Rusia (Itinerario, p. 24), aunque fue mucho más grave que un culatazo en los morros. Una bala le entró por la mandíbula derecha y le salió por la boca, rompiendo el hueso y desgarrando la arteria, haciendo que casi se desangre. Pasó meses a base de sopas y no terminó de curársele bien porque prefirió seguir al ejército en vez de quedarse en el hospital (aunque seguramente tenía más probabilidades de sobrevivir con el ejército que en un hospital del frente ruso).
    (4) p. 16. En realidad Llanza fue nombrado comandante del batallón, mando que le correspondía por antigüedad, el 28 de diciembre de 1811, en Holanda.


    Última edición por HoJu el Sáb Ene 23, 2016 2:35 pm, editado 2 veces

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    Mensaje por El Barón Sáb Sep 26, 2015 12:02 pm

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    Mensaje por Mikeboix Sáb Sep 26, 2015 12:08 pm

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